La palabra procrastinar se ha puesto muy de moda en los últimos años. Sin embargo, tiene mucho más tiempo su significado. Tanto es así, que proviene del latín procrastinare, y significa dejar para otro día las cosas que sabes que tienes que hacer en el presente.
Muchos procrastinamos, y no es precisamente por flojera o desidia, hay muchas razones por las que lo hacemos, y no sólo con cosas que no nos encanta hacer, sino incluso con cosas que tienen importancia para nosotros.
Les recomiendo escuchar un podcast de unos amigos expertos en la materia, Alejandra Usabiaga y Manuel Turrent, en el que, a través de una amena y divertida charla, nos ilustran perfectamente sobre la procrastinación, sus causas, consecuencias, desventajas e incluso de algunas aspectos que pudiesen resultar no tan negativos de la procrastinación.
El vínculo es el siguiente:
Pero esta reflexión está enfocada no a las cosas que tenemos que hacer y dejamos para mañana. Va dirigida a reflexionar sobre ciertas situaciones de nuestra vida en las que también, sin darnos cuenta, procrastinamos y pueden ser cosas aparentemente sencillas, pero que finalmente revisten gran importancia si queremos vivir más felices.
Es un hecho que no sabemos cuánto tiempo más vamos a vivir, nadie tenemos la vida comprada y por más recursos que pudiésemos tener, hay dos verdades irrefutables en las que deberemos reflexionar:
La primera, es que el tiempo se nos está agotando con cada minuto que pasa. Sí, cada minuto que pasa tenemos menos tiempo de vida, todos lo sabemos, pero todos seguimos viviendo como si eso no fuese a ocurrir, como si pensáramos que tenemos más tiempo.
Y la segunda, es que no es factible comprar tiempo, por más recursos que uno tenga, no es factible comprar ni un solo minuto de vida siquiera.
Entonces, la gran pregunta es ¿por qué dejamos las cosas para después? Sobre todo las cosas que nos hacen felices, y eso me lleva a la conclusión de que estamos procrastinando el vivir, estamos procrastinando nuestra felicidad sin hacer las cosas que más nos gustan.
Sí amigos, procrastinamos cuando guardamos un buen vino para una buena ocasión, sin saber que es posible que nunca abramos esa botella.
Procrastinamos cuando no usamos cierta ropa que nos encanta para dejarla para ocasiones especiales, sin saber que nadie nos asegura que la volvamos a usar y que tal vez terminará siendo regalada a alguien más cuando abandonemos este plano.
Procrastinamos cuando no hacemos esa reunión o fiesta con los amigos porque la estamos planeando para cuando cumplamos 50, 60, 75 años… ¿Quién nos asegura que vamos a llegar a esa edad?
Procrastinamos cuando no le llamamos a un amigo que queremos saludar e invitar a comer o a desayunar.
Procrastinamos cuando no arreglamos esa situación con un familiar porque estamos esperando una buena oportunidad para hacerlo, sin saber que a lo mejor nunca va a llegar.
Procrastinamos cuando no cantamos, ya sea solos o acompañados, porque pensamos que no lo hacemos lo suficientemente bien.
Procrastinamos cuando no bailamos porque nos da pena.
Procrastinamos cuando no hacemos ese viaje por el que tanta ilusión tenemos, y que por planear con tanta precisión se nos va el tiempo sin darnos cuenta.
Procrastinamos cuando no le decimos a nuestra familia o a gente querida o a nuestros amigos cuánto los amamos y que deseamos verlos porque los extrañamos.
Procrastinamos cuando no escribimos una carta a la gente que amamos para decirle esas cosas que a veces no nos atrevemos a decir en persona.
Procrastinamos cuando no le damos muestras de cariño o no le pedimos un abrazo a la gente que queremos, por el simple hecho de tener ganas de abrazarla; cuando retardamos por alguna razón nuestra necesidad de afecto o la de nuestra pareja, tanto en lo emotivo, como en lo sexual.
Procrastinamos cuando dejamos para mañana el hacer ejercicio, aun sabiendo que debemos establecer una rutina de ejercicio diario, lo dejamos para empezar la semana próxima o nada más que terminen las fiestas.
Procrastinamos cuando no estamos atentos a nuestra salud, a esos avisos que muchas veces nos llegan y los dejamos pasar hasta que se convierte en algo crítico.
Procrastinamos cuando no le damos las gracias a tanta gente a la que sentimos le debemos gratitud, ya sea por pena, o por esperar la situación ideal.
Procrastinamos en tantas cosas de nuestra vida personal, que pareciera que no es vital para nosotros atenderlas.
Dejemos de procrastinar la vida, disfrutemos a tope, riamos, bailemos, cantemos, pongámonos la ropa de domingo, aun para estar en casa y hagamos todas las cosas que nos hacen felices, porque estemos conscientes o no, se nos agota el tiempo, mientras, nosotros seguimos “procrastinando la vida”.