Llegamos a México, al fin y al cabo el caso de deudores que más nos interesa. A mí no, dirá alguno, ése es problema del Gobierno. Los números cuentan otra historia. Todos salimos beneficiados o raspados, sector asegurador incluido.
El producto mundial bruto en 2021 fue de 102 billones de dólares (es decir, un 102 seguido de 12 ceros). Si al final de ese año la población mundial alcanzó los 7,730 millones de personas, nos tocaría de a 13 000 dólares anuales por persona, cifra nada despreciable. A un tipo de cambio de 20 x 1, serían 22 000 pesos mensuales por persona y 88 000 pesos mensuales por familia de cuatro. Ya me mareé con las cifras, pero la conclusión es clara: el producto mundial sería suficiente para que cada ser humano viviera como un orgulloso miembro de la clase media, aquí y en China; alcanzaría incluso para adquirir seguros de Vida, de Auto y de Casa Habitación. Para Gastos Médicos no; ese seguro es para ricos.
Lo malo es que el 60 por ciento del producto se concentra en Estados Unidos, China y Europa. Tres quintos de todo lo que el mundo produce queda concentrado en esos tres bloques, y los dos quintos restantes se reparten entre los casi 200 países que siguen en la lista. Un desequilibrio brutal.
¿Cómo le va a México?
Los números cuentan que estamos un poco abajo del promedio. Ocupamos el lugar número 15 por producto, superados por los mencionados Estados Unidos, China y Europa, así como por los pequeños grandes países asiáticos Japón y Corea del Sur; por Canadá, enorme y poco poblado; por India, enorme y sobrepoblado; por Brasil, al que siempre estamos pisándole los talones; por la Rusia de Putin, país que insiste en bajarse de la lista de los más grandes iniciando una guerra que no le resultó como esperaba (le salió respondona Ucrania); y por Australia, todo un continente con población únicamente en el este, que en medio es puro desierto.
Nada mal. Puede decirse que nos aproximamos a la rayita que divide a los de abajo de los de arriba. Lo malo, ya adivinaron, es que, aun cuando nuestro ingreso por cabeza está alrededor de los 10 000 dólares, dos tercios de los mexicanos pertenecen a familias con menos de 15 000 pesos mensuales de ingreso. Además, casi el 60 por ciento de los trabajadores está en la economía informal.
A pesar de los pesares, cuando comparamos a nuestro país con los cuatro países altamente endeudados ya analizados, Sri Lanka, Grecia, Argentina y Japón, la situación de México, revisados los diferentes factores, puede calificarse de buena.
Con mucho menos habitantes por kilómetro cuadrado que Sri Lanka y mejor balanza comercial, exportamos e importamos casi lo mismo; tenemos un déficit fiscal moderado y una deuda que representa el 60 por ciento del PIB (menos mal que al sonriente Peña Nieto, que alegremente jalaba agua para su molino, no le dio tiempo de endeudarnos más). Éste es un porcentaje elevado pero relativamente pequeño al compararlo con los otros cuatro países. Sri Lanka es entonces un país al cual no nos gustaría visitar, y mucho menos adoptar como residencia permanente.
También estamos mejor que Grecia, aunque no sea tan claro: su población disminuye, el país es cuna de la civilización occidental, pero ya no es cuna de tantos bebés grieguitos como se quisiera, pues mueren más de los que nacen. Qué bueno que está cerca Turquía: olvidemos nuestras diferencias y ¡bienvenidos inmigrantes!, que esto se cae si no nos ayudan.
Las medidas de austeridad pusieron fin al elevado gasto público en Grecia, pero dejaron una secuela importante: hay que pagar lo que nos prestó Europa para salir del hoyo; apretarse el cinturón si queremos seguir en la zona euro, que no es cosa de volver al tercer mundo. Hablar de una deuda de casi tres veces el producto nacional bruto (anual) del país helénico significa pagar intereses y deuda. Los bancos europeos respiran aliviados: “¡Estamos salvados! ¡Gracias, Angela!”.
