El amable lector que ha seguido mis contribuciones recordará que hace algunos meses escribí sobre la depresión criticando a las revistas del corazón por su manera poco seria de tratar el tema. Pues bien, el asunto que tocaré en esta oportunidad tiene más o menos el mismo problema respecto a la superficialidad con que se trata en este tipo de publicaciones, que son preocupantes porque a menudo constituyen la única fuente que tienen amplios sectores de la población para acceder a información médica sobre problemas de salud comunes.
Hablaremos de la relación que existe entre el sueño y el estrés y de lo que produce en el organismo humano una anomalía que los implique. Cada tema por sí solo podría abarcar todo el espacio que amablemente me dan mes con mes los editores de la Revista Mexicana de Seguros y Fianzas, por lo que trataré de ser lo más conciso posible.
El sueño es importante para todo ser vivo, pero es imprescindible para el ser humano. Esto quiere decir que, sin dormir, el ser humano muere o, en el mejor de los casos, quedaría muy maltrecha su salud física y mental. En realidad, es casi imposible que el ser humano por decisión propia deje de dormir, pues el cuerpo defiende sus intereses y eventualmente entrará en las fases del sueño que requiera (lo explicaremos abajo). Sin embargo, existe el insomnio, que es un problema grave que debe atacarse de inmediato para evitar entrar en un círculo vicioso (de esto también hablaremos más adelante).
El sueño se puede definir como el acto de reposo de un organismo multicelular vivo que se caracteriza como un estado en el cual, aparentemente, existe muy poca actividad fisiológica (presión sanguínea, respiración y latidos del corazón) y muy baja respuesta a los estímulos externos; decimos aparentemente porque, como veremos, la baja actividad fisiológica no lo es por completo. También como sinónimo del acto de dormir se puede hacer referencia a la actividad de mente y cuerpo durante ese periodo en que remiten sus funciones.
El estudio científico del sueño se lleva a cabo con la ayuda de tres registros eléctricos del cuerpo humano: el electroencefalograma (EEG), el electrooculograma (EOG, una medición de los movimientos oculares) y el electromiograma (EMG, movimiento de los músculos esqueléticos). El registro de estos parámetros electrofisiológicos para definir los estados de sueño y de vigilia se denomina polisomnografía.
Estos estudios de la actividad eléctrica del cuerpo describen los estados del sueño, que están intrínsecamente ligados a los movimientos de los ojos. Sí, efectivamente, la forma en que se estudia el sueño en los seres vivos complejos es por medio de los movimientos de los ojos que tiene un individuo mientras duerme, que se dividen en dos principales grupos: sueño no MOR (Movimiento Ocular Rápido; o, por sus siglas en inglés, no REM (Rapid Eye Movement)) y sueño MOR o REM.
En el sueño no MOR se pueden diferenciar tres fases: la fase I del sueño ligero es la transición desde la vigilia al sueño; la fase II se caracteriza por subidas y bajadas en los registros eléctricos del cerebro. La fase III es aquella en la que se llega al sueño profundo, y también se conoce como sueño de ondas lentas o sueño delta.
El sueño de la fase IV o sueño de movimientos oculares rápidos (MOR o REM), conocido también como sueño paradójico por su gran actividad eléctrica pero mayor capacidad de descanso, se caracteriza por un EEG con ondas en “diente de sierra”. El EOG da muestras de movimientos oculares rápidos, similares a los que se observan cuando la persona permanece despierta y con los ojos abiertos (de ahí su nombre de sueño MOR o sueño REM). La actividad del EMG permanece ausente. En esta etapa se presentan las ensoñaciones. Lo normal es que se presenten de cuatro a seis periodos de sueño MOR durante la noche. Esto quiere decir que existe una actividad cerebral muy intensa, gran movimiento en los ojos y muy poco movimiento del cuerpo.
En esta fase, los seres humanos soñamos (fase onírica). Y aquí hemos de desmentir información falsa que propalan las revistas del corazón: los sueños no significan nada ni tienen que ver con nuestro destino, origen o grandeza; son simples (aunque imprescindibles) ondas eléctricas que permiten a nuestro cuerpo seguir funcionando con normalidad al día siguiente. Esto quiere decir que todas las noches soñamos, sin falta, por lo menos cuatro veces cada noche; nunca dejamos de hacerlo, por lo cual en el adulto normal la distribución de dichas fases es aproximadamente la siguiente: sueño no MOR, 75 por ciento; sueño MOR, 25 por ciento. Cuando recordamos el contenido de lo que soñamos, es porque muy probablemente nos despertamos en la fase MOR del sueño.
Una situación interesante de los sueños es que nunca, jamás, nos vemos a la cara a nosotros mismos, esto es, resulta imposible vernos a nosotros en el sueño: sabemos que somos nosotros y que estamos ahí, pero no podemos vernos cara a cara. Lo anterior probablemente se deba a que nunca nos hemos visto el rostro con nuestros propios ojos, por lo que el cerebro no tiene registro fehaciente de nuestro rostro (los espejos y fotografías son vistas indirectas de nuestra fisonomía).
