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Querido lector, a riesgo de que el título de la nota pueda parecer humorístico: algo así como “la a fábula de la Liebre y la Tortuga”, me atrevo a plantear el desafío que, combinado, será una constante en los tiempos por venir…, y a la vez una gran oportunidad.

Para contextualizar, primero contaré una anécdota de mis tiempos como funcionario en una aseguradora mexicana, hace unos 20 años.

Nos reuníamos cada dos semanas en sesiones en las que participaban todos los funcionarios de la compañía, algo así como 200 personas: desde los subdirectores, hasta el director general. Los temas eran diversos y, desde luego, periódicamente se exponían los resultados de la compañía y de cada ramo. Recién se empezaba a utilizar la animación con PowerPoint ®.

Pues sucede que en alguna sesión el funcionario responsable del control y seguimiento de resultados reportó una caída en la utilidad técnica del ramo de Automóviles, en ese momento a mi cargo. Lo ilustró con una bolsita de dinero a la que le salían “alitas” y que emprendía el vuelo fuera de la pantalla.

Quizá a él le pareció muy gracioso. A mí me pareció, entre otras cosas, una falta de respeto y de buen gusto, aunque reconozco que fue elocuente en lo que transmitió. Es la sensación de volatilidad: hoy tienes un buen resultado y a la mañana siguiente éste ya se ha ido.

Si bien esto no es del todo cierto en los hechos, así es como podemos percibir hoy el panorama cambiante en los negocios, y nuestro sector no es la excepción. Una estrategia, un producto, un segmento vienen funcionando bien, dando resultados; planeamos a largo plazo y, de pronto, drásticamente, el panorama cambia, al grado de que puede pasar de optimista a pesimista en un solo periodo, llamémosle año, trimestre, mes o hasta semana.

¿Pero es esto nuevo? Sí, sí lo es, en gran medida. La información que fluye a velocidades casi instantáneas; la globalización de una oferta que a veces parece infinitamente mayor que en el pasado; la tecnología, y otros factores sociodemográficos; han incrementado la velocidad de los cambios técnicos, sociales y comerciales.

Cualquier libro moderno de marketing lo explica a cabalidad. Los ciclos de vida de los productos tomaban antes años, décadas en ocasiones; así, hoy una startup es vanagloriada de ser exitosa en varios países del mundo y “mañana” un escándalo en medios la manda a la lona, en lenguaje pugilístico.

Ocurre en cualquier campo de la vida privada o pública. En nuestro país tuvimos 70 años un mismo partido gobernante. Ahora en ocho años habremos visto alternancia de tres de partidos distintos en la presidencia.

¿Cómo nos afecta este escenario? Lo resumiría como lo han hecho los padres del Balance Score Card, Norton & Kaplan. Ya no se trata de hacer el plan perfecto para el largo plazo. El nombre del juego es hacer un plan y monitorearlo tan cercanamente como podamos, modificándolo las veces que sea necesario, ajustándolo a la cambiante realidad y al grado de éxito alcanzado.

Abracemos una nueva filosofía Darwiniana: La sobrevivencia no está en ser el más fuerte, sino el más adaptable.

“Mientras más absurdo sea el comportamiento del mercado mejor será la oportunidad para el inversionista metódico”
Warren Buffet