Hace unos días veía en Netflix un documental sobre John Lennon y recordé una de sus frases: “La vida es lo que te sucede mientras haces planes”. Voz autorizada la de Lennon, sin duda: lo mataron a los 40 años, cuando hacía planes para consolidar su naciente carrera como solista.
Del mexicano se dice que no hace planes. Es el rey de la improvisación y confía en la buena providencia para resolver sus apuros. Ya serán mis hijos quienes se encarguen de mantenerme cuando esté viejo. La solidaridad familiar metiendo el hombro en caso de enfermedad, desempleo y hasta muerte, con la famosa coperacha para ataúd y últimos gastos.
Es cierto entonces que la mayoría vive al día, y no es de extrañar: con menos de 15,000 pesos de ingreso por familia, dos tercios de la población inicia una jornada medio atropellada para trabajar y llegar angustiosamente a fin de mes. Los números cuentan la realidad de casi 60 por ciento de la población que trabaja en la economía informal, sin ingreso fijo ni prestaciones ni seguro social o un plan de pensión. Se hace indispensable el respaldo de familiares y conocidos para cubrir los gastos de los viejos, que ya no pueden manejar un taxi a los 80 años.
Lupita acude dos veces por semana a casa de la licenciada, donde medio barre, medio asea los baños, lava la ropa y hace la comida. A los cincuenta años, ella es líder de la familia Rosas. Lupita permanece en línea, pegada a su celular con audífonos, sin dejar de moverse para realizar los quehaceres de la casa en turno mientras indica a su esposo cómo evitar que lo corran, escucha a su hijo mayor relatar los pormenores de un tortuoso proceso de separación matrimonial y da indicaciones para que no dejen sin datos a su desesperado nieto, que la llama cada cinco minutos.
La madre de Lupita falleció hace dos años, y con esa partida se apagó la luz que le indicaba el camino con refranes e instrucciones duras pero precisas. Ahora es ella quien enfrenta lo que venga, convirtiéndose en la guía de toda la grey. Sin comentar nada, deja ver su esperanza en el hoy por mí mañana por ti que le dará en el futuro la protección cuando alguien tome el relevo. Ojalá los millennials de su familia mantengan el espíritu que dé continuidad a la larga cadena de esfuerzos transgeneracionales, que funciona mejor que cualquier afore. Sería injusto condenar a Lupita a pasar penalidades después de rifarse el físico tantos años.
No es de extrañar que el Peje, profundo conocedor de la realidad mexicana gracias a sus veintiún años de campaña, entregue dinero a viejitos, madres solteras y estudiantes. Integrando al Gobierno a la mutualidad familiar con tantos años de existencia, aprovecha para llevar agua a su molino de aspiraciones de permanencia por muchos años más. El Banco del Bienestar se reporta listo para la apertura de 500 sucursales donde podrán depositarse las dádivas y recibirse las remesas. Y esto es sólo el principio…
A diferencia de cualquier otro ser vivo, el humano siempre hace planes, incluso a su pesar. Quien tiene asegurado un techo y tres comidas al día para su familia toma conciencia de su necesidad de seguridad; y entonces, sólo entonces, empieza a hacer planes de manera consciente. Si se trata de un Godínez de mayor o menor jerarquía, quien decidió atar su destino al de una empresa insertada en la economía formal, simplemente enlaza día tras día con café y topers para formar semanas, meses y años, hasta llegar al pastel de despedida, embarrado en el chaleco, de la merecida jubilación. Ése es todo un plan, puesto en marcha a temprana edad y realizado con invencible perseverancia.
Si en esos azares de la vida, tan frecuentes en los últimos años, la empresa decide prescindir de los servicios del leal empleado, éste enfrentará un infierno de meses, y a veces años, hasta encontrar otra pradera, más verde o más amarillenta, donde pacer hasta que el tiempo reglamentario se cumpla y sea posible dedicarse a crucigramas y paseos o a un trabajo informal o negocito para nivelar el ingreso familiar.
