Los deudores

Charlemos seguros

El asegurador

Los números cuentan que los siguientes cuatro países tienen una elevada deuda, contraída por diferentes motivos.

Sri Lanka es un país ubicado en la antigua isla de Ceilán, ubicada en el costado sureste del gigantesco subcontinente indio. Su territorio es equivalente al de nuestro estado de Guerrero, alrededor de 65,000 kilómetros cuadrados, pero tiene una población de 22 millones de habitantes, contra sólo tres y medio de guerrerenses.

En la lógica de una familia, endeudarse tiene como propósito utilizar el dinero para un proyecto de consumo duradero, como la adquisición de una casa. Obtener un préstamo por una cantidad relativamente pequeña es válido, sea para solventar un problema de salud, los 15 años de la hija mayor o un plan de viaje ahora y pague después, siempre y cuando el préstamo se pague relativamente rápido, que no es cosa de poner en riesgo la estabilidad económica de la familia para disfrutar un rato de riqueza artificial. En el caso de Sri Lanka, la caída de la producción agrícola por la absurda decisión de los gobernantes (varios de ellos miembros de una familia encaramada en el poder desde hace años) de reducir drásticamente la importación de fertilizantes, aunada a la disminución de los ingresos turísticos debido a la pandemia, obligó al país a pedir prestado (el típico sablazo de emergencia) para importar combustibles y alimentos. Aun así, masivas protestas ciudadanas exigieron la dimisión del Gobierno por su mala gestión de la crisis económica, con miles de manifestantes que irrumpieron en la residencia oficial del presidente Gotabaya Rajapaksa. Ahora las autoridades tratan de llegar a un acuerdo de rescate, seguramente con un sabor muy amargo, con el Fondo Monetario Internacional.

Pedir prestado para comprar comida, ponerle gasolina al auto y pagar la cuenta de la luz puede ser una solución de emergencia, digamos para uno o dos meses, pero no puede durar eternamente: los parientes se cansarán de prestarnos, conscientes de que no tenemos cómo pagarles. La cosa es grave porque la familia sigue teniendo hijos: la tasa de natalidad de Sri Lanka es de 1.5 por ciento anual; y la de mortalidad, de sólo el 0.6 por ciento. Éramos muchos, y parió la abuela.

Grecia es del doble de tamaño de Sri Lanka, pero tiene la mitad de la población. Además es uno más de los países europeos que han decidido pasarla bien y dejar de cuidar niños: tiene una población decreciente, con sólo el 0.8 por ciento de tasa de natalidad y 1.4 por ciento de tasa de mortalidad. El mismo drama europeo: no nacen suficientes niños griegos para reemplazar a los ancianos que nos dejan. La solución es abrirse a la migración, que gradualmente nos reemplazará en estas tierras si no queremos que el país se vacíe.

El adolescente griego gastó más de lo que le entraba por impuestos en una fiesta de la vida es corta y disfrutemos, olimpiadas de 2004 incluidas, es importante que el mundo nos conozca, por favor Melina Mercouri, háblales de nuestras tradiciones y del lugar que ocupamos como cuna de la civilización occidental, hasta que llegó la mamá alemana, alarmada por los reportes de los bancos europeos, atemorizados por el riesgo de suspensión de pagos del irresponsable juerguista y le apretó las tuercas, prestándole más dinero para solventar sus obligaciones pero ciñéndolo al corsé de durísimas medidas de austeridad para volverlo al buen camino, sin importar las protestas de los ciudadanos de mejor vámonos de Europa, volvamos al dracma y al drama y cómo que no vamos a salir el fin de semana y nos tenemos que quedar a trabajar. Al final, se impuso la cordura sigamos siendo europeos, serios, señores, por favor, y a pagar la deuda de casi dos veces el producto interno anual del país. Es como si una familia con un ingreso mensual de 50 000 pesos adquiere una deuda de 1 200 000 pesos. Sin excedentes después de comida, escuelas, transportes y otros gastos, hay que apretarse el cinturón, que el prestamista vendrá cada mes a cobrar los intereses.

Dicen los economistas que en el mundo hay países desarrollados, países subdesarrollados, Argentina y Japón.

Argentina es y ha sido por años un caso para la araña: con un territorio vasto, población reducida, abundancia de recursos naturales, población educada y cero problemas con indígenas insiste en permanecer en el fondo del abismo del subdesarrollo, la deuda elevada, la inflación galopante y los conflictos sociales.

