A pesar del glamour, el traje oscuro, los desayunos y comidas en restaurantes caros y los modales de millonario para impresionar, un banquero es sólo el empleado de un intermediario, amenazado hoy en día por la tecnología y el auge de las redes sociales.
Un banco es un intermediario muy particular: se dedica a prestar dinero que no es suyo.
El banco garantiza a quienes depositan dinero, su devolución en un plazo definido. Al tener el dinero en sus arcas, el banco lo presta a otras personas o empresas que prometen pagarle en un plazo definido, diferente al anterior. El chiste de este intermediario tan particular consiste en lograr que le salga la ecuación de “me prestan a diferentes plazos, les pago intereses y yo presto a otros plazos, me pagan intereses y obtengo una ganancia alta”.
En nuestra industria, el capital constituido por una aseguradora garantiza el pago de los siniestros. Si el cálculo de la siniestralidad futura es erróneo, la compañía de seguros cubrirá la diferencia entre lo estimado y lo real (más alto, obviamente) con su propio dinero. En el caso del banco, el capital cubre diferentes eventualidades, las más comunes es el retiro del dinero depositado por parte de sus clientes o la falta de pago de lo adeudado por parte de sus otros clientes. El negocio funciona muy bien cuando el banco estima correctamente la rotación de depósitos. Si capta del público 100 pesos, por decir una cantidad, y presta esos mismos 100 pesos a sus clientes, el chiste es que la devolución de lo prestado le alcance para cumplir con los retiros de sus depositantes. Si este equilibrio se rompe, el banco tendrá que conseguir capital para cubrir sus faltantes o morir en el intento. Hace años, los bancos recurrían a diferentes tácticas cuando sus depositantes demandaban su dinero, desde largas colas y tortuguismo hasta, de plano, cerrar las sucursales para evitar la salida de un dinero que no estaba en su poder. Hoy, esto es imposible, pues con un teclazo es factible retirar electrónicamente el dinero en segundos.
En Estados Unidos, los pasivos del sistema bancario por depósitos de sus clientes alcanzaron en 2022 los diecinueve trillones de dólares. Para evitar la confusión de la terminología, billones, miles de millones, billardos, millardos y demás, digamos que es un 19 seguido de doce ceros. Eso es una cifra relativamente cercana al producto anual de ese país o, en términos domésticos, catorce veces el producto interno bruto de México. De esos 19 trillones, los bancos, en su calidad de intermediarios, prestaron 11.2 trillones. ¿Y los 7.8 trillones restantes? Los bancos los utilizaron para adquirir otros activos con el dinero de sus depositantes. Entre esos activos hay bonos del gobierno, inversión segura, sin duda. Así, los bancos prestan dinero a empresas y personas y también obtienen intereses de la compra de bonos.
Para garantizar el pago de sus obligaciones, los bancos registraron un capital de 3.4 billones, más del doble del producto anual de nuestro país. Parecía suficiente.
En marzo de 2023, el Silicon Valley Bank sufrió una corrida devastadora: sus clientes retiraron 42 billones de dólares en pocos días. El problema tuvo su origen cuando fue necesario apoyar a las empresas y a las personas durante la pandemia, lo cual llevó la inflación a niveles con precedentes tan lejanos como los años 80. La FED, el banco central gringo, se vio forzada a elevar la tasa de interés y de ahí se derivó una serie de acontecimientos que ocasionaron la casi quiebra del banco californiano y el contagio de la situación a otros bancos y países tan lejanos como Suiza y Japón.
¿Qué ocurrió?
Al subir la tasa de interés, el precio de los bonos adquiridos por el SVB para obtener dinero de una inversión segura, disminuyó. ¿Por qué ocurre esto? Si yo compro un bono a un precio de 100 pesos, con una tasa de interés del 3 por ciento y de repente el público puede comprar bonos de 100 pesos con una tasa del 6 por ciento, yo tendré que ofrecer los bonos que compré, en caso de querer venderlos, en 50 pesos, para poder colocarlos con un rendimiento de acuerdo con la tasa de interés más alta. Pues no los vendas, me diría mi compadre. Te esperas a que venzan, te entregan tus 100 pesos más los 3 pesos de interés, compras bonos con tasa más alta y listo. Sí, compadre, pero el problema es que el dinero que tengo invertido en esos bonos lo necesito ahorita. ¿Qué hiciste, compadre? Pues compré esos bonos con un dinero que me prestó un amigo. Lo tenía debajo del colchón y le dije que yo le daba el 1 por ciento de interés. Pues todo bien entonces, ¿no compadre? La cosa es que mi amigo quiere su dinero, no sé si lo necesita o no, parece que le dijeron que no soy de fiar. Pues qué bruto eres, compadre. ¿No se te ocurrió que la tasa de interés podía subir? La verdad, no compadre. Pues qué… Ya, compadre. Ya entendí.
Al verse obligados a vender los bonos a precio menor, los bancos se vieron forzados a registrar la minusvalía de sus inversiones (activos), lo cual repercutió en el precio de sus acciones, lo que a su vez provocó más retiros y lo demás ya se lo imaginan. A mayor proporción de bonos en la cartera del banco, mayor exposición, mayor disminución del valor del banco, más corridas, menor valor y la quiebra en el horizonte.
La FED llegó al rescate, algo así como un FOBAPROA a la gringa, con tortillas de harina y queso menonita. No te preocupes, banco, yo te presto el equivalente al monto de los bonos que tienes que vender para pagarles a tus nerviosos depositantes y te lo presto al valor nominal, es decir, cien pesos, así no registras la minusvalía de los bonos, sales adelante, no quiebras, no me contaminas a otros bancos y todos contentos salimos agarrados de la mano. ¿Y me vas a prestar a tasa baja, amigo FED? Eso sí no puedo hacerlo. No soy el gobierno mexicano. Te prestaré a la tasa de mercado. ¿La tasa alta que subiste para contener la inflación? Esa misma, pero así no quiebras.
Lo malo es que el préstamo de 100 pesos de la FED que entra al banco y el depósito exigido por el depositante que lo quiere de regreso tienen una gran diferencia: la tasa de interés: FED alta y depositante muy baja. Como en México, tienes una cuenta de cheques y, excepto INBURSA, el resto de los bancos te pagan muy poco, debajo de la inflación, seguro. Cambiar activos baratos por activos caros permite al banco salir de la crisis, pero su valor bajará paulatinamente. El compadre no morirá de infarto, pero la diabetes lo irá mermando. Está gordo y no quiere tomar medidas drásticas.
¿Cómo es que la regulación no contempló el riesgo, tomando en cuenta lo ocurrido en 2008?
La cosa es que los republicanos tienden a disminuir los requisitos. Trump es republicano y se le ocurrió aumentar el monto de los activos totales de los bancos regidos por una regulación más estricta. Grandes bancos, disfrazados de medianos, se vieron favorecidos por una regulación benigna y se metieron en problemas.
Tropecé de nuevo y con otra piedra, pero también está filosa.
El correo electrónico de Antonio Contreras es acontrerasberumen@hotmail.com