Con la idea adquirida de que nuestro estado de conciencia determina las circunstancias y condiciones en las que vivimos y de que cada uno de nosotros puede elegir el estado de conciencia que desea vivir para ser, hacer o tener lo que desee titulo esta entrega “Volver a las andadas”, aunque también podría haberla llamado “El poder de lo habitual”.
No es raro que las personas retornemos a lo habitual, volvamos a las andadas, bien sea porque nos falló la voluntad de perseverar para permanecer en un nuevo estado de conciencia positivo o porque el estado de conciencia elegido no era lo suficientemente positivo como pensábamos, al olvidar la fuerza que tienen los hábitos para detener y para retener.
Sucede que a veces queremos mejorar, y nada parece salirnos bien. Entonces comenzamos por creer que yéndonos a otro lado las cosas cambiarán casi mágicamente. Un pensador como Neville Goddard advierte en sus obras que uno puede irse al otro extremo del mundo, pero la situación no cambiará si no nos formamos hábitos coherentes.
Por hábitos coherentes podríamos entender, por lo pronto, todas aquellas acciones que ejecutemos cuyo requisito es ayudarnos a lograr lo que decimos querer. Decidir qué es lo que queremos se vuelve relativamente sencillo en comparación con el cambio de hábitos que una decisión semejante exige. A veces esta necesidad de cambio nos pasa inadvertida.
¿Acaso no resulta sencillo admirar a alguien por lo que logra, sin pensar en lo que ha tenido que vivir para alcanzar su propósito? Si la admiración a esa persona se profesara desde cerca, conociendo lo que hay detrás de su conquista, sabríamos entonces que su triunfo, por así llamarlo, tiene su dosis de inspiración, pero incluye también el sudor y la perseverancia.
Generalmente no podemos ahorrarnos el sudor, así sea de otros, para conseguir nuestras metas. Y no nos engañemos: el sudor de otros estará acompañado, de una manera u otra, del nuestro. Quizá a ello obedezca tanta quiebra de negocios durante los primeros días, meses. La espera paciente y activa no es común. ¡Todo lo queremos tan rápido actualmente!
Por supuesto que muchos, en gran medida, poseen los conocimientos; pero, como nos recuerda Gibrán Jalil Gibrán, todo conocimiento es vano si no se pone en práctica, a lo que quizás habría que agregar que es vano si no se pone en práctica de manera habitual, de manera que la constancia y la persistencia, junto con la disciplina, hagan su trabajo.
A menudo, los grandes cambios se generan con acciones poco espectaculares. Solo son acciones sencillas, repetitivas, como llegar a tiempo a las citas, como un “te amo” que se dice cotidianamente, como regar una planta con la periodicidad indicada… Casi en todo, lo que determina es la ejecución de tareas muy sencillas pero que exigen compromiso.
Pero a menudo también queremos disfrutar de lo mejor sin hacer la tarea previa. Claro que muchos lo logran, por medio de acciones incorrectas. Pero éstas, advierten los que saben, no duran. Tarde o temprano, se afirma, lo que se realiza fuera de lo recto termina por hacernos tambalear, o incluso caer. Se trata, aunque no se crea, de logros efímeros.
¿Por qué entonces hablar de volver a las andadas? Porque con frecuencia nos proponemos metas, propósitos elevados que entrañan acciones que no nos gustan o no sabemos ejecutar o no queremos aprender a realizar. Y, sobre todo, porque, como se dice comúnmente, la querencia manda, o la cabra siempre tira pal monte, y nos vemos empujados de regreso a lo habitual.
¿Qué hábitos nos está costando trabajo desarrollar? Vuelvo a recordar la pirámide de la productividad de Stephen R. Covey para establecer que el punto de partida, la base, se encuentra en nuestros valores. Más todavía: cuando se nos habla de estado de conciencia, se hace alusión a todo aquello que damos por cierto, sea falso o verdadero.
Uno guglea hábitos y se encuentra con todo un mundo de ideas, unas claras, otras confusas, sobre la definición de la palabra, sobre los más importantes, sobre todo lo que puede referirse al tema. Hay de todo. Al final parece que todo está en contar con un sistema de valores, que son los que nos impelen a tomar decisiones.
Sin embargo, lo apunta Anthony Robbins, habría que comprender que una decisión sin acción no es realmente una decisión. Puedo decidir llegar temprano a las citas, puedo decidir levantarme a hacer ejercicio todas las mañanas, puedo decidir hacer mi plan del día… Pero, si no llego temprano a las citas, no me levanto a entrenarme, no ejecuto el plan, no hubo decisión.
Obtener conocimientos se ha vuelto, para muchos, algo obligado, pero en una gran cantidad de casos puede concluirse que tales son conocimientos vanos, por su falta de aplicación, por la falta de acción. A veces quizá hemos tratado de aplicarlos; pero, como no resultan como esperábamos, optamos por olvidar su aplicación y volver a lo habitual.
No es cosa de creer a pie juntillas que el tiempo lo cura, lo resuelve todo, pues hay asuntos que requieren acciones ordinarias y acciones extraordinarias. Me recuerda al golf, deporte en el que hay jugadores que le pegan largo a la bola pero carecen de la finura que se requiere alrededor del green y para embocarla en el hoyo con buen score.
Lo usual, lo común, aunque genera enojos propios y ajenos, es culpar a los demás por los resultados alcanzados cuando éstos son negativos. Culpar a otros es muy sencillo. Se puede hacer hablando, gesticulando. Siempre hay personas a quienes culpar o circunstancias a las que atribuimos nuestro mal desempeño, las fallas que nosotros cometemos, y así sucederá siempre si no hemos asumido la responsabilidad de nuestra vida.
Los hábitos pesan mucho. Por eso vale la pena crear nuevos hábitos con determinación. Así, en lugar de volver a las andadas, sobre lo que nos hace sentir seguros y vivimos con un falso confort, habría que buscar andar y andar ejecutando cada acción positiva y útil hasta que se vuelva habitual. Solo es necesario aclarar qué requiere que hagamos esa meta que deseamos lograr.
¿Qué hábitos te exige la actividad laboral que desempeñas para sobrevivir, consolidarte, crecer o elevarte al nivel de excelencia? Ten por seguro que todos y cada uno de ellos constituyen finalidades que exigen diferentes tareas, diferente intensidad, diferentes maneras de abordarlos para finalmente convertirse en hábitos.
Volver a las andadas es muy fácil, pero frustra, desencanta, ya que es lo opuesto a aquello que conscientemente quiere uno conquistar.
No volvamos a las andadas tomando una decisión fácil. Volver a las andadas parece justificarse solo cuando descubrimos que eso que anhelábamos nos había deslumbrado pero en realidad no nos llena. ¿Están tus hábitos en consonancia con lo que te has propuesto como meta?
De todo corazón espero que así sea.