Mitos fundacionales

Charlemos seguros

El asegurador

“¡Viva México!”, hemos gritado con fuerza, vigor y orgullo en todas y cada una de las celebraciones patrias vividas a lo largo de nuestra existencia. Acompañados por comida y bebida típica mexicana, los festejos engalanan la noche del 15 y todo el día 16 de septiembre, cuando degustamos la gastronomía y demás tradiciones heredadas por nuestros antepasados.

El significado de nuestra identidad transita, sin embargo, desde la épica defensa de ideales independientes y revolucionarios hasta la enfermiza abyección frente a corrientes extranjerizantes que han venido a suplir al verdugo colonizador de hace más de  500 años.

La fundación de nuestra identidad tiene matices y referencias históricas que, por obvias limitaciones   de espacio y tiempo, es difícil tratar en un solo artículo. En el arranque de esta columna propongo referir el tema fundacional de nuestra identidad a  las prácticas que, por décadas, han estado presentes  en la realidad previsional de las familias mexicanas.

Las referencias de felicidad prehispánica han sido interpretaciones de historiadores que, con las evidencias de esa época, lograron identificar causas por las que la civilización de estas latitudes disfrutaba  su existencia…,  hasta que un invasor llegó a alterarla.  La vida colonial no sufrió graves alteraciones sociales  hasta que llegó el tiempo de  quienes sacrificaron su vida por la independencia.

La misma referencia de estoicismo está presente en la lucha armada contra  las invasiones extranjeras del siglo XIX, la Reforma y  el Porfiriato; y la Revolución, ya en el siglo XX. A pesar del sacrificio y la muerte, el mexicano vive su alegría nacionalista recordando a todos aquellos personajes, elevados a rango de héroes,  que nos dieron patria y libertad.

La fundación de nuestra identidad es abundante en referencias históricas de esa naturaleza,  además de la documentación permanente de  las innegables riquezas naturales, arqueológicas y de ubicación geográfica, que han hecho de México un sitio bendecido por otra de las creencias de mayor peso en nuestra identidad:  Dios y su manifestación femenina en la morenita del Tepeyac.

¿Cuántos de estos pasajes históricos fueron realidad y cuántos son un mito?

Muchas   (tal vez decenas) de esas historias fueron ideadas para fortalecer las creencias que sostienen al mexicano en pie de lucha a pesar de desastres provocados por la naturaleza, el hombre y los sistemas de gobierno que, por medio de esas referencias, hemos sostenido desde ese lejano siglo XVI.

La fundación de las familias contiene también una serie de historias y mitos que, por desgracia, superan muchas veces la felicidad que pudo haberse vivido. Dos palabras son suficientes para echarse encima la responsabilidad económica más grande que una persona pueda asumir en la  vida:  “¡Sí, acepto!”. Tales palabras de anuencia son pronunciadas  con una entonación emotiva por miles de personas cuando deciden unirse en matrimonio, unión civil, religiosa, humana y social.

¿Qué implica semejante aceptación?

¡De inicio, la responsabilidad de fundar una familia!

Dicha afirmación es la aceptación de esa premisa fundacional de una entidad civil, humana y eminentemente económica que busca preservar la especie y encontrar la felicidad terrenal en ese paraíso llamado hogar. Ante la  fundación de una familia, la renuncia cuando ésta ya existe es imposible, así se desvinculen los fundadores. La familia tomará alguna fisonomía a pesar de que ocurra lo que muchos temen que va a  ocurrir. Salvando las evidentes  proporciones, el mito fundacional de una identidad nacional equivale  muchas veces  al mito fundacional de una identidad familiar.

¿Qué andamiaje proporcionan  las personas a su decisión de fundar una familia?

Al margen de ideologías y postulados religiosos, resaltando el sentimiento por excelencia que la sostiene y consciente de la diversidad de opiniones al respecto, propongo que la fundación de una familia se construye a partir de tradiciones heredadas o iniciadas en algún momento por un pariente de milenaria historia que las  practicó por ocurrencia o por moda de la época. Además, es un hecho consumado que esas costumbres, una  vez que han sido reproducidas por generaciones posteriores, se convierten en tradiciones que luego es difícil abandonar.