Retirarse, lo que se dice retirarse, es difícil para los de la Ley 73, e imposible para los de la Ley 97, quienes ya empiezan a llegar a la edad de jubilación después de 25 años de trabajo. Si el monto alcanza al principio, la inflación lo hará insuficiente al cabo del tiempo.
Los únicos que no sufren son los mexicanos de primera, los pensionados de Pemex, CFE e IMSS, con pensiones sin límite y actualizadas al último ingreso. La inflación no es el peor enemigo: a pesar de haber recibido un “aumento de sueldo” cuando los hijos decidieron volar y dejaron de consumir parte del ingreso familiar, existen gastos que aumentarán con los años, como médicos, medicinas y seguro de Gastos Médicos Mayores. Con incrementos porcentuales anuales de dos dígitos, las primas de quienes rebasan los cincuenta años de edad llegan rápidamente a niveles en los que los asegurados se ven orillados a castigar el plan con hospitales de menor categoría, deducibles mayores y cuanta alternativa les permita continuar con una protección menguada, pero al fin mejor que nada.
Llegar a los 60 o a los 65 no es el final de la jornada laboral en la vida para los de la Ley 97. Rafael, hoy de 50 años, empezó a trabajar hace 27 años, y nunca ha dejado de pertenecer a la economía formal. Su saldo en la afore es de 2 500 000 pesos, lo cual, a primera vista, parece una suma respetable. Él quiere retirarse a los 60, y calcula que en los 10 años que faltan, con el apoyo de patrón y Gobierno, podrá acumular otros 800,000 pesos, para llegar a una cifra total de 3,300,000. Si decide adquirir un producto de renta vitalicia, podrá disfrutar de una pensión mensual de alrededor de 17,000 pesos.
La reducida cifra lo angustia. ¿Sólo 20 por ciento de su ingreso actual? Ya pagó su casa y prevé retirarse con automóvil nuevo, pero sólo el seguro de Gastos Médicos Mayores representa 8,000 pesos al mes. ¿De dónde va a sacar para comida, servicios, celular, Netflix, medicinas, médicos, predial, tenencia, gasolina y demás? Él calcula un mínimo de 40,000 pesos al mes para librarla. Y ya se veía viajando por el mundo, disfrutando de la vida con su esposa…
Sentado a la mesa del comedor un sábado en la mañana, Rafael hace cuentas: para tener una pensión de 40,000 pesos mensuales, necesita un ahorro voluntario de 4,400,000 pesos. Eso significa ahorrar 37,000 pesos mensuales durante los próximos 10 años. Imposible. Con dos hijos en la universidad, ya le cuesta salir con tanto gasto. Sandra, su esposa, tendrá que buscar un trabajo, y el retiro a los 60 queda descartado. Si se retira a los 65 años, eso significa cinco años menos de retiro soportado con ahorro y cinco años más para ahorrar lo necesario. A pan y agua, concluye Rafael. Menos mal que se dio cuenta a tiempo de la necesidad de empezar a ahorrar para poder aspirar a un retiro digno, tal vez lejano de las imágenes publicitarias, pero independiente y sin tener que pedir frías a sus hijos para vivir.
Sesenta y cinco años sigue siendo una buena edad para dedicarse a hacer lo que le gusta, intenta convencerse. Además, concluye, siempre le ha gustado trabajar. Sólo ruega por la oportunidad de conservar un empleo hasta esa edad. Ya ha habido recortes de viejos en la empresa. Tendrá que redoblar su dedicación para convencer a sus patrones de la utilidad de su experiencia. O que por lo menos pasen los años para llegar al punto en que les resulte más caro liquidarlo que integrarlo a activo fijo como referencia del interés que la empresa pone en cuidar de sus empleados. Él nunca ha sido un optimista. El ardor de estómago le dura toda la mañana.
Es posible que el Gobierno se radicalice y ofrezca a todos los mexicanos una pensión universal suficiente, pero eso es muy poco probable. Ya está garantizado el salario mínimo, y no hay dinero para más. Estamos solos en lo de formar la pensión, y la salida fácil es empezar a ahorrar cuanto antes, sin pensar que nuestros fondos en la afore alcanzarán. Lo difícil es ejecutarlo.