Entre los estragos que la COVID-19 ha ocasionado en el mundo, destaca la importante “brecha de protección” geopolítica que deja altamente expuestas a cadenas de suministro vitales, a negocios pequeños y a las economías emergentes; lo que puede conducir a una transformación en la relación entre aseguradoras y profesionales del riesgo, en lo referente al fomento de la mejora de los datos de administración y monitoreo de amenazas a través de áreas de alto riesgo.
Así lo advierte el documento Lloyd’s emerging risk report 2021, en el que la firma indica que tan solo en la última década, el panorama del riesgo geopolítico ha experimentado algo así como un cambio de paradigma. La humanidad se enfrenta a un futuro en el que la multipolaridad y la distribución equitativa del poder entre dos o más estados está cambiando el comportamiento de los riesgos hacia un sistema global cada vez más conectado.
Lloyd´s apunta que los estragos económicos generados por la COVID-19 han reabierto muchas de esas heridas y llevará consigo nuevas rivalidades, así como la resaca de la deuda nacional. A corto plazo, la geopolítica se convertirá en más idiosincrásico e impredecible, con tensiones elevadas desestabilizando sociedades y fluyendo hacia negocios y mercados internacionales.
En tal sentido, también afirma que todo será sobrealimentado por el rápido cambio tecnológico y por la automatización de la mano de obra. Asimismo, se observará una creciente dependencia global de la cibernética, las redes y la tecnología digital en todos los aspectos de los negocios, por lo que todos en general podrían sufrir las consecuencias de un posible colapso futuro de infraestructura crítica, física y digital catastrófica.
A medio plazo, el documento resalta que lo más probable es que durante la próxima década habrá un aumento en la competencia de grandes potencias, y una escalada de muchas de las confrontaciones de poder que han provocado conflictos en los últimos años.
Finalmente, Lloyd´s estima que a largo plazo el mundo tendrá que continuar haciéndole frente a los riesgos existenciales que empequeñecerían a la COVID-19 en términos de impactos potenciales, incluidos los proliferación, catástrofes humanitarias y cambio climático, así como eventos climáticos extremos impulsados por el cambio.
En general, es probable que la década posterior a la pandemia vea profundos cambios en las configuraciones geopolíticas, equilibrios internos de poder, e incluso fundamentales visiones del mundo. Las dos primeras décadas del siglo demostraron ser muy diferentes de lo que muchos esperaban, y la siguiente parece que no será menos impredecible.
“Lo que parece cierto en los próximos 10 años es que la crisis actual no terminará una vez que se complete el lanzamiento de la vacuna, se levanten los bloqueos y se restablezca la libertad de movimiento establecida”.
Afortunadamente, no solo se trata de cómo el virus exacerbó los riesgos existentes. La crisis sanitaria también ha expuesto áreas de fortaleza, resiliencia e innovación que, si se aprovecha adecuadamente por los formuladores de políticas, la sociedad civil y las empresas, pueden muy bien crear nuevas oportunidades a partir del panorama cambiante, concluye lo expuesto por Lloyd´s.