¿Qué deja la nueva normalidad?

Charlemos seguros

El asegurador

 

Con tres meses de acciones concretas para enfrentar una pandemia, el país va acostumbrándose a eso que se ha denominado la “nueva normalidad”. Desde la discusión filosófica de que, al ser nueva, no puede llamársele normalidad, hasta la contundente opinión de expertos epidemiólogos que declaran la vulnerabilidad del ser humano para evitar contagiarse, los días transcurridos van dejando enseñanzas, crisis y un lamentable incremento en las cifras de contagiados, fallecidos y personas sin empleo, así como de pequeñas empresas y comercios desaparecidos.

¿Qué es lo normal ahora?

Conocer la cifra de contagios y fallecimientos.   

Enterarse del número de empleos que se pierden mes a mes.

El comercio callejero, que ofrece cubrebocas, caretas plásticas, gel antibacterial y guantes protectores.

Trabajar en casa conectados con el exterior mediante un equipo de cómputo.

La lista de anormalidades que se normalizan va dando cuerpo a ese concepto al que tendremos que acostumbrarnos a partir de que se levante el confinamiento y las cosas tomen el cauce que, bajo el contradictorio,   confuso e ilógico criterio  de la federación, entienda cada persona en cada estado como normal.

En materia de empleo y rutinas laborales, es un hecho que la tecnología permitió la operación de miles de empresas, que aceleraron la puesta en marcha de plataformas muy potentes  para activar  en tiempo récord   el trabajo desde casa efectuado por  su plantilla de colaboradores. A partir de esta práctica, las  rutinas de trabajo  dejan algunas señales para la implantación de soluciones que,  a decir de varios corporativos, están  empezando a valorarse para enfrentar  la crisis económica sin afectar a la estabilidad laboral de sus equipos de profesionales.             

Algunas de las soluciones que se escuchan  apuntan a la reducción de espacios de trabajo y oficinas, privilegiando las conexiones internéticas de gran alcance y potencia  y el equipamiento a los colaboradores para que operen desde casa. Esta práctica reduciría el costo instalado de muchas empresas, que  a partir de esta nueva realidad  pueden mantener la nómina y sus prestaciones antes que las funcionales o hasta suntuosas oficinas.

La movilidad, a partir de esta práctica, mostraría  notables reducciones, con el consecuente descongestionamiento de vialidades; y  además  se reducirían los registros de ingreso de trabajadores mediante  relojes checadores y torniquetes. El registro de la conexión sería suficiente para verificar que el colaborador está ya en acción, y hasta los elevadores reducirían el desgaste cotidiano que sufren al  transportar a cientos de personas a los pisos altos de los edificios (recordemos que el mantenimiento técnico hasta del aparato más simple del mobiliario cuesta dinero).             

Los uniformes podrían desaparecer, y quedaría quizá sólo  un código de vestimenta casual que permita al trabajador estar presentable cuando deba conectarse para juntas o reuniones virtuales. Esta simplificación  redundaría en ahorros para el  trabajador,  quien   reduciría la inversión en vestimenta cotidiana al poder trabajar desde casa en pijama.

Las prestaciones de comedor podrían transformarse también en ahorro para las empresas,  de la misma forma que los  uniformes; aunque  hacerlo así dejará  afectaciones a las empresas de comedores industriales que prestan  ese servicio a  empresas y corporativos.

La “nueva normalidad” traerá cambios radicales en la lógica laboral del planeta. La economía se verá alterada al sustituirse  algunas actividades por otras que permitan sobrevivir a estas nuevas exigencias. La creatividad y la reinvención serán cruciales a partir de ahora.

La costumbre de comer en la oficina o  tener la prestación de comedor industrial con barras de dieta o comida variada llevará  a las empresas de comedores industriales a modificar su plan operativo desde la raíz  para poder sobrevivir. La competencia de restaurantes será mayor cuando, por exigencia sanitaria, el número de mesas deba  reducirse y se dé  espacio a un   número menor de comensales a quienes  atender. El florecimiento de opciones alimentarias    estimulará en cada colonia   el arrendamiento de espacios comerciales, situación que reactivará  el mercado inmobiliario en ese segmento.

