Hace muchos años, más de una década, un buen amigo me invitó a escribir en el periódico El Asegurador, lo cual me tomó por sorpresa porque hasta ese momento jamás se me había ocurrido hacerlo; pero, después de pensarlo un poco, me entusiasmó la idea.
Con la apertura que caracteriza a mi buen amigo Genuario Rojas, éste aceptó que la columna se dedicara a reflexionar sobre cualquier tema, y no tanto exclusivamente a los seguros, y acordamos que se titulara “Reflexiones”.
Así, salvo contadas excepciones, he escrito la columna cada 15 días durante todos estos años, y escribir se ha vuelto parte de mi vida. Hoy le agradezco infinitamente a Genuario que me haya invitado a hacerlo. Me parece que escribir la columna “Reflexiones” me ha dado a mí mucho más de lo que yo hubiera podido aportar a los lectores o al periódico mismo con mis pensamientos.
En muchas ocasiones trato de compartir alguna vivencia, alguna inquietud o alguna cavilación que se agolpan en mi cabeza durante cierto tiempo, y siempre lo he hecho y lo haré con la firme idea de compartir algo de mi persona.
Jamás ha sido mi intención pontificar sobre tema alguno; y me queda claro que siempre tomaré la sana postura de compartir de manera humilde una meditación, convencido de que cada cabeza es un mundo, de que lo hago con todo el respeto a las diferentes maneras de pensar de cada individuo y de que muy probablemente mucha gente disentirá de mis planteamientos; pero, si una reflexión sirve siquiera para que la gente se cuestione un poco sobre algún tema en el que no había profundizado, o incluso en el que ni siquiera había reparado, eso será para mí suficiente motivo de alegría.
Debo reconocer que me da un gusto enorme llegar a dar una plática en algún foro y la gente me comenta que me lee y que le agrada hacerlo, y más aún cuando hacen especial referencia a alguna reflexión específica y me expresan que ésta les fue de utilidad.
Hoy, después de tantos años, me pregunto: ¿por qué sigo escribiendo? ¿Qué me gustaría? ¿Qué espero de las reflexiones que escribo? O, para decirlo de otra forma, si hurgara en mi interior tratando de entender en el fondo cuáles son las razones de mi escritura, pienso que vendrían a mi mente las siguientes respuestas.
No sé si es sano estar cuestionándonos siempre el porqué de todo lo que hacemos, pero creo que al menos con las cosas importantes deberíamos tener claras esas razones para al menos ser más conscientes de si vale la pena realizarlas o si las llevamos a cabo sólo por inercia.
Definitivamente, escribir es una de las cosas que más me gusta hacer, y siempre he dicho que me considero un escritor silvestre. No tengo formación literaria alguna, pero hay algo que para mí es importante: me encanta hacerlo, y esto es algo que emprendo con el corazón y desde lo profundo de mi ser.
Siendo entonces una de mis cosas favoritas, trataré de expresar cuáles son esas razones:
Una de ellas es el mero placer de escribir. Cuando uno se aficiona a la escritura, descubre que con la expresión escrita pareciera que caen muchas de las trabas o barreras naturales que ésta posee y se fluye de manera más natural que en la expresión oral, y eso es algo que simplemente vale la pena experimentar.
Cuando debamos expresar algo y no se tengan claras las ideas, intentemos escribirlo, y veremos la gran diferencia: las ideas fluyen con mayor facilidad.
Otra razón que considero de gran importancia es que dentro del proceso de desarrollo que tiene cada uno escribir ayuda mucho a estructurar nuestras ideas y a aclararnos puntos de complicación, por lo que al hacerlo se me van aclarando muchas de las cosas que me revolotean en la cabeza. Además, si con ello puedo aportar, qué mejor.
Un tercer motivo es que, cuando hemos estado reflexionando sobre algún tema y finalmente creamos que hemos comprendido algo (aunque estemos equivocados) o solo tengamos un ángulo parcial del asunto, compartir este hallazgo es un placer verdadero.
Todo lo anterior podría ser parte de la respuesta a: ¿Por qué escribo?
Si tratara de definir para quién escribo o qué espero de las reflexiones que me impulsan a escribir, me quedaría claro que en principio escribo para la comunidad aseguradora, una comunidad rica en cultura y cuyo objetivo es muy sano, muy positivo, ya que pienso que, cualquiera que sea el papel que representemos en esta industria, ser asegurador es un privilegio y una responsabilidad grande, además de que es un medio en el que he hecho muchas amistades.
Por otro lado, no podría negar que me encantaría compartir estas reflexiones con mi gente más querida: mi esposa, mis hijos y mis amigos.
Pero una de las cosas que he aprendido es que nadie es profeta en su tierra, y hoy difícilmente ellos, mis familiares y amigos, me leen porque están abrumados con su vida, sus sueños y sus responsabilidades; pero estoy seguro de que algún día lo van a hacer.
Llegará el día en que yo ya no esté en este plano y de pronto llegue a manos de mi esposa o mis hijos alguna de mis reflexiones, y tengo la esperanza de que les sirva como consejo; entonces ello ayudará a que sientan que aún estoy con ellos, y sabrán entonces que cada uno, sin excepción, es una de las razones más importantes de mi escritura.