La juventud es una etapa difícil en la vida de las personas; un periodo de transición en el que se toman decisiones trascendentales en muchos ámbitos, especialmente en la educación y el trabajo. Hay personas que tienen que decidir entre seguir estudiando o empezar a trabajar para ayudar a su familia.
El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Centro Internacional de Investigación para el Desarrollo (IDRC) elaboraron un estudio titulado Millennials en América Latina y El Caribe: ¿trabajar o estudiar?, con la finalidad de comprender mejor las características de estos jóvenes.
La investigación fue realizada durante cuatro años y participaron más de 15,000 jóvenes, con edades comprendidas entre 15 y 24 años y provenientes de Brasil, Chile, Colombia, El Salvador, Haití, México, Paraguay, Perú y Uruguay.
Pocos, los que trabajan
La encuesta arrojó que 41 por ciento de los jóvenes de la región se dedica solamente a estudiar o capacitarse. El 21 por ciento trabaja, 17 por ciento realiza ambas actividades, y el 21 por ciento restante pertenece al grupo de los que ni trabajan ni estudian, que está conformado en su mayoría por las mujeres y hombres de menos recursos. Por un lado, México, El Salvador y Brasil son los que muestran un porcentaje mayor de este tipo de jóvenes (superior a 20 por ciento). En el extremo contrario se encuentra Chile, donde solamente 14 por ciento de los jóvenes encuestados está en esta situación de desempleo y ajeno a las aulas.
En México, revela la investigación, 36 por ciento de los millennials se dedica solo a estudiar; 24 por ciento solo trabaja; 15 por ciento estudia y trabaja; mientras que 25 por ciento no hace ni una cosa ni otra.
Buscan, pero no encuentran
Aunque esta condición de desempleados y fuera de las aulas puede llevar a considerarlos como ociosos e improductivos, la realidad en América Latina y El Caribe es otra, ya que 31 por ciento de los jóvenes que pertenecen a este grupo está buscando trabajo (sobre todo hombres), puntualiza el diagnóstico. Además, más de la mitad, 64 por ciento, se dedica a labores domésticas o presta ayuda en los negocios de su familia. Es decir, en contra de las convenciones establecidas, este estudio prueba que la mayoría de estos jóvenes no carece de obligaciones, sino que realizan otras actividades productivas.
¿Estudiar o trabajar?
Las oportunidades de acceso a la educación, los años de escolarización promedio, el nivel socioeconómico y otros elementos, como la paternidad temprana o el entorno familiar, son algunos de los principales factores que influyen en la decisión de los jóvenes de incorporarse al mercado laboral o proseguir su preparación académica, destaca el estudio del BID.
En todos los países, continúa la investigación, la prevalencia de la maternidad o paternidad temprana es mayor entre los jóvenes que se encuentran fuera del sistema educativo y del mercado laboral.
Por otra parte, existen otros factores que no se levantan usualmente en las encuestas de hogares y que la literatura en América Latina y El Caribe no ha analizado lo suficiente pero que tienen un peso importante sobre esta decisión, como las habilidades con las que cuentan los jóvenes, la información de la que disponen acerca de los retornos educativos, sus creencias sobre las capacidades propias, así como sus expectativas y aspiraciones, precisa el BID. Asimismo, indica que la juventud supone una segunda oportunidad, después de la infancia, para desarrollar el conjunto de habilidades requeridas para una inserción laboral exitosa en el futuro.
¿Están preparados?
Las mediciones que se realizaron para este estudio arrojan claroscuros. Por un lado, se observa un rezago importante en las habilidades cognitivas de los jóvenes de América Latina y El Caribe. Alrededor de 40 por ciento de los encuestados no es capaz de realizar correctamente cálculos matemáticos muy sencillos, útiles para la vida diaria, como repartir un monto de dinero en partes iguales. Además, los jóvenes de la muestra carecen de algunas habilidades técnicas esenciales para el nuevo mercado laboral. Por ejemplo, menos de la cuarta parte declara hablar inglés con fluidez. De no corregirse estas deficiencias, estas brechas de habilidades serán una limitante para alcanzar un buen desempeño en el mercado laboral.
