El secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres advirtió que es casi seguro que se produzca una recesión mundial sin precedente, ante la cual la Organización Internacional del Trabajo refirió que, para finales de este año, los trabajadores de todo el mundo podrían perder hasta 3.4 billones de dólares en ingresos.
A través de un texto de su autoría, Guterres refirió que la crisis sanitaria mundial -nunca vista en los 75 años de historia de las Naciones Unidas- está propagando el sufrimiento humano, infectando la economía mundial y trastocando la vida de la gente. Se trata, sobre todo, de una crisis humana que requiere solidaridad. Nuestra familia humana está estresada y el tejido social se está rasgando. La gente está sufriendo, enferma y asustada.
El secretario general de la ONU agregó que en este momento es muy relevante la acción política coordinada, decisiva e innovadora de las principales economías del mundo. “Debemos reconocer que los más afectados serán los países más pobres y los más vulnerables, especialmente las mujeres”, sentenció.
El representante del organismo internacional celebró también que líderes del G20 decidieran convocar a una cumbre de emergencia la semana próxima para responder a las colosales dificultades que plantea la pandemia de COVID-19.
Antonio Guterres refirió además que estamos en una situación sin precedente en la que ya no aplican las reglas de siempre, por lo que no podemos recurrir a las herramientas usuales en tiempos tan inusuales.
“Nuestro mundo se enfrenta a un enemigo común: estamos en guerra con un virus. El COVID-19 está matando gente, además de atacar el núcleo de la economía real: el comercio, las cadenas de suministro, los negocios, los puestos de trabajo. Hay ciudades y países enteros en confinamiento. Se están cerrando fronteras. Las empresas están tratando de permanecer abiertas; y las familias, de mantenerse a flote” subrayó el dirigente de la ONU.
Finalmente, Guterres hizo énfasis en que tenemos la oportunidad de gestionar bien la crisis, y lograr que la recuperación tome una dirección más sostenible e inclusiva. Por el contrario, la mala coordinación de las políticas podría fijar —e incluso empeorar— desigualdades que ya son insostenibles, lo que anularía los logros del desarrollo y la reducción de la pobreza que tanto costó alcanzar.
Para ello, sugirió tres líneas de acción:
- Hacer frente a la emergencia sanitaria. El gasto en salud debe incrementarse de inmediato para satisfacer las necesidades urgentes y el aumento de la demanda —ampliar la cobertura de las pruebas de detección, reforzar las instalaciones, retribuir a los trabajadores de la salud y garantizar la suficiencia de suministros—, respetando plenamente los derechos humanos y evitando el estigma. La solidaridad mundial no es solo un imperativo moral: es por el bien de todos.
- Centrarnos en el impacto social y en la respuesta y la recuperación económica. A diferencia de lo que ocurrió en la crisis financiera de 2008, la respuesta en este caso no radica en inyectar capital solamente en el sector financiero. Esta vez no se trata de una crisis bancaria; y, de hecho, los bancos deben ser parte de la solución.
Estamos ante una crisis humana en donde lo más importante es que nos centremos en la gente: los trabajadores que perciben salarios bajos, las pequeñas y medianas empresas y los más vulnerables.
- Tenemos la responsabilidad de “recuperarnos mejor”. La crisis financiera de 2008 demostró sin lugar a dudas que los países cuyos sistemas de protección social eran sólidos fueron los que menos consecuencias padecieron y los que se recuperaron más rápidamente.
“Debemos asegurarnos de que se aprendan las lecciones y de que esta crisis sea un hito en lo que respecta a la preparación para las emergencias sanitarias y a la inversión en los servicios públicos esenciales del siglo XXI y la provisión efectiva de bienes públicos mundiales. Hoy más que nunca necesitamos solidaridad, esperanza y voluntad política para superar esta crisis juntos”, concluyó Antonio Guterres.