EL SEGURO DE HOMBRE CLAVE nace como una necesidad imperativa en las empresas. Como se sabe, si en una empresa existe uno o varios puestos cuyo impacto en los resultados del negocio es directo y de alta sensibilidad, se considera que la actuación que tengan los ocupantes de dichos puestos es fundamental en la permanencia no comprometida de la empresa.
EL TEMA VA MÁS ALLÁ en el momento en que la persona que ocupa uno de esos puestos tiene una visión, experiencia, habilidad, “toque”, etcétera, tal que su desempeño se traduce en ingresos, ahorros o inversiones que aportan ventajas a la generación de riqueza —objetivo constante y primigenio de cualquier empresa—. Ese individuo, como consecuencia, se convierte en un hombre clave para la organización.
EN EL SUPUESTO de que ese hombre clave terminara por algún motivo su relación laboral, se tendría como escenario inmediato y de corto o mediano plazo el hecho de que las ganancias y beneficios que él aportaba con su trabajo se verían reducidos, lo cual dañaría ostensiblemente los resultados de la empresa. A lo anterior habría que agregar los costos que implicaría el reclutamiento de un nuevo funcionario de ese nivel, así como los meses que podría tomar su curva de aprendizaje para alcanzar los niveles de conocimiento y habilidad que reestablecieran la favorable marcha de los procesos que originalmente se tenía.
ANTE ESA NECESIDAD inminente, se ideó la aplicación del seguro de Vida para que, por lo menos, en caso de fallecimiento de un hombre clave, la empresa se convirtiera en el beneficiario de la suma asegurada correspondiente, y con ello pudiera hacer frente a los costos de reemplazo del individuo en cuestión.
A TODAS LUCES, ESA OPERACIÓN de aseguramiento es válida, toda vez que se tiene un riesgo —el fallecimiento—, un perjuicio económico tras el fallecimiento y un interés asegurable claro por parte de la empresa en la que labora la persona asegurada, esto es, el hombre clave. Lo demás alrededor de ello son las reglamentaciones propias del caso que establece la autoridad hacendaria para considerar válida y con todos los efectos impositivos antes y después del fallecimiento la póliza correspondiente (o las pólizas, ya que puede haber más de un hombre clave en la empresa).
EL RIESGO DE SEPARACIÓN DEL personaje por motivos diferentes del fallecimiento es ya cuestionable. Por ejemplo: si lo despiden, es seguramente porque algo grave sucedió; este caso podría prestarse a especulaciones, motivo por el cual deja de ser un riesgo asegurable. Algo similar ocurre si el hombre clave renuncia para irse a otra empresa; en teoría, si es tan valioso, no lo dejarían ir, lo que pone en duda la solidez del interés asegurable. El caso de la invalidez podría integrarse a la póliza de manera acotada, ya que es probable que nuestro hombre clave pueda seguir fungiendo al menos como asesor de la empresa. Así pues, se configura la póliza llamada de Hombre Clave, un seguro de Vida temporal y sin reservas de capitalización para efectos de deducibilidad fiscal.
LOS CONCEPTOS Y OPERACIONES comentados arriba son claramente inherentes al desarrollo normal de las empresas. Surge necesariamente la pregunta: ¿podrían aplicarse de alguna manera al sector público? La tentación de responder con un sí contundente es mucha. Veamos.
PONGAMOS POR CASO EL fallecimiento del presidente de un país. En diferentes condiciones y escenarios, tal eventualidad podría requerir en un momento dado la realización de elecciones extraordinarias. De ser así, el costo multimillonario de una elección —sobre todo en países con una legislación como la nuestra— es un importante pellizco a las finanzas públicas. De estar asegurado el concepto hombre clave dentro de las funciones y responsabilidades del personaje en turno, se podría suavizar en algo —en todo está cuesta arriba—, al menos en algo, el menoscabo a las arcas públicas originado por ese fallecimiento.
PUDIESE HABER OTROS CASOS en los que la afectación dependiera más de la persona que del propio puesto. Por ejemplo, en algún momento el señor Jesús Silva Herzog (q.e.p.d.) fungió como secretario de Hacienda, y tenía una capacidad inédita de atraer inversionistas nacionales y extranjeros para proyectos de Gobierno. Lo mismo puede decirse de otros personajes, que, al ocupar puestos en Hacienda, Turismo, Comercio, Relaciones Exteriores, Banco de México y otros, fueron capaces de influir favorablemente en los ingresos del país. En esos casos pudo ser factible la contratación de un seguro del tipo Hombre Clave.
¿POR QUÉ HOY NO SE PODRÍA ni siquiera poner en la mesa el tema? Primero, porque en la nueva administración no se ve a nadie con el potencial para ser insustituible. Segundo, porque todas las sustituciones posibles serían de semejante condición. Tercero, porque la decisión sobre la permanencia de cualquier funcionario público está en un solo dedo. Cuarto, porque el estilo del totalitarismo de facto en que vivimos desde el 1 de diciembre apunta, no a la generación de riqueza en el país, sino al empobrecimiento general para ser más parejos, correctos, honestos, republicanos y austeros. Y quinto —no hay quinto malo—, porque para esta administración los seguros son gastos suntuarios.
SE NOTA QUE EN EL ACTUAL escenario político el ser funcionario clave no depende del buen desempeño y su favorable repercusión en el mantenimiento de una economía sana y creciente; más bien obedece a simpatías políticas, así se trate de personas con un largo pasado de actos incorrectos.
AGRÉGUESE A LO ANTERIOR que ninguna aseguradora le entraría al tema. Baste recordar que, cuando recién se estrenaron los seguros de Responsabilidad del Funcionario Público, el gobierno de la Ciudad de México estaba en manos del presidente en turno. En ese momento se podía asegurar a funcionarios de casi cualquier estado del país, pero la exclusión se aplicaba precisamente a los funcionarios del extinto Distrito Federal. ¿Por qué sería?
ASÍ QUE, SI EN OTROS PAÍSES existe un mecanismo de resarcimiento económico al erario por la pérdida de algún personaje clave en el devenir nacional, acá no hay forma. De hecho, en menos de seis años, nuestro país será sospechoso de “empobrecimiento inexplicable”, y no habrá hombre clave que nos rescate.