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La mejor AP: Actitud positiva frente a actitud posible

El Asegurador

 

                                                                             Hoy no sabía qué  ponerme y me puse una sonrisa.        

¿Cuantos conceptos o recomendaciones escuchas diariamente acerca de motivación y actitud positiva?

Y, a pesar de tu sonrisa, ¿cuántas veces te has encontrado con un no   en tu vida? Es  más, ¿cuántas veces te has enfrentado con un no a lo largo de este día?      

Con esto seguramente  recuerdas algo de lo que ya  estás cansado:   oír hablar de que con una actitud positiva   puedes lograr tus sueños o metas.

En nuestra cotidianidad,  por más que tratemos de llevar una sonrisa puesta y nos esforcemos por  ver “el lado bueno de las cosas”, esto no evita que se te presenten complicaciones, y sonreír o estar motivado  no siempre es garantía de que las puedas resolver.

Sin embargo, sí tienen algo de razón las palabras de los grandes motivadores que procuramos escuchar o los regaños de tus papás o maestros al decirte que dejes de lado tu mala actitud,  pues resulta que tus actitudes influyen en tus acciones      en todos los ámbitos; y también afectan a las personas y a las cosas que te rodean.

¿Que  cómo lo sé? Porque, al igual que tú, he pasado por eso; y no una, sino muchas veces.

Mi primer empleo fue a los 17 años. En  casa pasábamos  por una situación económica difícil que obligó  a mis padres a sacarme del colegio en el que estudiaba y pedirme pasar un año en casa. Yo  aún no terminaba la prepa. Tuve la opción de quedarme a “sufrir” el momento, frustrada por postergar mis estudios y la vergüenza de no graduarme con mis compañeras; sin embargo, opté por comprender el momento y, de acuerdo con la petición de mis padres, ingresé a trabajar en  lo que fue mi segunda escuela: una compañía de seguros.       

Ante una situación que nos provoca tristeza, enojo o frustración, no basta con recibir la noticia con una sonrisa. Posiblemente has leído muchas frases motivacionales que mencionan a la actitud positiva como una de las claves del éxito. Pero hay que convertir  todas esas frases en acción.   

Una de las anécdotas que más me marcaron  laboralmente  fue el argumento del director de un despacho de brokers  con el que colaboré, quien  decía:

“Esta niña viene y quizá nunca nos resuelva nada de momento, pero con su buena actitud me da la confianza de que llegará  a su empresa y sé que tratará  de buscar la solución”.

La niña creció, se preparó, obtuvo experiencia…

Años después, ese mismo funcionario me reclutó para ocupar un   puesto alto en una de las más recientes empresas de seguros en las  que laboré.

 En aquel momento  cobró sentido para mí la frase que dice:

“Las personas no se acordarán  de aquello a lo que  te dedicabas  o de lo que hiciste por ellos. Las  personas recordarán  cómo las hiciste sentir”.

Y, claro, tener reconocimiento te motiva, te impulsa, te anima.     

¡Ah!, pero llegar a metas, resultados y proyectos  personales, empresariales, financieros…,  lo que me digan,   eso es otra cosa.

Sonreímos, pero, aun así, a veces fracasamos. Nos  levantamos y tenemos una actitud positiva de nuevo;  y ni siquiera  así   logramos lo que estamos buscando. ¿Por  qué?

Parece  que una actitud positiva no es suficiente. ¿Y    sabes algo? No lo es.

El optimismo   es apenas una de las actitudes  necesarias que nos pueden beneficiar;  y existen otras para cambiar nuestra conducta  y, entonces sí, tener una motivación con propósito; darle  sentido a esa sonrisa que a todos nos queda tan bien.

¿Has oído hablar de la prueba de la bañera?

Durante la  visita a un instituto psiquiátrico,   uno de los visitantes le preguntó al director qué criterio se usaba para determinar  si un paciente debería o no ser internado.

