“Uno conoció mucho más el trabajo que la inspiración…” (Serrat)
En mi colaboración anterior, la cual desafortunadamente no vio la luz, destaqué la serie de agravios que un par de emblemáticas empresas del sector se encontraban afrontando, (suponiendo que no trascendería la esfera de protagonismo que el tiempo electoral brinda a algunos “activistas”).
Señalé, además, la imperiosa necesidad de poner un alto, de dar un manotazo en la mesa y exigir respeto a quien de manera por demás insolente y soez, se atreve a denostar por el simple y llano placer que le genera hacerlo.
su publicación sigue vigente, pero ahora en una versión remasterizada y más, mucho más ácida, incluso puedo apreciar hasta irresponsable viniendo de quien la lanza.
Al grano: Utilizar notas periodísticas de manera sesgada, orientando al usuario de redes sociales para tildar, en el mejor de los casos de “perverso, malo o corrupto”, al empresario que arriesgó hasta el último centavo de su ahorro para echar a andar un sueño que, con esfuerzo, dedicación, pasión y entrega se convirtió en un bastión no solo del sector asegurador, sino de la economía nacional, es una verdadera canallada, una lamentable cobardía.
Pero dejaré en claro ésta, que es una posición absolutamente personal: No se encuentran bajo fuego una o dos empresas del sector, (en específico aquellas que han detentado el programa consolidado de Seguro Institucional de Personas), sino todos aquellos que formamos la gran familia del Seguro en México.
La visión obtusa respecto de que las Aseguradores se “enriquecen” con el pago de primas que representan los programas gubernamentales es tan falsa como tildar a todos los servidores públicos de corruptos.
La valoración, el peso específico de nuestra industria va más allá del volumen de primas cobradas, la riqueza del seguro en México se encuentra radicada en su gente, en los funcionarios, empleados administrativos, suscriptores, ajustadores, intermediarios, asesores, autoridades, pero sobre todo en el fundamental de la ecuación: El Asegurado.
El Asegurado (así, con mayúscula), sea cual fuera el origen del plan contratado, sea quien fuera el contratante, deposita en la Aseguradora toda expectativa y esperanza primero, de atención de calidad, segundo, de garantía patrimonial; siempre en situaciones extremas que suponen estrés emocional, riesgo financiero, zozobra por la condición de salud propia o de algún ser querido y, en ocasiones, hasta la incertidumbre de libertad.
Es aquí, en este punto, dónde debería enfocarse el análisis. Con carácter ilustrativo me referiré a los muy lamentables sucesos ocurridos en agosto y septiembre del año 2017, respecto de los cuales el sector Asegurador ha respondido no solo con responsabilidad, sino con oportunidad y profunda empatía.
Huelga decir que como botón de muestra se encuentra el registro de indemnizaciones recibidas por las diferentes dependencias, organismos y entidades de la Administración Pública con motivo de los daños sufridos por los ya comentados fenómenos.
beneficios que ofrece la misma. Estudiar la base del seguro, historia, evolución, finalidad y casos de extremada relevancia (porque todos los casos son importantes, si no, pregunten a quienes han reportado algún siniestro), permitirán apreciar y, responsablemente dar un golpe de timón en sus apreciaciones, pero, sobre todo, en su diatriba.
¡Te lo aseguro!