En días pasados, durante una sesión de coaching, Juan, un agente, afirmó: “Me siento frustrado porque no me considero una persona exitosa”, por lo que le pregunté qué significaba para él el hecho de ser (o no) exitoso. Su respuesta fue titubeante y se limitó a decir que el origen de su malestar era la comparación de su trayectoria con la de algunos de sus compañeros.
Es común escuchar sentencias tales como: “Nació con estrella o estrellado”, “Es buena o mala persona”, “Eres feliz o infeliz”. Y es que describir la vida en binomios nos da la ilusión de creer que tenemos certezas de entendimiento, cuando, en realidad, pensar en términos de blancos y negros ocasiona que no flexibilicemos nuestro pensamiento y por lo tanto acortemos nuestra visión. Difícilmente damos cabida a los grises.
Esta forma de pensamiento se ha nombrado como “distorsión napoleónica”. Es decir, aferrarnos sólo a dos posibles alternativas; tener un pensamiento dicotómico, tirano, inquebrantable y en ocasiones hostil.
Y no tenemos límites. Lo aplicamos a nosotros mismos, como en el caso de Juan; pero también lo hacemos extensivo hacia los demás y a nuestra filosofía de vida. Al concebir así a los otros, creemos que ello nos facilita la interacción porque podemos de forma rápida diagnosticar al otro y tratarlo desde esa explicación. Nos es más fácil rotular que profundizar. Ahora con ligereza damos títulos de “es persona tóxica”. Es más fácil sólo tacharla de loca y alejarnos de ella.
Uno de los principales exponentes del Arte Povera, el artista italiano Michelangelo Pistoletto, tomó el símbolo matemático del infinito formado por una línea continua que al entrelazarse forma dos círculos y agregó un tercer círculo en el que busca explicar que podemos conformar una dimensión adicional a los dos polos. Decidió bautizarlo como El tercer paraíso explicando: “Los dos círculos externos representan los opuestos, donde lo natural y lo artificial entran en conflicto. El círculo central es donde debemos confluir para dar origen a una nueva sociedad. Si bien el Primer Paraíso es el tiempo de la inconsciencia y el Segundo es el de la edad del conocimiento, el Tercer Paraíso nos introduce en la era de la responsabilidad”.
Pistoletto decidió regalar generosamente al mundo el concepto, y éste se ha utilizado en diferentes campos, como gastronomía, arquitectura, jardinería, etcétera.
Aceptando su oferta, yo quiero extenderlo a la psique humana; a nuestra forma de interpretar el mundo no sólo por medio de dos opciones (virtudes y defectos), sino a comprendernos como seres que no sólo somos, sino que “estamos siendo”. Vale la pena habituarnos a distinguir el verbo ser del verbo estar: ¿soy feliz o no lo soy? contra ¿estoy feliz o no lo estoy? ¿Soy exitoso o no lo soy? Más conveniente sería pensar: ¿Estaré siendo exitoso en este momento? Nadie puede ser definido únicamente por una fotografía, por un momento, sino que tenemos que ver la película completa y aceptar que ésta se conforma de escenas con variedad de colores y matices.
No olvidemos que somos seres inacabados, incompletos, por lo que mi exhortación es no sólo a ubicarnos en alguno de los dos opuestos, sino a hacer el recorrido completo de la experiencia misma de la vida.