La “factura” por empezar esta carrera la pagamos todos. Así es como yo lo denomino: todos pagamos esa factura. Lo que quiero decir es que ese camino cuesta arriba del inicio lo transitamos todos. Me refiero a aquellos aprendizajes de la industria, ir construyendo cartera, ganar la confianza de los clientes y, sobre todo, aprender a tener tolerancia para recibir los “no”, “lo voy a pensar”, “lo voy a consultar con mi esposa”, “deja que pase la crisis”, “yo te llamo” o “cuando termine la COVID”. Todos pasamos por ahí.
Es todavía un reto mayor no venir de una familia de empresarios ni agentes de seguros; y, cuando llegas a este sector por casualidad, los primeros meses, o incluso los primeros años, pueden ser un reto demasiado complejo, razón por la cual un alto porcentaje de agentes tira la toalla, como se dice coloquialmente. Así es. Para las aseguradoras, el costo de capacitar a un agente de seguros es carísimo, considerando que la mayoría de ellos abandona el sector antes de cumplir dos años.
Aunado a todo esto, cuando le agregas esa incertidumbre de no saber si tomaste una buena decisión, de querer regresar a tu empleo anterior, e incluso que todo el mundo descalifique tu decisión porque “eres el primero en la familia que empieza a vender seguros”, es sorprendente.
Como en muchos negocios, el inicio puede ser sumamente duro. Hay mucho por aprender y, además, al principio los ingresos pueden no cumplir con tus expectativas. El no tener tu quincena segura es algo que pocas personas quieren experimentar. Aunque en realidad ningún empleo es seguro, muchos de nosotros crecimos en esta cultura en la que conseguir un buen empleo es parte de la receta del éxito profesional.
Cuando empiezas en este negocio, puedes deslumbrarte con muchas historias de éxito, que por otra parte son reales. Sin embargo, siempre en estos relatos faltan piezas que nos den la visión completa del cuadro. Pocas personas te dicen lo que les tomó llegar al lugar en el que están.
Sin planearlo, con el tiempo vas conociendo a más y más personas con una vida espectacular que vive de este negocio. Los ves felices, seguros y prósperos. Así es más fácil hacerte a la idea de que hay una luz al final del túnel. He oído decir a grandes personalidades que esa luz tarda en llegar, lo que nos lleva sencillamente a deducir que la diferencia entre ti, que vas empezando, y algunos de tus colegas, que ya cosechan frutos jugosos, es tiempo; tiempo dedicado a aprender, vender, tocar más puertas y no dejar de intentar. Así de simple. Aquí no gana el que el primer año vende la póliza millonaria; aquí gana el que todos los días va buscando esa póliza y en el entretanto cierra muchas otras pólizas más.
El monto es “lo de menos”; lo que hay que aprender a capitalizar es el aprendizaje y las estrategias de cómo vender más y mejores pólizas.
Así que, si tú vas iniciando en esta carrera o no has logrado despegar como esperabas, solo sigue adelante. Rodéate de los mejores. No hay reglas ni recetas mágicas. Generalmente tampoco hay una subida por elevador porque tal atajo no existe. Hay que ir por las escaleras. Es constancia, trabajo inteligente y dedicación. Y recuerda que la tortuga te puede contar mucho más del camino que la liebre. De manera que cada día que pase considera que, si lo aprovechaste al máximo, hiciste llamadas, tuviste citas, cobraste pólizas o tomaste un curso, ese día subiste otro escalón; y de eso se trata: de avanzar sin prisa pero sin pausa.
Me va a encantar si decides leer mi primer libro,* que habla mucho sobre este tema y algunos otros retos personales que enfrenté en este camino. Estoy segura de que te servirá de inspiración para ir por tus sueños sin que nada ni nadie te detenga. Esto último no lo digo yo, sino los lectores. Nos leemos en el siguiente artículo.
*La magia sucede cuando te atreves. (Disponible en Mercado Libre.)