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Por: Eloy López / @EloyLopezJ 
A la gran mayoría de nosotros nos gusta estar en lugares libres de chismes, discusiones y donde se respire eso que llamamos buena vibra. Nos encanta reunirnos y platicar con personas inteligentes y hablar de temas variados e interesantes. Nos gusta emitir nuestra opinión y escuchar la de ellas. Podemos no estar de acuerdo con esa opinión, pero la respetamos.
Cuando uno entra en las redes sociales por primera vez, espera que la vida sea más o menos igual: pasar algún tiempo conociendo personas nuevas o conviviendo con quienes ya conoce y hablar de temas variados e intercambiar puntos de vista. Y puede ser, querido lector, que poco después de entrar en las redes sociales, te sientas o hayas sentido desilusionado porque las cosas no son como las describí anteriormente.
Te has dado cuenta de que en realidad las redes sociales son un lugar donde las personas vienen a desahogar sus frustraciones, enojos, rencores, desacuerdos y hasta su mala leche contra alguien o contra algo. Te parece que son ese espacio donde lo importante es estar en desacuerdo en cualquier tema y con cualquier persona y donde se aprovecha el anonimato para denostar a alguien de cualquier forma. En resumen, te parece desagradable.
Debes saber que no estás solo en ese sentimiento. Millones de personas en el mundo ven a las redes sociales como algo negativo en su vida. Sienten que les han traído discusiones y distanciamiento con la familia, los amigos, y hasta con aquellos a quienes no conocen personalmente, situaciones que antes no estaban presentes en su vida. Al menos no a ese nivel tan magnificado y tan difícil de manejar para cualquier persona. Para cualquiera, incluyendo a los que están acostumbrados a ello, como los artistas o deportistas famosos. Tienes razón en sentir frustración, desilusión y hasta miedo.
En realidad no es que las redes sociales sean malas por sí mismas. Tampoco buenas. Lo que sucede es que el nivel de magnificación de todo lo que se dice y hace en ellas es, como te dije antes, muy difícil de manejar para cualquier ser humano. Y eso sucede para ambos lados de la moneda. Para las cosas “buenas” o “malas”.
Alguien puede obtener de la noche a la mañana un nivel de fama inesperado, como la famosa quinceañera Rubí, muy complejo de procesar y manejar. También puede sucederle a un artista que fue víctima de una filtración de momentos íntimos o incómodos. En ese sentido, todas las personas tienen el mismo nivel de posibilidades de enfrentar algo inesperado.
Hasta aquí parece que no hay remedio al tema. Sí lo hay. Una frase atribuida a Gandhi dice: “Debes ser el cambio que quieres ver en el mundo”. Si queremos unas redes sociales que sean respetuosas de las ideas, tolerantes, propositivas y hasta positivas, debemos ser los primeros en contribuir a ello.
Antes de escribir o compartir algo debemos detenernos a pensar si eso aportará algo a los demás y sumará algo positivo. No se trata de ser los buenos de la película y actuar en contra de lo que pensamos; se trata de detenernos a reflexionar que está bien decir lo que pensamos pero que es mejor pensar lo que vamos a decir. Eso se vuelve clave.
Las redes sociales llegaron para quedarse. Van a estar ahí en un futuro cercano y en uno muy lejano. Va siendo tiempo de entender que el reto que nos ponen enfrente es ser más respetuosos de las ideas de los demás, más tolerantes con quienes percibimos diferentes y también más propositivos. El reto no es fácil. El tema nos compete a todos. Empecemos por trabajar en lo que sí podemos controlar: nuestro diálogo y nuestras acciones en ellas. Eso sí depende de nosotros, y no de alguien más.
En estos tiempos de fin de año y fiestas navideñas en familia quise compartir contigo esta breve reflexión para que puedas meditar sobre lo bueno que puedes aportar al mundo a través de las redes sociales.
¡Te deseo unas felices fiestas y un maravilloso 2018!