El círculo vicioso, en el caso argentino, está marcado por deuda originada en el déficit generado por el alto gasto gubernamental, de casi el 40 por ciento del producto (México, alrededor del 20 por ciento). No es Sri Lanka, pues Argentina, favorecida por el alto precio de los commodities que produce y exporta, tiene una balanza comercial con superávit. Tampoco es Grecia, con un papá exigente que lo meta en orden para dejar de gastar lo que no tiene. El 80 por ciento del gasto público argentino se va en pagar a burócratas, pensiones, transferencias a familias, en subsidios como la asignación universal por hijo o a las empresas con subsidios a tarifas de servicios. Y, claro, en los intereses de la deuda que contrae la nación suramericana para poder seguir con el tren de vida que no puede pagarse con sus ingresos.

“¿Dónde se apaga esto?”, podríamos preguntar. ¿Dónde está el botón de reset que lleve a Argentina a no tener una burocracia que la sangra con un tercio del gasto? No se puede, y hay que seguir manteniendo a una multitud que no produce pero sí gasta. ¿Cómo le hago para pagar las pensiones que me puedo permitir? Son conquistas sociales, viejo. No digás pavadas. ¿Cómo dejo de pagar subsidios a las clases menos favorecidas? Veo que insistís en proponer lo imposible, che. ¿No te das cuenta de que nos echamos al pueblo encima? Entonces tirá pa lante y que el que venga afronte las consecuencias. Argentina no tiene problemas de fondo. Su tasa de natalidad es del 1.7 por ciento, y la de mortalidad es del 0.8 por ciento. La población crece. Mantener un esquema construido con premisas equivocadas en el pasado parece una condena imposible de conmutar.

Por último, el caso japonés: un país que muere lentamente debido al envejecimiento de la población. Japón tiene una tasa de natalidad del 0.7 por ciento y una tasa de mortalidad del 1.4 por ciento. Los números cuentan que la población ha disminuido de casi 130 millones en 2010 a 125 millones en 2021. De seguir la tendencia, en 2050, los números cuentan, serán sólo 100 millones, y 90 millones en 2060.

El Gobierno de Japón gasta mucho dinero (el equivalente a casi dos veces el producto interno de México) intentando estimular una economía que no crece. Los nipones son el pueblo más endeudado del mundo. ¿Quién le presta al Gobierno? La tasa de interés es muy baja, y eso permite al Gobierno pedir prestado a sus ahorradores, con un costo financiero muy bajo. Sin embargo, el dinero inyectado no logra estimular el crecimiento económico. A pesar de ser la tercera nación más grande del mundo en términos de su producto, gracias a su desarrollo tecnológico, disciplina, educación de altura y esfuerzo sistemático, los inteligentes japoneses no logran reactivar su economía por una razón simple: se niegan a renovar su capital humano. Con cada vez más viejitos, la inmigración, proveniente principalmente de China, Corea del Sur y Filipinas, es insuficiente para reemplazar a los trabajadores que se retiran. Las grandes inyecciones de dinero para renovar la planta productiva no son suficientes.

Falta, los números cuentan, personas que la muevan para generar el crecimiento económico requerido.
Además, el endeudamiento sin fin de la nación oriental tendrá que detenerse algún día. La elección de hoy consiste en inyectar dinero para mantener el producto del país y con ello generar impuestos que no son suficientes para cubrir el elevadísimo gasto que se requiere para mantener el producto del país… y así sucesivamente. La sólida barrera cultural de la nación isleña impide la puesta en marcha de una política de migración que permita la llegada de personas de todo el mundo que cambiarían la fisonomía del país.

Hace años llegaron a Nagoya inmigrantes brasileños de origen japonés. De ojos rasgados y cabellera erizada, hablaban portugués, bailaban samba y no se perdían ni un solo partido de la selección brasileña. Obvio es decir que la puntualidad no era una de sus cualidades. Al cabo de un tiempo, se adaptaron poco a poco a la cultura japonesa, y Nagoya hizo un esfuerzo por ser más flexible para aceptar las costumbres de sus nuevos habitantes y aprovechar la oportunidad para abrir algunos restaurantes de espadas.

No parece tan complicado.

Antonio Contreras tiene más de 25 años de experiencia en el sector asegurador mexicano. Su correo es acontrerasberumen@hotmail.com

Las opiniones expresadas en los artículos firmados son las de los autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista de El Asegurador.

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