Frente a estos signos de preocupación, también se registran resultados positivos: los jóvenes encuestados, a excepción de los de Haití, manejan dispositivos tecnológicos con mucha facilidad; es decir, cuentan con una habilidad clave para la inserción laboral en un mercado cada vez más tecnologizado, subraya la investigación.
Los resultados son también alentadores cuando se trata de las habilidades socioemocionales, puesto que los jóvenes muestran niveles relativamente altos de autoestima (la percepción que las personas tienen de sí mismas), autoeficacia (la capacidad para organizarse a fin de cumplir las propias metas) y perseverancia (la capacidad de seguir adelante a pesar de los obstáculos), entre otras, que permiten ser optimistas respecto de las posibilidades que tienen para insertarse en un mercado laboral cambiante, afirma el BID. En todos los países analizados, amplía el estudio, los jóvenes muestran indicadores altos en promedio en las respectivas escalas de medición de las tres variables, con Colombia a la cabeza de la escala, y Haití con los resultados más bajos.
La combinación de altas habilidades tecnológicas y socioemocionales indudablemente genera esperanza sobre cómo los jóvenes afrontarán los nuevos retos del mercado laboral, sentencia el BID; sin embargo, es fundamental reconocer que estas habilidades podrían ser insuficientes para una inserción laboral exitosa. Por un lado, los rezagos en habilidades cognitivas son importantes y podrían limitar el desempeño laboral de los jóvenes. Por otro lado, a pesar de los prometedores niveles de las habilidades socioemocionales medidas en el estudio, los empleadores de la región manifiestan que los trabajadores carecen de otras habilidades socioemocionales relevantes (por ejemplo, liderazgo, trabajo en equipo y responsabilidad).
Son optimistas de cara al futuro
El estudio también especifica que los jóvenes de esta región del mundo son, en general, optimistas acerca de su futuro. De hecho, aunque la cobertura actual de la educación superior en la región se ubica en promedio en torno a 40 por ciento, una mayoría abrumadora de los encuestados (85 por ciento) aspira a completar la educación superior, e incluso declaran estar altamente seguros de que lo lograrán. Algo llamativo es que en ello coinciden todos los jóvenes, independientemente de su situación educativa y ocupacional. Solo en Haití los jóvenes muestran expectativas menos optimistas: únicamente 65 por ciento de los jóvenes cree que logrará cumplir sus aspiraciones educativas y laborales.
La investigación también brinda información novedosa sobre el papel que juegan las aspiraciones y expectativas de los padres o tutores de estos jóvenes en algunos de los países. En México, por ejemplo, existe una clara relación positiva entre las aspiraciones de los padres y la inversión en capital humano en los jóvenes. Es decir, los padres que esperan que sus hijos alcance mayor nivel de educación tienden a invertir más recursos en su currículo educativo. Los datos longitudinales de Perú y Uruguay confirman este hallazgo. En ambos países se observa que los jóvenes con mayores niveles de inversión en capital humano provienen de hogares donde los padres han tenido históricamente mayores aspiraciones y expectativas educativas para sus hijos.
¿Qué saben sobre el mercado laboral?
Otro aspecto relevante del diagnóstico estriba en que los jóvenes no cuentan con suficiente información sobre la remuneración que pueden alcanzar por cada nivel de educación, lo que podría llevarlos a tomar decisiones equivocadas sobre su inversión en ella. En México, esta fracción de jóvenes con información sesgada puede superar 40 por ciento de este conglomerado social.
Los errores que cometen los jóvenes al proyectar los salarios que ofrece el mercado laboral no son idénticos, alerta el BID. En algunos países, como en Colombia y Chile, los jóvenes sobreestiman las remuneraciones que reporta completar tanto la educación secundaria como la universitaria. Lo contrario sucede en Brasil y El Salvador, donde, en promedio, los jóvenes subestiman estos salarios, aunque en menor cuantía.
Por último, el estudio que elaboró el BID y el IDRC concluye que en México los millennials sobreestiman las remuneraciones que se pueden obtener al terminar la educación universitaria, pero subestiman lo que significa completar únicamente la secundaria.