¿Estamos también mejor que Argentina? Difícil afirmarlo. También tienen a su populista de cabecera, heredero de una tradición que se remonta al general Perón y su Evita, no llores por mí, Argentina. El gasto para mantener a una burocracia improductiva, los subsidios a los más necesitados y ahí vamos nosotros siguiendo el caminito de regalar peces, que ya te enseñaremos a pescar más tarde; por lo pronto, no hay niño que repruebe ni evaluadores de maestros, sólo buenas intenciones; y te evalúo para que tomes conciencia, pero no te preocupes, tu plaza está asegurada. La realidad argentina de no nos movemos y seguimos con el corsé (que sarna con gusto no pica) evita que el país suramericano despegue cuando parece tener todo lo necesario para convertirse en un país del primer mundo. La deuda los asfixia, y el fantasma de la suspensión de pagos sobrevuela permanentemente el azul cielo de las pampas. México también gasta más de lo que ingresa, pero el endeudamiento es, hasta el momento, moderado. Sin embargo, los intereses de la deuda, sumados a las erogaciones para cubrir las pensiones (sobre todo las de los mexicanos de primera) y las participaciones a los estados, no permiten avizorar un futuro mejor, aunado todo ello al bajo crecimiento. No hay manifestaciones de descontento por parte del voto duro de Morena ni del menos duro. Por lo pronto, muchachos, no quiero quejas, que todo lo hago por ustedes. El círculo rojo reniega y exhibe puntualmente en el periódico Reforma los fracasos de la presente administración. Pero, si no quieres escucharlo, simplemente compras La Jornada, diario oficial del régimen, y te quedas con la sensación de que todo está bien.
Lejos, muy lejos, estamos de Japón, para bien y para mal.
La población de México sigue creciendo por encima del 1 por ciento anual. No somos un país sobrepoblado, pero el bajo crecimiento económico presiona el ingreso promedio a la baja. Japón pierde población y enfrenta una disyuntiva a mediano plazo: o encuentra la manera de reponer los cuadros de trabajadores que se retiran o el futuro los alcanzará en unos años. O abren la puerta a la inmigración o perecen aferrados al mástil nacionalista de la intolerancia para todos los que no sean japoneses. La deuda del país como porcentaje de su producto bruto es la más alta del mundo. Algún día, que no será mañana gracias a la aportación del ahorro local, tendrán que pagarla.
Por otra parte, su Producto Interno Bruto es de cuatro veces el mexicano, con la misma población. La educación es de primera, y la infraestructura también lo es. No existe la brutal diferencia en la distribución del ingreso que nosotros padecemos, y la cultura de trabajo férreo y poderío económico permite al país oriental exportar el modelo a muchos países.
Una vez más, la situación de México parece favorable. Si fuera posible definir objetivos a mediano y largo plazo e implantar una estrategia transexenal para alcanzarlos, podríamos tomar una ruta hacia la estabilidad y el desarrollo sostenido. Lamentablemente, parece que los políticos de todos los colores no buscan el interés común sino el particular, lo que entraña tomar lo que no les pertenece y buscar mantener el poder a costa de lo que sea. Ya hemos estado aquí: el milagro mexicano; ahora sí, vamos a administrar la abundancia con tanto petróleo, nos integramos a América del Norte y otras del estilo de ¡Ya la hicimos!, ¡Adiós al subdesarrollo!, ¡Abróchense los cinturones, que despegamos! El fatalismo del espejo negro de Tezcatlipoca nos arroja una y otra vez a crisis recurrentes; ya no me alcanzan los dedos para contarlas. Hoy nuestros gobernantes son populistas de excelentes propósitos pero ejecución ineficaz, sin objetivos claros ni estrategia congruente. Simplemente proclamas de defensa del más pobre y quejas ante los ataques de los enemigos, sin asumir la presidencia de todos los mexicanos, olvidar las rencillas y decidirse a gobernar. Difícil saber si no pueden o no quieren. Afortunadamente, la situación macroeconómica de México permanece estable, a veces nos cuesta explicarnos cómo, con tipo de cambio de alrededor de 20 pesos, inflación más alta (pero eso es un fenómeno mundial) y mesura en el endeudamiento.
¡Increíble que ya hayan pasado más de tres años! Apenas ayer reflexionábamos sobre las expectativas del sexenio, y hoy las corcholatas abren la contienda por la candidatura de Morena, con la inercia a favor del partido en el poder para repetir en el 2024.
Nos toca plantear objetivos y estrategia para evitar el atropello que significan esos eslóganes huecos e imagen sin respaldo de un programa de Gobierno. Con una cuartilla de objetivo y estrategia sería suficiente. ¿Será mucho pedir?
Antonio Contreras tiene más de 25 años de experiencia en el sector asegurador mexicano. Su correo es acontrerasberumen@hotmail.com