La tecnología adquiere   una importancia crucial para poder laborar a partir de esta “nueva normalidad”. En el caso de la industria aseguradora, las  áreas técnicas, operativas, de siniestros y cobranza operarán sobre plataformas tecnológicas. Las áreas comerciales también, lo que exigirá en  toda la organización actualizar las plataformas  de operación, incluyendo  evidentemente  al propio asegurado.

Por otro lado, es urgente elegir entre los variados modelos de continuidad empresarial y laboral. Es decir, habrá que decidir  si lo que se busca es proteger el empleo o el consumo. En  cualquier modelo socioeconómico  e ideología política, ambos son indispensables. La diferencia, según  mi opinión, está en la cultura que tenga la población para  decantarse por  consumir con el dinero que se gana  o por ganar con el dinero que se consume.

¡Ésa  sí que será una nueva normalidad!

Consumir con el dinero que se gana fue, hasta hace unos meses, la lógica de  al menos  dos generaciones. La práctica y ejemplo de comprar bienes de consumo inmediato o duradero  privilegió el crecimiento de la economía en el mundo capitalista. El modelo, al margen de la discusión sobre si era   neoliberal o cualquier otra cosa, trajo una corriente bautizada con el nombre de  aspiracional.  Es válido, genuino y absolutamente humano querer progresar y aspirar a mejorar la versión de casa, muebles, electrodomésticos y electrónicos;  autos, ropa, viajes, escuelas y todo tipo  de satisfactores que, bajo el manto sagrado de la aspiración, florecieron hasta convertirse en sentido  de vida para  millones de seres humanos por generaciones, capaces de hacer campamento por días fuera de la tienda de la manzana mordida para comprarse el celular de última generación mientras posteaban su guardia en el magnífico, útil pero desactualizado celular que poseían en ese momento.

Ganar con el dinero que se consume, en cambio, es un concepto que exige una cultura distinta de  la del consumo a ultranza practicado  hasta este momento. Esa cultura se centra en una noción   lejana si partimos de la realidad del ejemplo recibido de la generación consumista de la que uno  proviene. El contratar servicios financieros no ideados para consumir sino para ahorrar, prever, anticipar pérdidas y trasladarlas antes de que ocurran  es un ejemplo inexistente en millones de familias, que ahora sufren   por no tener dinero para seguir consumiendo.

Raros, aunque reales,  son los ejemplos de familias que previeron una caída en el ingreso familiar y por ello idearon un modelo de ahorro que mitigara las consecuencias de esa pérdida.

¡Eso es, exactamente, ganar con el dinero que se consume!

Ahorrar, asegurarse, invertir, capitalizar la cuenta de afore,  tomar capital en contratos para la jubilación y educación de los hijos o  simplemente  comprar capital para pagar hospitalizaciones y sustituciones cuando el titular de una familia fallece por causas atribuibles  a una pandemia o a un deterioro gradual y constante de la salud son prácticas que ofrecen un  ejemplo claro y  contundente (aunque lamentablemente poco “aspiracional”) de prudencia económica, buen juicio y previsión. Por desgracia, de ellas  carece la población en una abrumadora mayoría.

Es momento de la cultura. Es la hora de abrazar en definitiva la causa cultural para modificar  de una buena vez  la realidad de millones de familias que hoy tienen  en un armario  todo lo que alguna vez compraron, según  la lógica de ganar para consumir. La pregunta, siempre presente en estos casos, se centra en comprobar si la gente aprendió, o sólo está alterada por la afectación que vive en este momento.

La disyuntiva, la decisión o  la tendencia  de esa “nueva normalidad” será exactamente ésta: 

¡Consumir con el dinero que se gana, o ganar con el dinero que se consume!

Las opiniones expresadas en los artículos firmados son las de los autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista de El Asegurador.

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