   —Bueno  —dijo el director—, hacemos la prueba siguiente: llenamos completamente una bañera;  luego le ofrecemos al paciente una cucharita, una taza y un cubo y le pedimos que vacíe la bañera. De la forma en que  vacíe la bañera  sabemos si hay que internarlo o no.

   —Ah, entiendo    —dijo el visitante—.    Una persona normal usaría el cubo porque es más grande que la cucharita y la taza.

   —No  —replicó  el director—.  Una  persona normal sacaría el tapón.

¿Usted  qué prefiere:    una habitación con   vista al jardín o sin ella?

La vida tiene más opciones de las que se ven a simple vista. Cuando  insistimos y no nos queremos programar para  tener siempre una actitud positiva, limitamos nuestras opciones. Elegimos  la opción más lógica.

La buena noticia es que las actitudes pueden aprenderse  y, como  consecuencia, cambiarse y modularse con entrenamiento. Si logramos hacerlas un hábito, existe una   probabilidad alta de que guíen nuestra conducta en forma confiable y constante. Es decir, te serán naturales.

Te quiero regalar entonces el concepto de tomar la mejor AP.      Y no me refiero a un seguro de Accidentes Personales, sino a que de ahora en adelante busquemos adoptar la mejor Actitud Posible.       

No  es fácil, y seguramente has tenido más de una complicación, algo incluso más grave que tener que dejar de estudiar o decidir incursionar en el  ámbito laboral.

Ante situaciones de conflicto, catástrofe o cambio, tú no tienes el control de lo que está pasando, pero sí puedes controlar cómo te hacen  sentir tales circunstancias.

Revisando muy diversas fuentes que hablan de actitudes, motivación con sentido, atención plena, felicidad y emprendimiento, resulta que hay un listado de más de 50 de estas posibles actitudes positivas. La variedad  es muy amplia.     

Hoy te quiero compartir algunas  de estas actitudes.

Quizá no a todas les encuentres sentido,       pero sí    te pueden acompañar en tu diario actuar:

Proactividad.    No reacciones; actúa.    Ten iniciativa, sé  creativo, innovador, generador de ideas.

Dinamismo.   Ten energía, sé  osado;  inconfórmate, pero no  solo por quejarte, sino para salir del tema, y sé  valiente. Generar cambio a veces duele.

Cada día vives algo nuevo e inesperado;  por eso, la adaptabilidad  es otra de las actitudes positivas que te pueden ser útiles.       Ser flexible y adaptarte  al cambio  te permitirá ser solucionador.

Genera empatía,  alimenta tu capacidad de persuasión, provoca cooperación, sé  buen comunicador, procura tener compromiso social. Anima a la acción de manera genuina.

Ten seguridad con   autoconfianza e independencia. Sé  autónomo, conócete a ti mismo, cree en ti.

Apégate a la gratitud,  reconoce lo que tienes:  valores, aptitudes y oportunidades;  y agradece, pero no solo los buenos resultados.

Porque al final de cuentas también un no  o una versión negativa de las cosas   puede generar opciones en tu vida, crear expectativa, esperanza y una oportunidad  más de actuar.    

Como cuando un médico sale de la sala de emergencias y da la noticia: “No murió”.  

Como cuando cuentas con apoyo y alguien te anuncia: “No te preocupes”.   

Como cuando encuentras el ánimo de esa voz interior que te grita: “¡No,   no te detengas!”. 

La felicidad es la emoción positiva más reconocida, pero hay otras emociones que son tan buenas o incluso mejores que la felicidad: entusiasmo, compasión, satisfacción, perdón, aceptación, aprecio, comprensión, pasión, libertad, paz, amor…

Hoy te invito a que te permitas  experimentar esas emociones en el momento en que las tengas que vivir; a  encontrar en lo que te está pasando   la motivación y la actitud positiva no solo para seguir, sino para pensar en  adoptar la mejor Actitud Posible.   

Para terminar, te pido que recuerdes:

“Las personas más felices no son las que tienen lo mejor de todo, sino las que con lo que tienen hacen lo mejor”.

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