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La misión de una empresa es su fin último o la razón para la que fue creada. Algunas organizaciones la colocan en un cuadro escrita con letras doradas colgada en una pared en su recepción; otras, de manera obligatoria, en el fondo de pantalla de las computadoras de sus colaboradores; hay las que se conforman con tenerla en la sección de “Misión” de su página web. Pero sin importar en cuál párrafo, la misión finaliza o finalizará, en la mente de los accionistas, con el enunciado: “Mientras nos genere rentabilidad financiera”.

La rentabilidad financiera es la ganancia que genera una inversión; es decir, la rentabilidad de una empresa existe cuando sus ingresos son mayores a sus gastos, y esa diferencia es suficiente para considerar que la inversión ha sido exitosa.

La rentabilidad será amplia y generosa cuando las operaciones de la organización, y en específico el proceso, eje de la compañía, es sano, preciso, exitoso, virtuoso; o sea, cuando cada miembro de la cadena operativa agrega realmente valor a los insumos y produce bienes y servicios deseados por los clientes.

Las organizaciones usan piezas clave para que la cadena de valor genere rentabilidad. Algunos ejemplos de pieza clave son: aseguramiento de calidad, reducción de costos, marketing, la atención especial al nicho de mercado, procesos óptimos de producción, fórmula secreta,  tecnología, equipo de trabajo altamente especializado y motivado, un cultura de servicio, cumplimento de regulaciones internacionales y un networking bien aprovechado.

Existen organizaciones que han construido una cadena de valor sólida y, además, cuentan con más de una de estas piezas clave; por tanto, saben aprovechar sus recursos al máximo para alcanzar y mantener un éxito rotundo. Pero no todo es miel sobre hojuelas. En tal sentido, ¿qué sucede cuando la operación de nuestra compañía carece de alguna de estas piezas o, simplemente, las tiene pero no logra armar el rompecabezas, por lo que su rentabilidad es baja?

La rentabilidad baja es un estado de incomodidad para todas las empresas, y más aún para los accionistas. Para quienes lo hemos vivido en carne propia, lo identificamos rápidamente por ese dolor de hombros provocado por cargar todo el peso de la compañía sobre nuestras extremidades. Dicho estado nos impide pensar en el futuro y nos provoca tristeza. Además, el estado general de la conciencia colectiva de la compañía es de desasosiego y frustración; entonces, se hace real la frase: “Cuando la pobreza entra por la puerta, el amor sale por la ventana”.

Cuando se cae en esta dimensión, la capa gerencial empieza a ser más exigente -por no decir grosera-, y el equipo operativo se empieza a preguntar si será un buen momento para cambiar de empleo; por tanto, se pierde el tejido de amistad, compromiso, y colaboración; es decir, se pierde la motivación.

Con este escenario como antesala, surge la pregunta, ¿la rentabilidad está asociada a la motivación?

La motivación se define, según el diccionario, como el   “Conjunto de factores internos o externos que determinan en parte las acciones de una persona”; o sea, es la manera en que nuestros colaboradores actúan dependiendo de su estado de motivación. Por lo tanto, el análisis de la pregunta se puede hacer en dos sentidos.

En primer lugar: ¿la rentabilidad generosa provoca motivación? No necesariamente, ya que la rentabilidad estimula la motivación cuando lo único que apetece al equipo es el dinero.

Querido lector, no me mal interprete. El dinero es importante, y mucho, pero por un momento cuestiónese y pregúntele a su equipo lo siguiente: Si el tema económico estuviera resuelto, ¿se dedicarían a lo mismo? Muchas empresas han pasado por el bache de la rentabilidad baja, e incluso nula o negativa; sin embargo, han salido a flote porque lo que las mueve son los sueños, la intención sincera de dejar huella, de aportar positivamente a sus clientes. Así que se mantienen motivadas por el simple hecho de que han utilizado sus objetivos como propulsores.

En segundo lugar, ¿la motivación provoca rentabilidad? No directamente; pero es una las condiciones requeridas para lograrlo.

Refiriéndonos nuevamente al concepto de la cadena de valor, conviene apuntar que las personas son pieza importante y, la mayoría de las veces, el eslabón más determinante dentro de un ambiente corporativo. Un equipo de trabajo especializado, feliz, motivado y realizado hará todo lo que esté en sus manos. Incluso, se sorprenderán de lo que son capaces de lograr, y siempre tendrán el combustible necesario para hacer más y mejor las cosas; sin embargo, el mayor reto ante esta situación lo afronta la dirección general de toda compañía, quien tendrá que saber aprovechar el capital humano con el que cuenta.

Mientras la tormenta de la rentabilidad baja se esfuma, ¿qué podemos hacer para motivar a nuestro equipo de trabajo, de manera que consigamos los objetivos de nuestra empresa y obtengamos beneficios económicos de ello?

A continuación, le presentamos algunos tips para que usted mantenga la motivación de su equipo en tiempos de vacas flacas:

Por supuesto que en muchas organizaciones los gerentes no está motivando; entonces, ¿cómo podrían avivar el fuego de los colaboradores?

Entienda que como líder de la organización, usted tiene la pelota en su cancha; por tal causa, proponga un estilo de juego en el que inspirar, ayudar y ser amable se vuelva el oxígeno de sus días detrás del escritorio.

El reto de la semana

¿Tiene un equipo motivado? ¿Sabe cómo motivarlo? ¿Usted está motivado? ¿Sabes qué es lo que lo motiva?
Si encuentra las respuestas a las anteriores incógnitas aprovechará la gran oportunidad que cada día ofrece para trabajar de manera seria y profunda en la motivación.
Recuerde, ignorar los problemas gerenciales y esperar a que se resuelvan solos no los hará desaparecer.