La importancia de tener calle

Charlemos seguros

El asegurador

En los 35  años durante  los que me desarrollé como funcionario en empresas de seguros tuve la gran oportunidad de ir moldeando mi experiencia  y la suerte enorme de desempeñarme en diferentes niveles, tanto en el área técnica como en el área comercial y, finalmente, cubrí  la responsabilidad de ambas y la totalidad de la operación de una de esas empresas.

Lo anterior me permitió tener una visión bastante completa de las diversas cualidades  que se requieren para formar al ejecutivo de una empresa aseguradora.

En ese largo recorrido,  cuando llevaba aproximadamente un tercio del camino, y solamente  por un periodo corto de dos años, tuve la suerte de dirigir un despacho de corretaje de seguros.

 El hecho de sentarme a  la otra orilla de la mesa  me dio la oportunidad de sensibilizarme respecto a  la necesidad de servicio que tienen los clientes (asegurados) y la fuerza productora de una aseguradora.

Todo ello se conjugó  para que yo ganara la convicción   de tener empatía con la fuerza productora y con la clientela.

Con el tiempo se volvió para mí un compromiso personal de imperiosa necesidad   servir de la mejor manera posible, y hacía lo que estuviera a mi alcance para dar respuesta a las necesidades de servicio de  cada cliente (asegurado) y de cada productor.

De igual manera, siempre busqué transmitir ese sentido de servicio a toda la gente que tuve a mi cargo,  procurando también que los programas de capacitación y desarrollo de los funcionarios tuvieran los componentes indispensables  para proporcionarles el conocimiento y la sensibilidad que requerían a fin de cubrir ese importante requisito.        

Sin embargo, hay un factor esencial del cual nunca fui  lo suficientemente consciente y que hoy, después de seis años de independencia, veo con gran claridad.

Ese factor es algo  que considero indispensable dentro del plan de  formación del funcionario verdaderamente eficiente de una empresa de servicio.  Me refiero a tener calle.   Pienso que  para que un funcionario desarrolle la sensibilidad necesaria para proporcionar un servicio de la más alta calidad debe  contar en su experiencia con un “periodo de calle”. Trataré de explicarme.

Para dilucidar esta cuestión comenzaré diciendo que, aunque  pienso que a futuro los empleos de sueldo fijo desaparecerán,   todavía muchas empresas funcionan con un sistema de compensación basado en un ingreso fijo y solamente un porcentaje menor de dicho  ingreso como bono de actuación.

Me parece que esto no ayuda a   las personas que tienen un empleo de  ingreso quincenal a entender lo que significa   la calle. Como consecuencia de tal incapacidad, no generan  empatía respecto a aquellos que no están en esa misma posición.

Para mí, conocer    la calle  significa esa situación en la que alguien tiene  la necesidad de ganar dinero a destajo; significa no tener  asegurado ni siquiera un centavo y enfrentarse a la realidad de que dependerá de su actuación cotidiana    poder llevar dinero a casa.

 El desarrollo de esta capacidad  debería ser una materia básica en los planes de capacitación y adiestramiento  de los funcionarios de servicio.

Cuando era adolescente vi a mi padre (que era comisionista) enfrentar la necesidad de generar dinero para mantener a una familia de ocho hijos.    Quizá fue en ese entonces cuando decidí hacer carrera como funcionario dentro de una empresa.

Así viví 35  años de mi vida, en los cuales disfruté las mieles de pertenecer al mundo corporativo;  y, aun habiendo emprendido pequeños negocios hace más de tres décadas, siempre permaneció en mí  el temor de no estar al amparo de una empresa o, como dice un amigo muy querido, de “soltar la liana”.

Tanto se había anidado en mí ese miedo que incluso  durante mi carrera como funcionario decidí cinco veces  cambiar de trabajo; pero en todas ellas el cambio lo realizaba  una vez que tenía bien sujeta en la mano una oferta laboral que me ofreciera  mejores condiciones o una posibilidad de mayor desarrollo.

No fue sino hasta hace seis años, cuando  decidí dejar el mundo corporativo, cuando enfrenté esa realidad. Y es precisamente hoy cuando  veo claramente esa enorme necesidad de que todo funcionario que tenga una posición jerárquica y un sueldo seguro  haya tenido que pasar por la calle.

 Si se quiere entender este concepto, hay  que haber estado por cuenta propia, sin apoyo alguno y con la necesidad de generar para subsistir.         

Los estadounidenses  tienen una expresión que reza   The street smarts,   que se refiere a la sabiduría callejera de aquellos  que han adquirido la experiencia fuera de la escuela y la familia  y que han desarrollado inteligencia, asertividad, sentido común y habilidad para sobrevivir en un mundo en el que ellos no son los fuertes.       

Éstas  son personas que han tenido  el papel de David contra Goliat, que no han tenido apoyo de nadie  y a las que podríamos llamar los sobrevivientes de la calle.    

Esto es un problema del que pocas empresas parecen ser  conscientes en el sector de servicios financieros. Considero que en ello debería  ponerse más atención, porque lo que vendemos es precisamente servicio.      

Habría que pensar cómo   incluir dentro de las habilidades que se deben  desarrollar para ser un funcionario eficiente dentro de una compañía de servicio  al menos un periodo en el que los candidatos tengan que estar por su cuenta, sin ningún apoyo y con la irrenunciable necesidad  de generar dinero para sobrevivir.

Definitivamente, considero que para lograr empatía y otorgar  un nivel de servicio de excelencia habría que haber conocido   la calle. 

Las opiniones expresadas en los artículos firmados son las de los autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista de El Asegurador.

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