No tengo la más mínima duda de que la amistad es una de las cosas más valiosas que puede tener el ser humano. Es, ciertamente, uno de los valores universales más reconocidos.
Mi padre y mi madre, en sus propias palabras, siempre me lo decían. Recuerdo a mi padre expresar: “Si tienes amigos, eres un hombre rico”, y a mi madre: “Hijo, lo más importante en la vida, son los afectos”.
Yo he tenido la fortuna inmensa de atesorar muchos hermanos y de sentirlos, además de hermanos, mis amigos, y creo que cuento con algunos buenos amigos, a la vez que, conforme envejezco, me he enfocado cada vez más en procurar “ser un buen amigo”.
Tener un amigo es importante, como bien dice la sabiduría popular: multiplica las alegrías, porque cuando sentimos dicha por alguna situación, lo primero que queremos hacer es contárselo al amigo. Sabemos que, además de alegrarse por nosotros, sabrá que lo que más deseamos es compartir justamente con él, esa alegría, sin afán de presunciones.
Y no se diga de las penas, cuando uno recibe esos golpes bajos que nos da la vida, que son parte del crecimiento como individuo, y nos sentimos mal y bajoneados, ¡ah cómo ayuda descargarse con el amigo!, contándole abiertamente cómo nos sentimos y cuánto nos duele. Sabemos que con él nos podemos mostrar vulnerables y que sus palabras, acompañamiento y apoyo nos irán levantando nuevamente como si fuera un bálsamo que cura. Si bien, la tarea de crecer no se puede concluir, mas que haciendo esa importantísima labor interior, cómo ayuda y reconforta la labor que juega el amigo con su apoyo incondicional.
Sí, la amistad es, sin duda, uno de los grandes tesoros de la vida; sin embargo, si tener amigos es una dicha, quizás serlo lo es más.
Pero, seguramente nos ha pasado que cuando más necesitamos al amigo sentimos que no está para nosotros. Eso no nos debe preocupar, porque, con independencia de que pasar el trago solos quizás nos haga crecer aún más, de pronto nos sorprenderemos con el apoyo de gente que no esperábamos, porque llegan mágicamente, como si supieran que tienen la necesidad de suplir a aquel amigo ausente que no nos otorgó su apoyo. Es entonces cuando sabemos que nos está llegando un amigo nuevo, del cual debemos también estar pendientes.
Es por ello que, más que preocuparnos por tener amigos, debemos ocuparnos en ser amigos, lo cual, además, es una verdadera satisfacción.
Ser amigo es tratar de hacernos presentes en la vida de aquellos a los que consideramos nuestros amigos, tanto en las duras, como en las maduras; es algo que considero sumamente importante no sólo para nuestros amigos, sino para nuestro crecimiento individual.
Por eso, hay que estar atentos a nuestros amigos, a saber constantemente lo que viven y cómo se sienten; estar presentes en sus alegrías para multiplicarlas con nuestro cariño, aunque quizás es aún más importante estar al pendiente de sus penas y de sus caídas, porque reconfortarlos es nuestra tarea.
Nos puede llegar a ocurrir que un amigo pase por una preocupación y no nos enteremos, eso es grave, pero puede suceder. Lo que no sería de ninguna manera aceptable es enterarnos de que la está pasando mal y no estar para él, eso sí me parece imperdonable.
Por eso, hagámonos presentes, estemos para ellos. A mí me llena mucho estar para mis amigos y constatar que ellos saben que, si me necesitan, ahí estaré, haciendo mías, ya sea su pena o su preocupación o su alegría.
Y aun cuando ellos pudieran solamente buscarnos en la necesidad, eso no nos debe afectar, porque estar para nosotros, es algo que debe nacer de ellos y lo que verdaderamente es tarea nuestra, es que ellos sepan que cuentan con nosotros.
Hagámonos presentes con ellos, aunque sea simplemente para decirles: “Hola, ¿cómo estás?”. Si hay confianza, ellos nos dirán si es que en ese momento están contentos o tristes, si van ganando o perdiendo en el partido, pero, sobre todo, sabrán que estamos para ellos, porque, si bien tener amigos es una bendición, ¡lo es más aún, serlo!