Se considera que durante el sueño profundo (fase III) se produce la restauración física; y durante el sueño MOR, la restauración de la función cognitiva (proceso de aprendizaje, memoria y concentración). Las necesidades de sueño varían según la edad, el momento de la vida y la actividad física que se desarrolle. En épocas de mucha actividad intelectual, en la adolescencia o durante los meses del embarazo puede aumentar la necesidad de sueño; mientras que en la vejez, o por las preocupaciones diarias, las grandes emociones o el ejercicio físico realizado en la tardenoche puede disminuir la cantidad de sueño. En un adulto normal, las horas de sueño necesarias pueden oscilar entre cinco y nueve, sin que esto afecte casi nada a la cantidad o calidad del sueño MOR.
Pasemos ahora al estrés. Existen miles de definiciones, y la que elegiremos es la siguiente: el estrés es una reacción fisiológica del organismo en la que entran en juego diversos mecanismos de defensa para afrontar una situación que se percibe como amenazante o de demanda fisiológica incrementada. Sin embargo, si este estado de estrés es constante, trae como consecuencia una afectación a la salud y a la psique del individuo; pero no es que el estrés sea una enfermedad per se.
El término estrés proviene de la física y hace referencia a la presión que ejerce un cuerpo sobre otro (fatiga de materiales); el que recibe más presión es el que terminará quebrándose. En medicina, estrés se utiliza para definir la respuesta inespecífica a cualquier demanda a la que sea sometido el cuerpo humano; es decir que el estrés puede presentarse cuando se acude a una cita con el ser amado, por ejemplo; sin embargo, es más evidente frente a un peligro, en una enfermedad o ante la expectativa de un examen o una cirugía.
El estrés es el modo de los seres más complejos de reaccionar a un peligro o un desafío; en el ser humano, el encargado de la respuesta disparadora de estrés es el sistema nervioso simpático, por lo que durante este estado presentaremos vasoconstricción periférica, midriasis, taquicardia, taquipnea, disminución en la motilidad intestinal, liberación masiva de glucocorticoides en el torrente sanguíneo (por ejemplo adrenalina y noradrenalina, cortisol y encefalina), aumento en sangre de la cantidad circulante de glucosa, factores de coagulación, aminoácidos libres y factores inmunitarios.
Todo esto provoca que el cuerpo humano esté en condiciones de dar una respuesta de lucha o de huida, las dos posibilidades para las que esta respuesta prepara al cuerpo humano, ya sea para hacer frente al peligro o para decidir huir en caso de que se valore que el enfrentamiento traerá como resultado una derrota (acudir a la cita romántica, en el primer caso, y escapar de un automóvil que viene hacia nosotros a 120 km/h en el segundo caso). Debido a que nuestro organismo no puede mantener este estado durante largos periodos, el sistema nervioso simpático siempre tenderá a llevar al cuerpo al estado inicial que se tenía antes de que apareciera el evento estresante.
Cuando lo anterior no sucede, es decir, cuando no se restablece el estado original, se tiene como resultado en el organismo fatiga, ansiedad, irritabilidad, ira, etcétera. Si todo esto persiste, puede contribuir, directa o indirectamente, a la aparición de trastornos generales o específicos del cuerpo. A estos trastornos se les conoce entonces como enfermedad. Entre las enfermedades más comunes por esta situación de estrés constante se encuentran la esofagitis, gastritis, colitis, migraña, accidentes vasculares cerebrales, hipertensión arterial sistémica (HAS) y muchas más.
No estamos diciendo que el estrés por sí mismo provoque esas enfermedades; lo que queremos señalar es que la estimulación constante del sistema nervioso simpático provoca que los órganos que se ven afectados constantemente (presionados, para seguir con el ejemplo de los materiales, en física) terminarán por “quebrarse” (enfermarse). A estos órganos se les conoce como órgano blanco del estrés.
Ya con todo lo anterior podemos redondear de la manera siguiente: el sueño es muy importante para el organismo. Si este descanso no es de calidad, entonces al cuerpo se le está aplicando una presión; y, si dicha presión continúa por grandes periodos, se puede producir una enfermedad, y esta alteración producirá más estrés, que a su vez producirá insomnio o falta de sueño, lo cual acarreará más estrés… El resultado: estaríamos encarcelados en un círculo vicioso sin escape. Y no es necesario explicar la peligrosidad de dicho círculo.
No quisiéramos terminar sin decir que el estrés y el insomnio son entidades no cubiertas por las pólizas de Gastos Médicos Mayores porque se aduce que no son una enfermedad como tal. En otras palabras, se argumenta que, aunque puedan ser generadores de grandes trastornos fisiológicos que provocan cuantiosos gastos hospitalarios, no se los considera en sí como una enfermedad.
Enrique W. Alarcón Martínez es médico y director de Operaciones en Médicos Asociados Nocrala Selarom, Dictamed.