Search
Close this search box.

La mayor injusticia

Charlemos seguros

El asegurador

Hace algunas semanas  comentamos la sustitución del neoliberal Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) por la populista Comisión Nacional para la Mejora Continua    de la Educación (Mejoredu).    La eliminación del INEE pone en duda la continuidad de la evaluación de la educación que se imparte en México. 

¿Qué tan útil era la evaluación? Para contestar a la pregunta, leí el documento elaborado por el INEE en 2017, en el cual se plasmaron los resultados de la evaluación practicada a 131,662 alumnos de tercero de secundaria a escala  nacional  en planteles de diferente naturaleza: comunitarios, telesecundaria, secundaria general pública, secundaria técnica pública y secundaria privada.              

Si me hubieran preguntado antes de leer el documento, habría  aventurado una opinión: los  alumnos de escuela privada tienen un mejor rendimiento que los  de las escuelas públicas. La evaluación confirmó de manera contundente esa hipótesis.

Las materias evaluadas fueron Lenguaje y Comunicación, por un lado; y Matemáticas, por el otro. Sin duda, los dos pilares de la educación.

Los logros del alumno se clasificaron en cuatro niveles, tanto para Lenguaje y Comunicación como para Matemáticas. Por supuesto, un alumno pudo alcanzar un resultado elevado en Lenguaje y Comunicación y uno bajo en Matemáticas. Será abogado o licenciado en Ciencias Políticas. Si resultó alto en Matemáticas y bajo en Lenguaje y Comunicación, probablemente se dedicará a la programación o a alguna otra profesión donde la realidad se entienda y exprese con números. ¿Alto en ambos? Podrá  ser un analista capaz de elaborar una nota técnica y explicarla. Y  bajo en ambos significa que será carne de cañón para actividades comerciales sencillas en la economía informal.

Es un hecho innegable que los conocimientos se acumulan y sirven de base para la adquisición de otros  conocimientos de un nivel superior. Si un alumno de tercero de secundaria sólo alcanza el nivel I, sea en Lenguaje y Comunicación o en Matemáticas, será imposible que se gradúe como actuario  en el futuro. Estará destinado a un puesto operativo, seguirá instrucciones precisas y se lo deberá supervisar  de cerca cuando ejecute actividades sencillas.

Un estudiante de nivel I en Lenguaje y Comunicación  es capaz de localizar y extraer información explícita de un texto y reconocer el tema central. Si alcanza el nivel IV, será capaz de localizar y combinar información explícita e implícita en diferentes secciones de textos diversos, identificar secuencias, inferir la situación general de la comunicación sobre el tema e interpretar sus relaciones. 

Un abismo separa entonces a Juan, sentado al frente del salón, de  Rodrigo, quien está al fondo  enviando textos sencillos y simplificados en su celular para combatir  el aburrimiento en una clase donde no entiende nada.  

Y en la clase de Matemáticas, la mayoría de los alumnos se ubican  en el nivel I, donde se aglomeran codo a codo quienes sólo pueden resolver problemas básicos de conteo   con comparaciones sencillas de números naturales, realizar operaciones básicas de números enteros o fraccionados y  obtener el mínimo común múltiplo o máximo común divisor, siempre y cuando tales cifras no sean muy complicadas.   El cerebrito del salón, uno entre muchos, es el único capaz de multiplicar expresiones algebraicas, utilizar notación científica y entender ecuaciones o sistemas de ecuaciones.

En Lenguaje y Comunicación, tres  de cada 10 alumnos alcanzaron el nivel I; cuatro   de cada 10, el II; dos   de cada 10, el III;  y sólo uno de cada 10 logró  el nivel IV. En Matemáticas, los números cuentan que seis  de cada 10 sólo llegaron al I; tres   de cada 10, al II; y únicamente 1 de cada 10 alcanzó  los niveles III o IV. La diferencia entre un alumno de nivel I y otro de nivel IV se traducirá en ocupaciones sencillas o sofisticadas y en  ingresos diferentes que reflejarán   la escasez del empleado  o la  solvencia del profesional a la hora    de entender, interpretar y resolver.

La puntuación promedio, con 800 puntos como calificación máxima, fue de 495 puntos para Lenguaje y Comunicación y 497 puntos para Matemáticas, equivalente a pasar de panzazo. Como hemos mencionado, en Matemáticas el promedio fue similar, pero fue mucho menor el número de estudiantes que llegaron a los niveles altos.

