Las seis s del sector asegurador

Charlemos seguros

El asegurador

¡Por fin terminó 2020!

Seguramente, 2020 quedará registrado como uno de los años que marcaron  el cambio de vida de la humanidad, la economía, la política y todas las expresiones culturales en las que el hombre tiene una participación directa. 

Como en todo, México tiene su particular forma de atender las desgracias. 

La unión de los mexicanos siempre ha quedado de manifiesto ante la necesidad de ayudar a otros, a los afectados por las calamidades. En esta ocasión, esa unión se manifiesta en rechazo al  confinamiento y una actitud retadora hacia la autoridad, el virus, la sociedad y su propia naturaleza mortal. 

Al revisar las reacciones de la mayoría de los países, se comprueba que esa reacción es universal. En todo el mundo, así sean países ricos y desarrollados, los habitantes muestran su hartazgo por los cambios que súbitamente tuvieron que implementar en su vida.

El año 2020 termina, y las lecciones que nos deja son muchas. En el intento de documentar las que el sector ha vivido las expondré  en seis palabras que comienzan  con la letra s,  coincidentemente, la misma con la que empieza la palabra   seis.   

Seriedad es la primera y, evidentemente, se refiere a la forma en que  el sector afrontó la realidad de una enfermedad que tocaría las coberturas de seguros de personas y bienes. Hablamos de  las indemnizaciones pagadas, los ajustes en coberturas y la postura ante la irresponsable e indolente actuación de una autoridad federal que negó la pandemia, la atención a  la población y la responsabilidad laboral al contratar a médicos y enfermeras sin otorgarles cobertura. 

El sector asegurador demostró, una vez más, la realidad de la misión asumida por todas  y cada una de las aseguradoras que lo conforman, y lo hizo de manera seria, sin mañaneras huecas y exasperantes ni anuncios triunfalistas ante la fatalidad de una pandemia que, al momento de cerrar esta participación, ha cobrado la vida de más de 100 000  mexicanos, según los datos reconocidos por esa misma autoridad.

Solvencia es la segunda y, con la certeza inherente al sentido de la palabra, se refiere a los millones de dólares que el sector ha pagado  en indemnizaciones por seguros Médicos  y de Vida,  además de las que vendrán en seguros de Daños y Bienes  por reclamaciones derivadas de cancelaciones turísticas y pérdidas como consecuencia del cierre de la economía. 

 

Las aseguradoras demuestran la innegable bondad del modelo mutual, origen de su operación y certeza del futuro de quienes deciden formar parte de ellas. La solvencia mostrada es histórica; pero, en medio de la desgracia que esta pandemia representa para todos, hay una excelente noticia que es preciso difundir: ¡las  aseguradoras  sí pagan! ¡Siempre  lo han hecho y lo seguirán haciendo! Por obligación, una aseguradora debe ser solvente; pero, ante catástrofes como ésta,  ser solvente es una bendición contractual.

Solidaridad es la tercera; y, a pesar de las voces que cuestionan la postura que el sector adoptó en un evento político, es necesario resaltar que la solvencia es una de las principales causas que permiten ser solidario. El apoyo no fue moral, sentimental o emocional. 

La solidaridad fue económica. Haciendo  el ajuste en sus reservas sin importar la autorización que tuvieran, las 84 aseguradoras pertenecientes a la AMIS aportaron capital para pagar la indemnización a familiares del  personal médico  asignado a atender la pandemia en primera línea, sin exigir el pago de primas.

Las aseguradoras “regalaron” la cobertura a un segmento de alto riesgo, vulnerable ante la precariedad de su equipamiento y desprotegido  por un patrón que, contrario a su perorata demagógica, actuó exactamente como   fustiga cotidianamente a los empleadores privados. Sin duda, la cobertura solidaria pasará a la historia como una evidencia más de ese sentido solidario que el sector asegurador ha tenido ante las desgracias.

Sensibilidad es la cuarta; y, para explicarla, basta con resaltar la decisión de eliminar la exclusión de pandemias o epidemias generalizadas que solían formar parte de las condiciones generales de los contratos. Además, hubo aseguradoras que eliminaron deducibles por reclamaciones de COVID-19 y otras más que diseñaron productos indemnizatorios por reclamaciones de la misma enfermedad. 

 

Ante la gravedad de la pandemia, diseñar un producto de uso inmediato sabiendo que las reclamaciones pueden llegar por racimo  es una muestra de esa sensibilidad que  en el sector financiero  es difícil encontrar. 

A diferencia de los bancos, las aseguradoras extendieron el plazo para el pago de primas eliminando de sus exclusiones la pandemia y sin cobrar intereses por ese plazo. No se conformaron con interrumpir el cobro para reanudarlo luego del plazo otorgado a cambio de intereses derivados de la naturaleza de su operación. Mostraron sensibilidad al obsequiar coberturas solidarias y pagar las reclamaciones por esa enfermedad en productos diseñados expresamente para afrontar tal  pérdida.

Servicio es la quinta; y, aunque la palabra es sinónimo del objetivo de las aseguradoras, el hecho de implementar medidas urgentes para mantener sin alteraciones el servicio de siniestros y atención de reclamaciones es una evidencia de la velocidad que adquirió  el sector para adoptar las tecnologías remotas en  toda su operación. 

Las estructuras de servicio operan prácticamente sin cambio, respetando los protocolos sanitarios y protegiendo a usuarios, colaboradores y proveedores en su integridad y salud. Las indemnizaciones siguen su flujo normal a pesar de haber sido procesadas a distancia, con plataformas tecnológicas que fueron robustecidas y con sistemas que operan sin dilación  alguna. 

El servicio como expresión primigenia del contrato de seguro  ha sido exitosamente mantenido, a pesar de las limitaciones que el confinamiento implica. Sin duda, ésta es una muestra más de la gran vocación del sector asegurador.

Sentido social es la sexta y última. Al margen de las exigencias y limitaciones económicas que el cierre de la economía implicó, el sector asegurador fue uno de los pocos que cuidaron  su plantilla laboral y su salud al enviarlos a casa, equiparlos y capacitarlos para poder mantener los puestos de trabajo. 

 

El sector fue uno de los pocos que redujeron  la política de ajustar los salarios, reducir las jornadas o cancelar prestaciones, permitiendo a los trabajadores tener la tranquilidad de permanencia laboral y una nueva expresión de esas exigencias laborales en familia para cumplir con los objetivos de su puesto. 

La capacitación permaneció para colaboradores, ejecutivos, asesores y oficinas, con una modalidad a distancia que  en algunos casos  saturó las agendas y agotó el ancho de banda de las conexiones. El sentido social demostrado es una evidencia de que, ante la desgracia, es preciso actuar.

Es así como concluye un año que, con el respeto y recuerdo imborrable de los caídos, las muestras de responsabilidad y las evidencias de lo pagado,  también empieza con s:  un año siniestro.            

Las opiniones expresadas en los artículos firmados son las de los autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista de El Asegurador.

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