La familia mexicana se distingue, en su mayoría, por ese valor solidario de apoyo cuando alguien cae en desgracia. La muerte de un proveedor familiar puede dar al traste con el proyecto profesional de los hijos, el patrimonial de la familia o el futuro de un negocio que se pensó iniciar antes de esa desgracia. De  esa forma, los deudos lamentarán el inexorable acontecimiento y darán por cierto el estigma de la desgracia que se ha repetido generación tras generación.

Fundar una familia no es sólo una frase. Es una de las   decisiones más importantes que alguien toma durante su vida; aunque su concepción se reduzca al glamour de la ceremonia y la recepción el día de la boda  o a salvar los avatares de la vida en pareja. Al hacerlo, se conciben proyectos, metas, objetivos y anhelos que involucran a quienes forman  parte de ella y a los que llegan. Quien contrae nupcias o decide iniciar una vida con alguien  está, en ese sentido, fundando una entidad social que puede, mediante la previsión, garantizar los objetivos que se propone.   Lamentablemente, la previsión es un capítulo desatendido en muchas familias  en buena medida porque, históricamente, no existen antecedentes de ascendientes que la hayan practicado.

¿Cuántas personas tuvieron un ejemplo de previsión en su familia?

¿Cuántos vieron a sus padres cobrar el seguro de Vida  de los abuelos?

¿Cuántos vieron a sus abuelos o padres jubilarse económicamente bien respaldados?

Es precisamente ahí donde la falta de cultura nos exhibe, nos vulnera, nos reduce y nos mantiene en un estado de indefensión tal que muchos, por desgracia, terminan siendo materia de programas demagógicos y populistas de todo  color e ideología. La realidad se convierte en mito fundacional al creer que, por tradición, es preciso enfrentar la desgracia con unión y solidaridad familiar. Esa débil y  precaria (o definitivamente inexistente) cultura de previsión se apodera de la sociedad, haciendo compleja la penetración del seguro en el ideario familiar y, en consecuencia, condenando a las generaciones futuras a reproducir fielmente  lo vivido.

¿Qué decisiones es preciso tomar ahora ante la contundente realidad que nos deja la pandemia?

De entrada  y sin demora alguna, debemos iniciar una cruzada de culturización en materia de previsión que aporte a la población los elementos indispensables para modificar su conducta, prefiriendo instrumentos financieros para anticipar pérdidas por sobre el consumo tradicional, que, si bien mueve la economía local, no representa una solución en momentos de crisis como la que hoy atraviesa la humanidad entera.

La solidaridad tradicional en momentos de crisis es también un signo del sector asegurador. En situaciones catastróficas y urgentes ha sido una pieza clave para agilizar las indemnizaciones;  y  esta vez, ante la crisis sanitaria, el sector fue más allá al otorgar, gratuitamente, una cobertura solidaria para el personal de salud de primera línea de atención para COVID-19.   La cruzada cultural es una propuesta que viene haciéndose desde hace tiempo. Es preciso reforzar y robustecer los  esfuerzos   que ha desarrollado la Amasfac para hacerlos permanentes, sumando ahora un mecanismo sectorial que incluya  a accionistas, directivos, ejecutivos, autoridades, colaboradores, empleados, intermediarios, canales alternos y proveedores en la divulgación de los beneficios del seguro y la facilidad de su adquisición.

Anima e ilusiona observar que aseguradoras sin autorización para operar el ramo de Vida forman parte del esfuerzo sectorial en la cobertura solidaria. La Semana Nacional de Educación Financiera,  convocada por la Condusef  para noviembre, puede ser un   arranque magnífico en el esfuerzo permanente de culturizar a la población. Por lo pronto, en esta columna nos dedicaremos de forma continua  a abordar el tema desde la perspectiva  propositiva, formulando ideas que apoyen las políticas públicas para lograr, de una vez por todas, la modificación de las decisiones que las personas toman en materia de previsión. Lograr replantear la fundación de las familias desde el punto de vista de la  previsión para cambiar la realidad de las generaciones futuras será el contenido habitual   de este espacio.

¡Gracias a El Asegurador por esta gran oportunidad!

Las opiniones expresadas en los artículos firmados son las de los autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista de El Asegurador.

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