De chica tenía muchos sueños, como todo niño, pero la verdad es que siempre creí que mis sueños no eran como los de la mayoría. Verán, debo admitir que nunca me he considerado una persona muy normal, y mientras que otras niñas soñaban con ser las hermosas y primeras bailarinas de ballet, grandes doctoras o veterinarias salvadoras de animalitos en pena, yo soñaba con ser gerente de banco. En mi mente era algo así como un tipo de Barbie Empresaria, aquella mujer perfecta, segura de sí misma, exitosa, que está al frente de una gran empresa, con todos los aspectos de la vida perfectos y resueltos.
Sin embargo, a pesar de que con el tiempo el sueño se hacía más y más claro, también me parecía cada vez más y más imposible.
Yo crecí pensando que, si hacía lo que el mundo me decía, alcanzaría mi sueño. Entonces, pasé mis primeros 33 años de vida cumpliendo los estándares de conducta que el mundo me fue imponiendo.
Y, cuando intentaba perseguir mi sueño, ahí estaban los problemas, a la orden del día. ¿Te ha pasado? Sí, ese momento cuando te levantas con toda la actitud de ¡Éste es el día!, y parece que esa intención fuera la misma invocación de todo lo que puede convertirse en un problema. “Imposible”, pensaba yo. Esto no es lo mío. Quizá no es el momento. Mejor me preparo mejor y lo intento en otro momento. Estos pensamientos y algunos otros más que seguramente habrán llegado a tu mente fueron los más comunes para mí en esos momentos.
Pero, como dicen, el tiempo es muy sabio, y todo llega en su momento. Y después de una crisis y un descubrimiento personal, tomé la decisión: emprender. Decidí dejar la seguridad de lo que en ese momento conocía y no ir en busca de ese sueño, sino más bien empezar a construir lo que realmente quería para mí. Recordé ese sueño, que a la luz de la madurez ya no era la Barbie Empresaria, sino la posibilidad de ser yo misma, independiente, fuerte, libre.
Y decidí no solo emprender, sino emprender nada más y nada menos que en el sector seguros, ese sector en el que llevaba años laborando con grandes satisfacciones pero que no había logrado llenar por completo el hueco que yo sentía. Sí, ese sector al que tú y yo amamos pero que muchas veces se ve con otros ojos, y no necesariamente con los buenos.
Ahora quienes ya lo han hecho estarán de acuerdo conmigo en que no es un camino fácil ni sencillo de iniciar, y no lo es tanto por lo operativo o financiero, sino por esos monstruos en nuestra cabeza.
Sí, esos seres que, cuando menos lo esperas, asaltan tus pensamientos y te hacen dudar; esos que, cuando tienes una idea emocionante e innovadora, te sorprenden con temor; esos de los que hoy quiero contarte que asaltaban mi mente y cómo los vencí para tener la satisfacción de un sueño cumplido.
1. Empecemos por el monstruo más común y más grande, ese que tiene que ver con el mundo exterior: el monstruo del qué dirán. Sin importar el giro, tenemos miedo de ir por la calle y escuchar: “Pero si te iba tan bien en ____ (rellene el espacio con su actividad anterior), ¿por qué lo dejaste?”, o “¿Estás segura? Si nunca lo has hecho”, o “¿Ya pensaste bien en todo lo que implica?”.
Déjame decirte algo: si tú lo quieres, ¿quién puede juzgar qué está bien o no? Si es lo que tú deseas y tu corazón y tu ser vibra con sólo pensarlo, ¿qué más da el resultado? ¡Si fue bien, fabuloso; y, si no, fabuloso! Tuviste un aprendizaje valioso para intentarlo de nuevo.
2. Continuemos con el segundo monstruo, ese que te hace dudar a la hora de actuar. Me refiero al monstruo de la falta de conocimiento o habilidad. No importa cuántos años de experiencia tengamos, muchas veces nos asaltará el pensamiento de “No soy tan experta como…”. Pero déjame contarte un secreto: nunca estarás solo. Siempre habrá alguien. En este mundo aún hay personas extraordinarias que están dispuestas a apoyar a aquel que con valor se lanza a algo nuevo. No dudes en acercarte, en pedir ayuda, en buscar un mentor, un coach. Créeme, encontrarás a más de los que te imaginabas dispuestos a ayudarte.
3. El tercero de estos monstruos es la incertidumbre. La vida es incierta. Lo único que podemos hacer es prepararnos lo mejor posible. Nunca dejes de aprender. No sabemos qué resultado vas a obtener de cada decisión o acción que realices, pero lo único que puedes controlar es seguir actuando, seguir moviéndote. Y seguir preparándote. La incertidumbre se combate mejor con la preparación. ¿Cuánto temías a ese examen sorpresa cuando no habías estudiado? Si para lograr triunfar no nos preparamos constantemente, entonces temeremos permanentemente al monstruo de la incertidumbre. Mantente preparado. Lo único certero de esta vida es que es incierta.
4. El cuarto monstruo que puede asaltarnos y detenernos es el monstruo de la economía. “No tengo dinero”, “¿Y si lo pierdo?”, “¿Y si no sale?”, “¿Y si tardo mucho en recuperarme?”, “¿Y si me endeudo?”, “¿Y si no logro cubrir los gastos?”. Este monstruo te puede paralizar. La mejor forma de vencerlo es planear, proyectar y hablar. No pasa nada. Créeme, incluso teniendo pérdida económica, puedes ganar. Ten fe en ti, en tu proyecto, en tus ideas, pero haz realidad tus proyecciones. Prepárate para lo peor esperando lo mejor.
5. Por último, el monstruo del fracaso, el monstruo que para mí es el más poderoso. “¿Y si no funciona?”, “¿Y si no pega?”, “¿Y si no lo logro?”, “¿Cómo voy a ir por la calle?”, “¿Qué voy a decir a mis amigos, a mi familia?”, “¿Qué me van a decir los demás?”, “¿Cómo me van a ver?”. Pues ¿qué crees? El pastel no siempre se esponja en el primer intento. Lo importante es aprender y volver a intentarlo. Cree en ti, conócete, cree en tu proyecto, en tu negocio, en tu gente, en tu mercado y conócelos. Celebra cada fallo, cada error, cada fracaso, y analízalos, porque la lección aprendida a golpe de fracaso es la mejor lección de todas. No temas fracasar. Fracasa muchas veces, y no desistas hasta que encuentres la fórmula adecuada para ti. No dudes de ti ni de tus habilidades.
Porque, cuando te conoces, cuando sabes qué es lo que quieres y lo tienes muy claro, no importa qué diga el mundo, el objetivo es claro, el sueño no es tan imposible. Verás cómo todo fluye, y no habrá quién te detenga más que tú mismo.
¿Se necesita valor? Mucho. ¿Es imposible? Para nada. Porque, cuando respondes con claridad a la pregunta ¿qué es lo que tú quieres?, el valor sale por todos los poros de tu cuerpo y dejas de ver lo imposible, y lo posible se hace tan claro como el agua. Cuando estás en ese punto, la perfección deja de ser lo más importante, y la acción constante se vuelve lo único viable.
Sé honesto contigo mismo y responde: ¿cuál es el sueño que quieres alcanzar? Domina a tus monstruos y consigue tus sueños.