Ante la difícil tarea de hacer frente a los múltiples riesgos de un país, es vital comprender dos cosas: que la colaboración   público-privada es fundamental para gestionarlos de manera óptima y que a la sociedad le corresponde la obligación civil de “ser más ciudadanos contratando seguros”. El Estado no debe ni tiene los medios para solucionarlo todo.   El esfuerzo debe ser colectivo, y lo complementará  el sector asegurador, con cuya labor se pueden alcanzar estándares muy altos      de prevención y herramientas para mitigar los riesgos de cada país.

Ésta fue la parte medular de la reflexión que compartió Felipe González Márquez, expresidente  del Gobierno de España, con los aseguradores reunidos en la 29.ª Convención de Aseguradores, organizada  por la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros (AMIS). En esa intervención, el político español agregó    que los frutos que se alcanzan por medio del trabajo conjunto, con la colaboración de todos, poseen una importancia mayor, toda vez que  los riesgos a los que hoy nos enfrentamos han dejado de ser los clásicos y emanan de una fuente muy distinta, de acontecimientos insospechados que  ocurren a gran velocidad.

Felipe González dijo también que durante su mandato el propósito de inculcar la cultura de la prevención fue fundamental para que los grandes riesgos y siniestros se redujeran a su mínima expresión, lo que desembocó en la baja incidencia de eventos catastróficos;  de ahí que haya hecho una encarecida exhortación a los ahí presentes a poner manos a la obra para que en la sociedad mexicana exista mayor conciencia del valor inherente al acto de prevenir, y no solo en relación con la ayuda que para ello brindan los seguros,  sino respecto a cada acción que emprendamos.

“Y, cuando hablo de  la prevención —precisó el expresidente del Gobierno español—,    me refiero, por citar solo un ejemplo, a la limpieza de los montes o a cualquier otra acción que implique anticiparse a lo probable  o evitar que se desencadene un siniestro o evento catastrófico alentado por el descuido o la negligencia de la sociedad; de ahí la importancia de la prevención”.

“Por otro lado  —indicó quien fue secretario general del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) de 1974 a 1997—, cuando hablo de crear ciudadanía mediante el consumo de seguros,   el comentario no tiene nada que ver con política, sino más bien con la adopción de una conducta bien definida  que entraña responsabilizarse por los riesgos que a cada cual atañen, ante los cuales, desde luego, la compra de seguros, la prevención y la colaboración son piezas fundamentales”. 

Si esta tarea de crear ciudadanía se hace bien, explicó el político nacido en Sevilla en 1942, se generará  ahorro, que es uno de los factores fundamentales del desarrollo; por lo tanto, se facilitará que el Estado se ocupe de defender los intereses generales del país. Haciendo  el mayor esfuerzo, el interés público bien puede llevar a favorecer el establecimiento de condiciones para que el aseguramiento privado llegue a todos los rincones del país: estaremos entonces ante el círculo virtuoso del seguro.         

Sin embargo, añadió   González Márquez, los riesgos, como los países, están cambiando, y la convivencia con los riesgos es algo semejante a lo que enfrentamos ante un incendio. El hombre  ha convivido con el fuego siempre; por lo tanto, esto no es para nosotros un fenómeno nuevo. Pero lo que sí es nuevo es el comportamiento del fuego en relación con el  cambio climático; de ahí la reflexión que todo esto nos deja es la siguiente: un fenómeno largamente conocido puede tener en nuestra precaria actualidad rostros desconocidos producto de la transformación de la sociedad, del  ambiente, de la tecnología, etcétera, y hay que saber advertir y prevenir dichas facetas. 

Las compañías de seguros necesitan convertirse en expertos analistas  del origen de los nuevos riesgos; y no solo se han de concentrar en la fuente de la que brotan estas amenazas desconocidas, sino que han de analizar también los caminos que tales peligros tomarán para llegar a nosotros.   El cambio climático, el envejecimiento de la población, la revolución tecnológica, la edición genómica, la cibervulnerabilidad, las migraciones masivas, los transportes autónomos, los debates filosóficos que ya nos señala la bioética, la grave incidencia de enfermedades mentales (depresión) y la renovada resistencia de muchas bacterias a todo tipo de antibióticos son encrucijadas a las que quizá llegamos con un poco de retraso. Ante ellas, el seguro deberá empeñar toda su creatividad y esfuerzo para atenuar tanto como sea posible los riesgos que desencadenen.               

El expositor González  indicó también que todo  país, en función de su historia y ubicación geográfica, debe ser capaz de medir los riesgos que lo acechan.     “Vivimos en una sociedad diferente en la que el efecto de nuestros errores es mucho más rápido y mucho más destructivo. Eso es lo que ocurre en una sociedad menos dependiente de la globalización”.

Y, para redondear la idea, se valió de un símil muy apropiado: “Noté que era viejo en el momento en   que, al bajar el escalón, tuve que mirar con atención dónde ponía el pie. Antes, en mi juventud, no existía el escalón;  todo parecía una superficie totalmente lisa. Hoy ya no es así. Y con eso quiero decirles que las sociedades que envejecen también miran permanentemente al suelo por una razón: tienen  miedo, envejecen y descubren que hay riesgos que desconocen y a los cuales hay que tenerles mucho cuidado”.

A juicio del político español,  los riesgos y la preparación para hacerles frente requieren   un elemento imprescindible: la educación, concepto que tiene que ver con la preparación para el cambio. “Me explico:  cuando alguien se especializa en una materia, la que sea, lo primero que tiene que saber es que la obsolescencia de sus conocimientos sobre tal  asunto llegará en tres o cuatro años si no se actualiza”.

Por lo tanto, dijo González Márquez,     toda persona que hoy sepa que es competente  en su materia necesita asimismo tener en la cabeza la suficiente flexibilidad para modificar sus hábitos  y aceptar que su utillaje teórico quedará obsoleto si no hace algo para sumarse al cambio y comprender las nuevas realidades.   

Uno  de los grandes desafíos de la sociedad,  según Felipe González, es que para alcanzar  más seguridad es fundamental entrenar a la gente joven para afrontar el  cambio, que siempre generará inseguridad. Necesitamos inculcar en la juventud que lo único seguro es que su trabajo “especializado” va a cambiar a lo largo de la  vida varias veces. En suma, transmitir conocimientos infunde seguridad. 

González Márquez dijo que los  seguros y el Estado necesitan tener plena conciencia de que el  desafío actual no está en el aseguramiento de los riesgos tradicionales,  sino en la cobertura de los que se están gestando hoy por el surgimiento de una  generación nueva, por la revolución tecnológica, por el envejecimiento de la sociedad, etcétera.   

El  expresidente del Gobierno de España cerró así su participación en este evento:    “Yo creo que el círculo virtuoso de un país es crecer y distribuir, porque eso retroalimenta el crecimiento y  crea ciudadanía y compromiso social. El sector asegurador es una industria fundamental para el ahorro, para la flexibilidad en el análisis de los riesgos y el resarcimiento ante los   siniestros; porque, por mucho que un Estado sea sofisticado, pretender cubrir por sus propios medios los riesgos siempre será menos eficiente que hacerlo por medio de la cooperación público-privada.   Háganlo. Y no se equivoquen: nadie sustituye al otro”.

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