Retiro (segunda parte)

Charlemos seguros

El asegurador

Están los que se resisten, los que lo niegan y los que se resignan; y, por supuesto, la mayoría, que lo anhela, pero el retiro es tan inevitable como una vacuna: aquellos que se resisten enfrentan tarde o temprano   la aguja, pese a la expectativa del dolor, a veces mayor al dolor mismo; los que se resignan simplemente anotan en la agenda día y hora de la aplicación y se entregan, cual mansos corderos, a la tortura momentánea, que al final duele mucho menos de lo esperado.

Eloy Cavazos, torero regiomontano conocido como el   Pequeño Gigante   o el   Orgullo de Guadalupe,  se retiró varias veces, la última a los 59 años. Eloyito, como también era conocido, era un torero que se cuidaba mucho, con acondicionamiento físico, lejanía de vicios y una vida ordenada. Sin embargo, fue notable su resistencia a afrontar el último paseíllo, lo cual significa continuar desafiando al animal de poderosa cornamenta y más de 400 kilos cuando las facultades ya no son las mismas;  tal vez ya cueste trabajo aguantar una carrera de 200 metros o hacer algunas sentadillas, pero las ganas de seguir confunden al torero, quien confía la vida a la creencia de que continúa siendo el mismo, cuando las consecuencias pueden ir más allá de una fractura o una rotura de ligamentos y constituir la muerte misma. No es lo mismo los tres mosqueteros que 20 años después y menos 30 o 40…

Un amigo ha cubierto todas las posiciones en su equipo de futbol  llanero: inició como veloz delantero, después hizo la transición a cerebral y habilidoso mediocampista y últimamente se desempeña como recio defensa central, echando mano de las mañas y la pierna dura, a falta de la velocidad y los reflejos de antaño. Su familia lo espera para la comida de los domingos con el Jesús en la boca, temerosa de que el sobrepeso y los malos hábitos alimentarios  del deportista de fin de semana le causen un infarto o una fractura, cada vez más probable por la exposición al contacto.

En todos los deportes se observan casos de deportistas longevos: Roger Federer aún es el tenista número tres del mundo, con 38 años;  Tom Brady es el mariscal de campo más destacado de la NFL, con 41; y el   Conejo  Pérez llegó a los 45 defendiendo la meta del Pachuca:  el destacado cancerbero aún alcanza el travesaño de la portería, a pesar de sólo medir 1.71 m  de estatura.

En otros ámbitos existen también destacados casos: Napoléon sigue cantando;  don Pedro Vargas lo hizo muy agradecido hasta el día de su muerte; y Enrique Guzmán continúa dando shows dentro y fuera de los escenarios, a veces con la compañía de Alberto Vázquez y su tanque de oxígeno, indispensable para poder respirar después de más de 50 años de fumador.

¿Qué impulsa a las personas a continuar, cuando la mayoría de sus contemporáneos contempla el ruedo desde la barrera? Excepto algunos casos de necesidad, la mayoría lo hace por el gusto que le tiene a la actividad. En el otro extremo están quienes afirman que el trabajo es tan malo que hasta pagan por hacerlo, y cuentan los días que faltan para que llegue el esperado momento  a partir del cual se levantarán tarde, desayunarán, caminarán un rato para pasear al perro y el resto del día lo dedicarán a hacer sólo aquello que les plazca. No imaginan la posibilidad de que su mujer, harta de intromisiones, los lance a la calle y los haga anhelar el confortable ambiente de su oficina de antaño, así como a sus compañeros y las actividades que los mantenían activos y productivos. No falla.

Llegan entonces, inevitables, las cinco conclusiones sobre el retiro:

Olvidarse del retiro es lo mejor

Jacques Cousteau nunca dejó el    Calypso;   a Plácido Domingo lo sacaron de la dirección general  de la Ópera de Los Angeles por un escándalo añejo de acoso; Álex   Lora se mantiene cerca de su guitarra y de los escenarios; y Genuario Rojas continuará ligado, sin fecha de caducidad, a las actividades de   El Asegurador.      

¿Cuál es el secreto de la vitalidad de los mencionados personajes?

La conclusión es fácil: si   no te apasiona lo que haces, cambia de actividad, pero no te retires.  Nadie te está corriendo.

Reconoce tus fortalezas, pero también tus limitaciones

Pretender continuar al frente del cañón  al mismo ritmo de hace 20 años puede resultar contraproducente. ¿Cuál es el secreto de continuar haciendo lo que te gusta? El 20/80, por supuesto: concéntrate  en el 20 por ciento de las actividades que te retribuyen el 80 por ciento de la realización. ¿El resto? ¡A quién le importa! Ya estás más en la edad de “me lo merezco” y menos en la de “tengo que”. Además, puedes delegar: seguramente  hay alguien en tu horizonte con ganas de trabajar todos los días en esos asuntos impostergables. Mejor en “Investigación y Desarrollo” lo que sea que eso sea y menos en la operación de lo urgente que contribuye poco pero no le gusta esperar.

Ya estás más para que te cuiden y menos para cuidar

A no ser que te hayas vuelto a casar a los 45 y tu mujer de 30 te haya convencido de tener un hijo, después de los 50 ya puedes concentrarte en las cosas que te gusta hacer. Esto no  quiere decir, por supuesto, que te conviertas en un ermitaño que sólo sale de casa para aventarse en parapente del cerro más alto de Valle de Bravo o para deslizarse por una ladera nevada, aprender carpintería, estar en un club literario o viajar por el mundo. También está el servicio a la comunidad, y la caridad por la casa empieza. Pero todo ha de ser dosificado, que ya no estás para jalar la carreta familiar, como el buey más fuerte de la yunta.

Nunca es tarde

¿Sentado en un sillón  en una esquina de la sala haciendo crucigramas? Todos lo hemos visto y nos hemos angustiado ante la perspectiva de un futuro ocioso. No hacer nada es muy diferente de  poder hacerlo. No tener que levantarnos a las 6:30 para llegar a la oficina a las 8:30 parece muy atractivo; pero pensar en que nos den las 10:00 de la mañana sin haber dado golpe, todavía en piyama y sin una idea clara de lo que el día nos depara no parece el escenario ideal de nuestros años futuros. ¿Cuál es la ventaja? La cantidad de cosas que podemos hacer es infinita. Sólo hay que descubrir, sin miedo a experimentar, todas las actividades al alcance de nuestra decisión: comprar  un velero y aprender a manejarlo, escribir cosas que nadie va a leer, hacer deporte en el club y convivir con compañeros en la misma situación de holgura o realizar actividades de apoyo a la comunidad.

Cuidado con el dinero

Una cosa es querer y otra poder hacerlo. Si fuiste cigarra y no guardaste grano en el verano, será imposible pensar en el cálido refugio, bien aprovisionado, en el cual disfrutar el invierno mientras el viento ulula fuera.  Ni modo: a seguir trabajando por necesidad, en lo que sea, comprar lotería a ver si le pegas o acogerte a la buena fortuna de algún hijo pudiente y generoso. Si no vas a tener una pensión, no hay más que hacerse a la idea. Si disfrutas tu trabajo, qué mejor, porque no podrás  dejarlo.

Y, si estás aportando para tu futura pensión,  felicidades; échale una ayudadita porque, sea cual sea el régimen que te toca, lo más probable es que no alcance.

Sean cinco, 10 o 20  años los que te queden por delante para trabajar al mismo ritmo, no está de más proyectar y construir. Si no cambias de camino, llegarás sin duda al lugar al cual te diriges.

Las opiniones expresadas en los artículos firmados son las de los autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista de El Asegurador.

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