Hay una frase que me encanta y dice “La única manera de salir de ciertas situaciones es pasando a través de ellas”.
Son muchos los tragos amargos por los que la vida nos obligará a pasar, y más vale entender que no es mala suerte ni penitencia, o que la vida esté en contra nuestra, sino que todas esas situaciones son oportunidades de aprendizaje y crecimiento.
Solamente con una actitud de humildad, aceptación y apertura al aprendizaje podemos avanzar en esta vida y crecer para ser mejores personas. Con ello seguramente nos acercaremos cada día a lo que podría ser la felicidad.
La actitud que tengamos en la vida es un factor de vital importancia. Escuchamos la frase “Está peleado con la vida” cuando alguien se refiere a alguna persona que manifiesta su infelicidad y vive en la queja constante y en el pleito perpetuo contra todo y contra todos.
Nada ni nadie debería tener el poder de hacernos infelices.
Hay muchas personas que nos han mostrado el camino en relación con la actitud que debemos tomar ante la vida, empezando por Jesucristo, pero para dar un ejemplo de alguien contemporáneo simplemente leer a Viktor Frankl en El hombre en busca de sentido nos da la claridad para entender que no podremos controlar todos los eventos que nos sucederán en la vida. Sin embargo, siempre podremos elegir la manera que vamos a reaccionar ante ellos. Y eso justamente hará la gran diferencia en nuestra vida.
Si observamos con detenimiento cómo esas personas vivieron de alguna manera un calvario y en vez de dejarse derrotar supieron sacar ventaja de esa terrible situación y dejar un legado a los demás para utilizarlo como un mapa de ruta para salir fortalecidos de cualquier situación, debemos tomar en cuenta que cualquier evento que nos suceda puede convertirse en un aprendizaje que no solamente nos hará crecer, sino comprender y aquilatar de mejor manera lo que esta vida representa.
Si bien nosotros podremos ir avanzando en tener esa claridad y sentir que vamos manejando bien nuestra vida y sobre todo disfrutándola adecuadamente, ¿qué sucede con nuestra gente querida cuando vemos que están pasando por una situación difícil? O, peor aún, cuando queremos evitarles ciertas situaciones a nuestros seres queridos.
La tentación de decirle a alguien cómo se debe manejar ante tal o cual situación es muy grande cuando creemos que tenemos la solución para el caso, pero debemos ser muy cuidadosos con ello porque queriendo ayudar podemos hacer daño y lastimarlos innecesariamente.
Hay una frase que me impresionó y me dio mucha claridad al respecto y dice: “Nadie conoce los secretos del corazón para hablar autorizadamente a otros”.
Tenemos que ser conscientes de que cada cabeza es un mundo y de que cada persona vive de manera diferente cada experiencia.
¿Qué podemos hacer entonces cuando vemos a una persona querida pasar por alguna situación complicada y pensamos que ya vivimos algo igual?
Lo primero que tendríamos que pensar es que jamás hay dos situaciones idénticas, porque son tantos los factores que influyen en una situación que, aunque creamos que ya la hemos vivido y resuelto adecuadamente, puede haber factores que influyan en esa situación que la haga totalmente diferente por el simple hecho de que la historia precedente de cada persona es muy distinta.
Cada persona, por ley de individualidad, se ha conformado de manera diferente conforme a su experiencia de vida e historia precedente.
Por ello debemos ser muy cuidadosos al tratar de ayudar aconsejando a estas personas, porque es posible que no estemos viendo aspectos importantes de ese caso, puesto que no se ven a simple vista.
Lo primero que tenemos que cuidar es el respeto a la individualidad de todas las personas, aun de aquellas que se encuentran dentro de nuestra tutela (los hijos).
Porque una cosa es dar ejemplo y guiar, y otra muy diferente es coartar su libertad, porque siempre debemos tomar en cuenta que tenemos que respetar el libre albedrío. Tenemos que aspirar a que logren su independencia y autonomía en todos los sentidos.
Me parece que lo primero que tenemos que hacer es enseñar a nuestros hijos a manejar el automóvil de su vida y hacerlos conscientes de que ellos son los responsables de cada decisión que tomen y que no siempre vamos a ir en el auto con ellos para aconsejarlos. Pero lo más importante es que serán ellos los que sufran y resuelvan las consecuencias de cada accidente.
Lo más que podemos hacer es tratar de servir de sherpa pero siendo sumamente respetuosos del proceso de cada individuo. No podemos evadir el hecho de que tenemos una gran responsabilidad ante nosotros y ante quienes nos rodean.
Pero, sobre todo, tenemos que aprender a disfrutar la vida de la mejor manera, con la mejor actitud, tratando de tomar las mejores decisiones para nuestro futuro.
Tratar de ser el mejor ejemplo posible para los nuestros y tratar de hacer conciencia de que la vida no es más que una maravillosa sucesión de lecciones en la que todos somos alumnos y maestros a la vez es nuestra obligación.