Si a estas alturas del año o de la vida estás pensando en independizarte en 2020, correrás el riesgo de caer bajo el yugo del peor jefe en comparación con cualquiera que hasta ahora hayas tenido: tú mismo, dijo Michael E. Gerber en julio de 1994, autor del libro El mito del emprendedor, en el cual plantea y responde a la inquietud de por qué no funcionan las pequeñas empresas y qué hacer para que funcionen.
En la obra editada por Paidós Empresa, Gerber advierte, en efecto, que, lejos de alcanzar tu sueño de libertad, entrarás en una fase de esclavitud tal que te llevará, en cualquier momento, a renunciar y, en consecuencia, a formar parte de las estadísticas de “mortalidad” en materia de emprendimiento; y todo ello ocurrirá así salvo que uno comprenda que para tener éxito “tan solo se requiere saber qué hacer”.
De entrada, Gerber advierte que su texto trata de una idea: la de que un negocio es solo el reflejo de lo que uno es. Así que, si uno es chapucero, nuestro negocio será chapucero; si uno es desorganizado, también nuestro negocio será desorganizado; si uno es codicioso, entonces nuestros empleados actuarán codiciosamente, ofreciendo cada vez menos de sí mismos y pidiendo más y más…
Gerber no escribe, claro, para disuadir la entrada al mundo del emprendimiento, sino para que aquellos que decidamos iniciar una aventura empresarial —o ya estemos en una— identifiquemos esos puntos finos que pueden ayudarnos a encauzar nuestros proyectos, de manera que éstos sean lo que queremos que sean, y no constituyan un mero autoempleo que en el corto plazo termine agotándonos.
El mito del emprendedor es, y así lo advierte su autor, solo una lista de prescripciones para tener éxito; “un llamado a la acción”. Y lo afirma convencido de que los límites que en otras épocas fueron sólidos —en referencia a los geográficos, políticos, sociales, emocionales— hoy ya no lo son. Desde su perspectiva, “las reglas cambian constantemente; la gente no puede vivir sin límites, sin estructuras, sin reglas”.
En el propósito de infundir esperanza, las ideas contenidas en el libro llegan a una precisión tan fina que asustará a muchos: el problema no está allá fuera, aunque el ambiente esté lleno de signos desalentadores; el caos no ha sido creado por factores exteriores; los problemas no provienen del entorno. Según los estudios y experiencia del autor, todo lo descrito y mucho más emana de cada uno de nosotros.
Y es que muchos de nosotros, cuando iniciamos un negocio, caemos en la trampa de pensarnos empresarios, cuando lo único que creamos es un autoempleo en el que trabajamos día y noche haciendo lo que sabemos, es decir, ejecutando las acciones que crean el producto o el servicio que deseamos ofrecer a un mercado, un segmento, un nicho, olvidándonos pronto del visionario que invitó a fundar un negocio.
Es común, de acuerdo con la experiencia, que, si el impulso empresarial viene de alguien que sabe hacer algo, es decir, del técnico, ese alguien termine inmerso en la elaboración del producto o servicio, olvidándose de dos personajes que resultan esenciales para que un negocio tenga probabilidades de alcanzar el éxito: el comercial y el administrador. En otras palabras, se necesitan ventas y también orden.
Michael E. Gerber desarrolla por ello, en tres capítulos, propuestas sólidamente argumentadas e incuestionables, para que entendamos las razones por las cuales determinados proyectos de negocio no son lo que son y no funcionan como deberían funcionar; aunque, sobre todo, expone los caminos que podemos seguir si estamos dispuestos a ir más allá de iniciar proyectos que mueren pronto.
El autor insiste, sin embargo, en una idea: el negocio no es lo importante; lo importante es el propietario, invitándonos por ello a plantearnos y responder algunas preguntas básicas: ¿qué es lo que más valoro? ¿Qué tipo de vida quiero? ¿Cómo quiero que evolucione mi vida y en qué debe convertirse ésta? ¿Qué y quién deseo ser? ¿En qué me quiero convertir? Gerber considera todo esto como nuestra vocación inicial.
Y tanto peso le da Gerber a la vocación inicial que la coloca como el número uno entre siete que luego aporta como guía, en la que incluye: el objetivo estratégico, así como estrategias en materia de organización, directiva, de personal, de marketing y de sistemas. Eso, recalca, conduce a crear el guión para poder comenzar a vivir la clase de vida que queremos vivir intencionadamente, y no accidentalmente.
El autor reitera siempre, por supuesto, que “no existe nadie más allá fuera que uno mismo”. De ahí que abunde en la idea de que no es nuestro negocio lo que debemos temer perder, sino a uno mismo. Y su exhortación es clara: “Hasta que vayas más allá de la zona de confort, no llegarás a saber lo que puedes haber perdido”. Debemos levantar la cortina y saber qué hay del otro lado de ella.
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