EL SECTOR VIVE SU NUEVA NORMALIDAD. El chocante nombrecito a una situación extraordinaria o, si se prefiere, y para mejor comprensión, ajena a lo ordinario, es decir, fuera del orden normal de las cosas, al menos refleja el hecho de que el sector vive de una forma peculiar esta situación tan incómoda que estamos atravesando. Ciertamente, la venta de seguros revela un comportamiento curioso.
LOS SEGUROS DE DAÑOS siguen más o menos su habitual desempeño, sobre todo en lo relativo a pólizas de renovación anual. Las más importantes se renuevan en su mayoría. Pero la colocación de otras pólizas se dificulta por la clara contracción de la economía. Lógico: si no hay obras ni contratos ni muchas otras actividades, las pequeñas empresas que sobreviven no compran seguros; simplemente pagan nóminas. Nada halagador el panorama, pero hay que estar.
CON LOS SEGUROS DE AUTOS, el acontecer tiene una arista en la que prevalece la continuidad y otra ligada al tema de la pandemia. Por una parte, ya se practicaba una dinámica de aseguramiento desde la venta de autos nuevos. Al irse reduciendo la venta de unidades nuevas debido, entre otras cosas, a la pésima situación interna desde hace dos años y a la incertidumbre que genera la dubitante entrada en vigor del nuevo tratado comercial con Estados Unidos.
SE VENÍA REDUCIENDO TAMBIÉN LA TASA de crecimiento en la venta del ramo. Por otra parte, la contingencia ha restringido la movilidad y la oferta de autos, lo que se traduce también en menor colocación de pólizas. A esto hay que agregar que la gente tiene miedo de “gastar” ante la incertidumbre de la conservación del empleo. La venta, pues, se complica. En cuanto a los siniestros, sí puede haber una baja considerable en la frecuencia, derivada precisamente de la inmovilidad obligada por el caso.
GASTOS MÉDICOS MAYORES Y ACCIDENTES serían las operaciones más favorecidas. Eso dice la lógica. Hay que recordar que lo único que genera más miedo que las autoridades hacendarias es caer en enfermedades y no tener con qué pagar. Morirse por pobres, dijeran los cuatrotetistas (los de la 4T, pues). Entonces hay una fuerza impulsora muy visible hacia la contratación de estas coberturas. Pero el contrapeso está nuevamente en el tema de la incertidumbre: si gasto hoy en un seguro que, por lo demás, no es barato, ese dinero me puede hacer falta para necesidades más urgentes o más primarias en el corto plazo. Complejo, el panorama.
POR SU PARTE, EL SEGURO DE VIDA presenta también una situación de ambivalencia. Por un lado, el miedo a lo inminente y evidente —sí, se está muriendo gente por la pandemia—; y, por el otro, el mismo asunto del gasto. A ello se ha respondido con coberturas muy accesibles en costo y con beneficios específicos para enfrentar consecuencias económicas asociadas a la COVID-19. Las compañías que han invertido en la generación de productos de este tipo ven con satisfacción el gran beneficio que tales coberturas representan para el público en general, aun cuando la frecuencia siniestral se ha venido acelerando de manera geométrica.
A ESTE RESPECTO SE PRESENTA, como ya comentamos en otra ocasión, un asunto extraño: tanto en casos de diagnóstico como en casos de fallecimiento parece haber un ocultamiento del padecimiento; entonces se diagnostican neumonías y bronquitis y otras cosas parecidas, y en las causas de fallecimiento también se acreditan otros padecimientos principales, y por ahí se asocia como causa secundaria la COVID-19. La venta se está dando, pero el estado de excepción en que nos encontramos también se caracteriza por una alta siniestralidad, también excepcional.
ASÍ LAS COSAS, el sector va caminando como puede en medio de la pandemia y sus consecuencias sociales, de salud y de inmovilidad en las actividades económicas. Menos ventas, más siniestros en algunas operaciones y cierta contracción en otras. Así se va escribiendo el momento histórico que está padeciendo la humanidad y que en México se agrava por el rosario de ineptitudes que nos aquejan.
¡Quédate en casa!