Fomentar una comunicación más amplia entre compañías para no estorbarse a la hora de brindar atención y servicio, por un lado, y la necesidad de establecer una colaboración y una inversión más profundas en el sector asegurador para atender con eficacia los grandes riesgos hidrometeorológicos, por otro, son las principales lecciones aprendidas por la industria del seguro en 2017, periodo turbulento que vio desarrollarse desastres naturales nunca antes vistos, señaló Richard Schneider Kladt, director regional de Siniestros para Latinoamérica de Swiss Re, en conferencia de prensa realizada en el marco de las XVI Jornadas de Seguro y Reaseguro 2019.
“México está muy expuesto a los desastres naturales; es el único país que se ve afectado por huracanes por las dos partes, por el Golfo y por el Pacífico. Además se ubica en una zona sísmica. Entonces, para el reaseguro, esta protección de las aseguradoras con respecto a los eventos catastróficos es un negocio importante”, dijo Schneider Kladt.
En el caso de México, las lecciones aprendidas sobre eventos de la naturaleza en 2017 fueron varias: “El 20 por ciento de las casas estaban aseguradas. Esto nos habla de la poca penetración que tiene el seguro en este país. La mayor parte de estas casas tenían el seguro por créditos hipotecarios que dan los bancos y que van ligados a cierta cobertura. Este seguro, lamentablemente, no siempre permite pagar el costo total de las pérdidas”, aseveró el director regional de Siniestros para Latinoamérica de Swiss Re.
Schneider Kladt indicó asimismo lo siguiente sobre la tecnología: “En el ajuste de siniestros en otras partes del mundo ya se utilizan drones o entra en juego la tecnología satelital para estimar pérdidas. También hay nuevas empresas en internet que se dedican a ir y analizar los siniestros. En América Latina andamos un poquito atrasados en todo esto con respecto a los siniestros. La utilización de drones sí se hace, pero no de forma tan frecuente como en otros países”.
“Otra lección aprendida es que se debe informar mejor a la población sobre el producto que contrata, porque hubo mucha decepción al momento de reclamar. La gente quería que se le pagara su departamento completo, y resultaba que la póliza no cubría el daño total. Quizá cuando se les vendió el producto no les quedó claro lo que se cubría”, dijo Schneider Kladt.
“Se tiene que enseñar a la gente a verificar lo que realmente compró. Hoy en día, si compras algo en internet, es más fácil que te expliquen con un video lo que estás comprando que no que una persona te lo muestre cara a cara”, indicó Schneider Kladt.
Para facilitar y mejorar el uso de la tecnología, el representante de Swiss Re comentó que falta más colaboración en el sector y que se trabaje más en conjunto. “Cada compañía trabaja con diferentes ajustadores. En el terremoto mandaban a cinco ajustadores a cada casa para ver cómo estaba la edificación. Falta ponerse de acuerdo en el sector para que sea más eficiente el ajuste y todo se organice de manera apropiada”.
“También se necesita capital para ya invertir en drones o en tecnología más avanzada. Hoy en día hay tecnología con la que el ajustador, auxiliado sólo con su teléfono celular, puede tomar medidas de una pared dañada y calcular cuánto va a costar componerla, y ello hace que el proceso sea más fácil”, aseguró Schneider Kladt.
El año 2017 también fue un periodo de catástrofes en México, ya que el 7 de septiembre México experimentó el mayor movimiento telúrico jamás registrado en su historia, cuando un sismo de magnitud 8.1 sacudió el golfo de Tehuantepec, frente a la costa sur. Menos de dos semanas después, otro terremoto, esta vez de magnitud 7.1, azotó el centro de México en el límite entre Puebla y Morelos, produciendo un temblor en Ciudad de México, a 133 km de distancia.
El primer terremoto apenas afectó a las poblaciones regionales costeras de los estados de Chiapas y Oaxaca, pero los temblores siguientes se sintieron ampliamente en el centro y sur de México. Por el sismo del día 7 de septiembre perdieron la vida aproximadamente 96 personas, y más de 140,000 casas resultaron dañadas o destruidas. Esto se debió a la magnitud absoluta del terremoto y a la vulnerabilidad de las viviendas locales, la mayoría de las cuales no cumplía las directrices del Código de Construcción de 1987.
El terremoto de Puebla y Morelos del 19 de septiembre cobró la vida de 369 personas. Alrededor de 200 edificios sufrieron daños de moderados a graves, y 80 edificios en Ciudad de México y centros urbanos cercanos quedaron completamente destruidos.
La mayoría de los edificios que se derrumbaron habían sido construidos antes de 1987, cuando se introdujeron nuevas disposiciones antisísmicas. Los edificios que se vinieron abajo o resultaron dañados revelaron una configuración estructural deficiente y el incumplimiento de los nuevos códigos de construcción.
La Ciudad de México sigue estando muy expuesta a riesgos de terremotos, y la ciudad se asienta principalmente sobre terreno blando que amplifica la intensidad de los movimientos de la corteza. Como resultado, pueden producirse sacudidas, incluso aunque el epicentro esté alejado. Por ejemplo, el terremoto de Michoacán de 1985 se produjo a más de 300 km, pero aun así provocó una devastación masiva en la capital.
A causa de ambos terremotos en México perdieron la vida 465 personas. Los daños asegurados de los dos eventos fueron de 1700 millones de dólares, pero ésa solo fue una pequeña parte de los 12,000 millones de dólares de daños económicos.
Schneider Kladt detalló que los daños económicos totales en el orbe fueron de 337,000 millones de dólares, generando una brecha de protección global a todo riesgo frente a catástrofes de 193,000 millones de dólares en 2017. A nivel mundial, más de 11,000 personas perdieron la vida o desaparecieron como consecuencia de catástrofes, y millones de ciudadanos quedaron sin hogar.
Cabe destacar que los factores de riesgo que más daños generaron en el último año fueron los inducidos por las condiciones atmosféricas. En particular, una oleada de huracanes de categoría 4+ (Harvey, Irma y María (HIM)) en el Atlántico norte dejó una ola de destrucción en las islas de El Caribe, Puerto Rico, Texas y partes del oeste de Florida. Según estimaciones preliminares, los daños asegurados totales provocados por HIM fueron aproximadamente de 92,000 millones de dólares.
Respecto a otras catástrofes, Schneider Kladt precisó que los incendios forestales asolaron partes de California y otros países. Por último, especificó que en 2017 se registraron 14,000 millones de dólares en cuanto a pérdidas aseguradas asociadas a los incendios forestales que azotaron a todo el mundo.