En general, el nivel alcanzado por la mayoría de los evaluados no da para mucho. Pueden entender un texto, extraer las ideas principales y algunas conclusiones, pero no tienen la capacidad para entender planteamientos complejos ni   para utilizar, por supuesto,  las ideas plasmadas a fin de  avanzar en la ejecución de actividades dirigidas al logro de resultados. Suficiente para entender y ejecutar instrucciones precisas, pero insuficiente para investigar, obtener información y ejecutar acciones por propia iniciativa que arrojen los resultados necesarios para el éxito de un proyecto empresarial. Si hablamos de modelos matemáticos para representar una realidad o un planteamiento, serán pocos quienes puedan comprenderlos y manipularlos con el objeto de     avanzar en la extracción de conclusiones y la elaboración de pronósticos de negocios.

Muy pocos alumnos de tercero de secundaria poseen entonces los conocimientos necesarios para aspirar a logros académicos de altura y por lo tanto  para asumir posiciones de liderazgo en la iniciativa privada o en  las entidades públicas. La mayoría podrá aspirar a puestos operativos o de primer nivel de supervisión, y les quedará  vedado el acceso a posiciones de dirección.    Por supuesto, es conocido que en el sector público todo puede suceder, incluyendo el acceso a posiciones de alta responsabilidad de personas con dificultad para expresar sus ideas y con un muy limitado manejo de números para el planteamiento de situaciones sencillas o complejas. También existe la opción de adquirir, por medios casi siempre oscuros  y corruptos, una plaza en Pemex,  CFE o IMSS, donde podrán disfrutar de manera vitalicia de los beneficios de los mexicanos de primera, independientemente de su   rendimiento. 

Ahora enfoquémonos en el sector que nos atañe:    si se trata de ejecutar eficazmente las  actividades propias de la operación de una aseguradora rentable, es necesario contar con personas que sepan trabajar. El nivel I será el cochecito de carreterita, empujado con cuidado para evitar que abandone el camino;  el nivel II será el de fricción, con un  supervisor que ruega  en la cuneta que el vehículo no se salga de la ruta;  el nivel III será un autito de cuerda;  y únicamente el de nivel IV será capaz  de funcionar solo, quizá hasta con una pila recargable de  energía solar. 

La chapucería,  el ensayismo y los errores, elementos presentes en el trabajo cotidiano de la empresa mexicana, son la plaga derivada de la falta de capacidad de los trabajadores; o de la hiperabundancia de colaboradores de nivel I, dicho de otra forma. Diez horas diarias pegado al escritorio para medio cumplir con el expediente de un trabajo que una persona de nivel IV podría llevar a cabo  en sólo cuatro  horas. Horas-nalga  y meritocracia retorcida para suplir las carencias educativas, por desgracia.

La mayor injusticia, propiciada nuevamente por un gobierno que favorece a las huestes sindicalizadas de docentes borregos  (que permanecerán dóciles siempre y cuando se respeten sus derechos, y no  los de los alumnos), produce hornadas de educandos sin la capacidad suficiente. Si la escuela es comunitaria y rural, producirá contingentes de nivel I. ¿Necesitas el nivel IV? Lo encontrarás en las escuelas privadas urbanas, adonde  padres universitarios envían a sus hijos para obtener la preparación que les permitirá mantener el nivel de vida del que gozaron en casa en la niñez y la adolescencia. 

El resto tendrá que resignarse a la supervisión estrecha y a  condiciones laborales de subsistencia. A pesar de sus vicios, el sistema productivo castiga a los burros y premia a los privilegiados, que hacen caso omiso de  las reformas y contrarreformas   educativas para establecer estándares más amplios y poner a los alumnos a estudiar.

No puede existir mayor injusticia que negar a niños y jóvenes la oportunidad de adquirir conocimientos de alto nivel  para con ellos labrarse un futuro mejor. ¿Existen alumnos de tercero de secundaria, egresados de una escuela comunitaria, en una pequeña población rural y con padres analfabetos  que alcancen el nivel IV? Sí. Existen pastorcillos que terminan dando clase a sus compañeros y alcanzando la presidencia de la república, a pesar de sólo medir 1.37 m  de estatura y enfrentar numerosas limitaciones. Pero  son garbanzos de a libra, excepciones surgidas pese a un sistema que los condena a la mediocridad y la pobreza. También existen baquetones de escuela privada, con padres universitarios, excelente alimentación y todas las oportunidades pero que no pasan del nivel  I. Nuevamente, excepciones: el  nivel IV es territorio casi exclusivo de privilegiados, con algunas excepciones utilizadas por quienes medran con la educación para fines políticos de esquina y con ello   justificar lo injustificable.

No puede haber mayor injusticia.

Las opiniones expresadas en los artículos firmados son las de los autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista de El Asegurador.

Califica este artículo

Calificación promedio 0 / 5. Totales 0

Se él primero en calificar este artículo