Imposible dejar de lado el trascendental momento que estamos viviendo. Estamos frente a uno de los mejores actores políticos. Hábil para la espontánea controversia, zigzagueante, que lo mismo evade probadas razones económicas que incómodas verdades que laceran el tejido social.
De fácil y falaz argumentación, presume lengua ligera en búsqueda de palabras sencillas, y mal dichas, que lo identifiquen con el vulgo (sin pretender ser peyorativo) al que seduce y enamora con suaves caricias dadas con el guante de los programas de asistencia social.
Un ser evolucionado in extremis, a grado tal que ha desarrollado el órgano de Jacobson (el cual se encuentra en el interior de la boca en algunas especies) que le sirve, en su caso, para rastrear e identificar en el aire la mínima oportunidad para vituperar, denostar y, en la más de las ocasiones, mentir.
Revestido de un tremendo complejo de inferioridad, justificado, entre otros, con el desdén con el que le trató la nodriza tricolor que lo amamantó en su nacimiento político, que lo dejó a su suerte en la pubertad de la militancia y, por si fuera poco, que le criticó acremente, en su juventud temprana, con ojos de madre prejuiciosa, al grado de inhibir el ardiente deseo prodigado a la pretensa que despertó sus más húmedos deseos, sí, la gubernatura de su estado natal.
Así, como todo aquel que ha mascado más fracaso que tabaco, herido en lo más profundo de su sentimiento político, decidió poner pie en marcha hacia un horizonte misterioso, no por desconocido, sino por la incertidumbre de su viabilidad en una sociedad como la nuestra… la izquierda.
En este punto la amnesia es un síntoma inequívoco. Por definición la negación no tiene cabina (negar la inexistencia es dar pie a un silogismo que da fe de esta), luego entonces lo que motivaba, ahora paraliza, aquello que apasionaba, genera ahora repulsa, la doctrina no es más dogma, la verdad es mentira y la mentira es ahora, la base sobre la cual se cimentó una empinada cuesta hacia la “grande”.
El argumento no existe, la intención y el motivo se unen en un solo propósito, llegar; acceder por el solo hecho de hacerlo, ir tomando registro de los enemigos y archivarlos para, una vez alcanzada la meta, desempolvarlos sin orden ni prioridad, solo desempolvarlos para sobajarlos, que la oportunidad la pintan calva, (en alusión a su acérrimo).
Hacerlo en una cabalgata quijotesca sería una sinrazón, la empresa es monumental y merece el involucramiento de muchos afines, hay que ganar adeptos, pareciera difícil, no lo es. La circunstancia abona a favor, la alternancia roja y azul no ha respondido al nivel de exigencia y esperanza puesto en una y otra, el “cambio” es posible.
Luego entonces adoctrinar hacia un gobierno del pueblo y para el pueblo, donde “el pueblo quita y el pueblo pone”, donde “primero los pobres”, es tarea de constancia, no de razonamiento. El hartazgo del saqueo cínico y desvergonzado da pie a modernos Robin Hood que quitan a los ricos y dan a los pobres, aunque sea solo en retórica; la idea revanchista de emparejar a todos en el círculo de la necesidad, en el cinturón de miseria, comienza a arraigarse en un amplio sector de la población, que no de la sociedad.
Distinguimos un muy estructurado plan: Polarizar arraigando la idea binaria de fifís y chairos, Mirreyes y Godinez, el famoso “estás conmigo, o estás contra mí”, generando adeptos radicales y, aquellos que no lo son, que para el caso que nos ocupa, serán señalados como “adversarios”.
Una vez afianzados los polos, entramos a la fase dos: Definir al enemigo común, lo cual no requirió de análisis alguno, el enemigo común es el Neoliberalismo, un formidable Leviatán al que hay que vencer en una batalla épica, casi mitológica, comenzando por decapitar su manifestación más característica, es decir, la corrupción.
Y en la corrupción entran todos, si, todos aquellos que no están con él y que por el simple hecho de no estarlo manifiestan su adhesión intrínseca a la trampa, al coyotaje, a la mordida, al negocio oscuro. Todo aquello que huela a bonanza es motivo de sospecha y persecución, porque el rico es malo, por definición, y la pobreza -para este intento de dictador- es la forma de trascendencia más digna a la que puede aspirar todo nacional. (luego entonces, alguna casa gris sería una especie de circulo de Dante).
No olvidar el “democrático” intento de emparejamiento intelectual, copiando el estilo soso de “Siempre en Domingo” con un Raúl Velasco aparentando ignorancia para mimetizarse con el televidente. Ahora, el mimetismo inicia mofándose del letrado, del culto, del “intelectual orgánico”, arengando contra escritores, filósofos y todo aquel que medianamente cuente con cierto nivel de ilustración. “Ignorantes todos, iguales todos”
El caldo de cultivo esta generando sus primeros brotes, es abonado con fórmulas añejas, pero eficientes, entra en juego el bombardeo adoctrinador mediante propaganda barata, vulgar, corriente. Pero no es un error, es una estrategia de gran calado que florece, desafortunadamente, en un amplio sector de la población, aquel más resentido, inculto, necesitado, aquel que vende la dignidad por asistencia, aquel que piensa que las migajas que recibe salen del bolsillo del mesías y no de los contribuyentes.
Al amparo de “aquellos robaban más” y “por lo menos estos reparten” no solo se ganan adeptos, se obtienen hordas de fanáticos dispuestos al borreguismo electoral, al mitoterismo y, en no pocos casos, al enfrentamiento, de suyo, violento.
Ahora, para este personaje es fundamental borrar todo vestigio de atino de las administraciones anteriores, por el contrario, todo mal que aqueje en la actualidad será consecuencia de lo que hicieron, o dejaron de hacer. El incansable retumbar de argumentos, un día si y otro también, de ideas muy cortas, vagas la mayoría de las ocasiones, pero constantes en su difusión, generan la pérdida de la memoria a largo plazo, creando una atmósfera de que lo “bueno” solo se ha tenido a partir de su llegada.