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La cultura del mejor precio

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  • REFLEXIONES

Por: Carlos Molinar Berumen / carlos@molinar.com

Es una pena ver que en muchas ocasiones transitamos por el camino equivocado. Cuando se ha conocido la calidad, se vuelve una obsesión. Cualquier persona que conoce la calidad termina por enamorarse de ella, por comprometerse con ella y por no aceptar algo que no la tenga.

Desafortunadamente, en el mundo de hoy observamos que a pocas empresas les importa la calidad. Algunas de ellas tienen un doble discurso: piden calidad, pero exigen reducciones tales en el precio de productos o servicios que terminan comprando barato y eligiendo precio en lugar de calidad.

Yo no estoy en contra de buscar el mejor precio, siempre y cuando se tengan enfrente dos productos de la misma o similar calidad. El problema es que la mayoría de las empresas está dirigida por financieros con tal obsesión por ahorrar costos y recortar gastos, que han llevado a los mercados a olvidar un punto en la ecuación, que es vital: la calidad.

No hace falta más que ver cómo están conformadas las áreas de compras de las empresas; y cuanto más grande es la empresa, mayor es la obsesión por comprar barato, dando por sentado que la calidad está ahí, cuando no es así.

En todos los procesos de compra se analizan los costos y las condiciones de pago; ¿pero qué tanto se analiza la calidad de lo que se está comprando? Ya sean productos o servicios, los procesos van encaminados a comprar barato, cuando eso debería ser la última consideración. Se debería descartar a cualquiera que no cumpla con el mínimo requerido, y solamente aquellos que lo hicieran podrían pasar a una segunda etapa, en la que pudiera revisarse, entre otras cosas, el precio.

La mayoría de las empresas tiene áreas que se encargan de las compras. Dichas áreas organizan concursos que van encaminados a la búsqueda del mejor precio. En las licitaciones del gobierno es terrible ver que supuestamente están encaminadas a un proceso transparente, que resulta obviamente amañado desde las bases para favorecer a alguien. Pueden entrar en la mayoría de las licitaciones proveedores que no han cumplido con servicios requeridos en licitaciones anteriores, pero ganan simplemente por precio o por compadrazgo.

El colmo ha sido generar subastas electrónicas invertidas, en las que se organiza una subasta electrónica y van subiendo cotizaciones a la baja. Me pregunto: ¿qué empresa que se precie de dar un servicio de calidad está dispuesta a entrar a un proceso de ese tipo?

El comprar barato nos lleva a recibir un producto o servicio de mala calidad. Toda empresa debería apuntar a cumplir cabalmente con su oferta de valor, y por supuesto que debe aspirar a la máxima calidad, pero eso no se observa en una gran cantidad de organizaciones, ni siquiera en sus productos, mucho menos cuando se trata de comprar insumos o servicios a sus proveedores.

Es una incógnita para mí qué piensan los ejecutivos de las empresas cuando estrangulan a sus proveedores, les juegan chueco y los sangran al máximo para tratar (desde su erróneo punto de vista) de maximizar su utilidad, sin percatarse siquiera que están desvirtuando con ello su producto hasta llegar a entregar un bien o servicio miserable a sus clientes.

Pero pareciera que a muchas empresas eso ni siquiera les preocupa; dan por sentado que los clientes les van a seguir comprando, aun entregando basura en vez de un servicio o producto digno.

Desafortunadamente, siempre habrá alguien que busque precio, aunque lo que consiga no sirva para nada. Hay un dicho que dice que lo barato sale caro.

Me parece que cuanto más avanzamos en la vida, la lógica es que la experiencia nos lleve a buscar más y más la calidad, y no sólo en los productos y servicios que compramos, sino en todo en nuestra vida: en nuestras amistades, en nuestras relaciones, en nuestra manera de vivir; sin embargo, hay quien podría pasar por esta vida varias veces y seguir viviendo de manera mezquina… ¡Ah, eso sí!, ahorrando dinero.

Me sorprende ver que muchas personas compran el colchón más barato, aunque pasen en él la tercera parte de su vida y algunos de los ratos más agradables de la existencia, porque para ellos la calidad simplemente no es importante.

Desde mi visión, cuando la gente percibe, conoce y disfruta de la calidad, fácilmente se vuelve adicta a ella. Así, le molesta cualquier cosa que no tenga calidad, y hará cualquier cosa por obtener el más alto estándar. Y, tristemente, encontraremos también a nuestro paso a gente que se conformará con cualquier cosa que se le presente, lo cual va reflejar en su forma de ser, en su forma de actuar y en su calidad misma como persona: gente a la que tristemente podríamos calificar como “gente barata”.

 

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Las opiniones expresadas en los artículos firmados son las de los autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista de El Asegurador.

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