Querido lector, en esta ocasión quiero reflexionar contigo acerca de una distinción interesante que he venido observando en la evolución de algunas organizaciones de diverso tamaño y que participan, todas, en nuestro amado sector asegurador.
De antemano ofrezco una disculpa por usar palabras en inglés, pero es que justamente las denominaciones que dan título a esta columna ayudan a hacer más evidente el contraste de conceptos.
Manager es una palabra con la que estamos ampliamente familiarizados. Se ha utilizado desde hace décadas y se traduce frecuentemente como gerente o director. Es “alguien que dirige, administra o gestiona”, como definen algunos diccionarios. Si somos aún más breves, en forma coloquial, como muchas veces nos gusta definir conceptos, se trata de “el jefe” de algún grupo. Esa palabra nos remite de inmediato al concepto de autoridad.
Head en cambio hace referencia a la representación de un grupo. Literalmente, por su traducción, se refiere a quien encabeza un equipo. La palabra nos remite más a un concepto de voz que de autoridad.
Para ser más elocuente me voy a permitir ilustrarlo con un ejemplo que a mí me resulta útil para aclarar la diferencia.
Desde hace algún tiempo, en el ámbito de los negocios, se ha venido popularizando el uso de metodologías de trabajo en equipo, y más recientemente de innovación. En éstas, los participantes se distribuyen en equipos, en grupos de colaboración para desarrollar una idea, resolver un problema o simplemente abordar un reto.
Usualmente, se realiza algún tipo de competencia entre equipos para así poder señalar de mejor manera a quienes hayan hecho un uso más cabal de la metodología. Llegado el momento, cada equipo presentará lo que haya desarrollado.
En un caso concreto, imaginemos un grupo de 50 personas que se han dividido en 10 grupos de 5 personas para realizar el contraste correspondiente. Escuchar individualmente a cada uno de los 50 sería una tarea extenuante, por lo cual se acostumbra nombrar a una suerte de vocero por cada equipo y así atender sólo a 10 de los 50 participantes y arribar a una evaluación funcional de los resultados.
El vocero de cada equipo no es jefe de los demás. No cuenta con una jerarquía superior. Sólo es el designado para expresar lo que su equipo realizó y así mostrarlo a los demás equipos participantes.
Esta concepción del Head es muy interesante porque en ella podemos apreciar que su existencia se justifica de manera pragmática por la pura necesidad de facilitar la comunicación entre grupos.
Nos habla también de un sentido de igualdad o de equidad en la importancia de la participación de todos y cada uno de los miembros en el interior de los diversos equipos, lo que evoca una filosofía de trabajo moderna, democrática y participativa, en contraposición con la filosofía de un jefe que de manera unilateral toma todas las decisiones, define el rumbo del equipo y únicamente requiere algo de los colaboradores para la ejecución de sus instrucciones.
Es mucho lo que día a día se estudia para distinguir las culturas organizacionales que atravesarán exitosamente las crisis presentes y futuras y cómo la forma en que trabajan arroja resultados sostenibles en el tiempo, separándose de organizaciones que eventualmente hoy pueden alcanzar resultados positivos pero que están destinadas a fracasar, o incluso a desaparecer en el largo plazo.
Diversas fuentes afirman de manera categórica que una cultura de innovación que genere cambios positivos y resultados que superen los desafíos continuos es aquella donde los colaboradores pueden aportar permanentemente su creatividad, ingenio y conocimientos para el logro de los objetivos. Y aseguran también que ello requiere un estilo de liderazgo diferente, mucho más cercano al Head que al Manager.
Aquello del líder “sabelotodo”, quien de forma individual, con su propio acervo, resolvía y decidía por sí solo, está quedando en el ayer.
Naturalmente, no insinúo en modo alguno que la solución sea el nombre del puesto o la posición. Grandes corporativos usan hoy el Head sólo para estar a la moda y sentirse a la vanguardia, cuando en realidad quienes ejercen tales responsabilidades bien podrían también utilizar “su excelencia” o “altísimo y magnánimo” para describir el estado de presunta iluminación con el que por momentos parece que ejercen sus cargos.
Dice un refrán muy conocido que a la tierra que fueres haz lo que vieres. Creo que hay una forma de interpretación de estas mismas palabras, pero en el contexto de la temporalidad.
En poco más de cuatro décadas que me he desarrollado profesionalmente he visto evolucionar los conceptos de liderazgo, pasando desde la visión de un liderazgo personalísimo, claramente individual, a un verdadero y genuino concepto del trabajo con el equipo y de él.
Ambos, como extremos, tienen bondades y defectos, pero lo que fácilmente podría decir un viajero del tiempo, reescribiendo el refrán, sería: “Al tiempo que fueres haz lo que vieres”.
Hoy el liderazgo es distinto. Requiere talentos y disciplinas diferentes. Requiere apertura de mente, corazón y ego. Nadie posee toda la verdad; sólo pequeñas partes de ella.