Siempre me ha llamado la atención, y he querido hacer, el Camino de Santiago, el cual, independientemente de los bellos paisajes que debe de contener, encierra gran misticismo.
El Camino de Santiago es una ruta que recorren peregrinos procedentes de todo el mundo para llegar desde diversas partes de Europa a la ciudad de Santiago de Compostela, en Galicia, España, donde se veneran las reliquias del apóstol Santiago el Mayor, de quien se dice que fue el primero en construir ahí una iglesia pequeña. Esas peregrinaciones se han hecho desde hace siglos.
Al camino mencionado también le llaman El Camino de Santiago de la Vía Láctea, porque los peregrinos que marchaban hasta Santiago desde otros países de Europa usaban la posición de la Vía Láctea (en verano, noreste-sureste) como referencia para poder seguir la senda y llegar a su destino.
Yo espero que los lectores me perdonen por la irreverencia que quizá pueda cometer al hacer esta analogía, pero para mí hay muchas maneras de ver el Camino de Santiago, y no todas tienen un significado religioso; yo más bien concibo el hecho de realizar este itinerario como la alegría de recorrer una ruta que tiene su magia e invita a la reflexión y a la introspección, algo que difícilmente se logra en otras circunstancias.
Yo pienso que, así como el Camino de Santiago invita a una actitud meditativa, hay muchos otros caminos en los que se logra esta magia de la introspección, la contemplación y de alguna manera un despertar espiritual. Aquellos que son amantes del senderismo o del montañismo podrán claramente confirmarlo.
Por ello, yo siempre he pensado que, de alguna otra manera, he recorrido ya varias veces el camino hacia la tumba del apóstol, aunque nunca he tenido la oportunidad de estar ahí.
Lo digo porque he recorrido decenas de senderos en los maravillosos veranos que disfruto con mi familia en las montañas suizas.
Ahora, en estas fiestas de Semana Santa y Pascua, gracias al espíritu aventurero de mi esposa y a su afición por el senderismo y el excursionismo, recorrimos un sendero que tiene un encanto especial; a través de él observamos paisajes bellos y apacibles y logramos una convivencia sensacional.
Cabe mencionar que, cuando hacemos esos recorridos, que me permiten maravillosos espacios de comunicación con mi familia, en los que de vez en vez me ilumina la sonrisa de mi esposa o la de alguno de mis hijos, en los que compartimos alegres anécdotas y hermosas historias, en los que les he platicado más de una novela a mis hijos y hemos descubierto espacios mágicos que se prestan a la reflexión, he hilvanado muchas de las reflexiones que les escribo en esta columna.
Por todo ello digo que he recorrido de alguna forma, varias veces ya, el Camino de Santiago; aunque sería más adecuado decir que he recorrido muchos de los otros caminos de Santiago.
Esos senderos son rutas que miles de personas que disfrutan del montañismo han recorrido solo por gusto; y seguramente no le dan a ese “peregrinaje” una connotación religiosa.
Siempre he querido realizar esta actividad en nuestro querido México, pero desafortunadamente por la inseguridad es arriesgado llevarla a cabo. Sin embargo, en esta ocasión, gracias al espíritu aventurero de mi esposa y a una aplicación estadounidense —lo cual es el colmo— llamada All Trails, descubrimos un sendero que decidimos recorrer. Esta ruta de excursión tiene un atractivo peculiar.
El recorrido es un sendero que va de Boca de Tomatlán a la playa Las Ánimas (al sur de Puerto Vallarta, Jalisco).
El camino bordea la accidentada costa a lo largo de poco más de cinco kilómetros; y, aunque sólo se menciona un desnivel de 247 metros, constantemente sube y baja y se interna en el cerro y regresa a la playa una y otra vez, lo que ofrece unas vistas hermosas de la costa.
En el trayecto se encuentran las playas de Colomitos, Playa del Caballo y una propiedad regia que se llama La Troza. Y, finalmente, antes de llegar a la playa Las Ánimas, se puede comer en un restaurante muy agradable que tiene una ubicación excepcional llamado Maraika.
Uno de los grandes placeres para mí es comer en un lugar confortable en la playa, estando descalzo sobre la arena.
Finalmente, llegamos a tomar el café a la playa Las Ánimas; y luego regresamos en un taxi acuático a Boca de Tomatlán.
Les recomiendo ampliamente este paseo. Y sólo espero que hayan perdonado mi insolencia al privar de su sentido religioso a aquel recorrido que desemboca en Santiago de Compostela. Deseo tener algún día la oportunidad de hacer este famoso itinerario europeo a la tumba del apóstol Santiago el Mayor. Mientras tanto, me conformaré con lo que me platiquen algunos de mis amigos que ya lo han realizado, y seguiré feliz haciendo mis caminatas en familia por los “otros caminos de Santiago”.