La geriatría es una especialidad médica de reciente aparición en el país (existe desde hace 40 años, aproximadamente) cuyo objeto de estudio es la prevención, el diagnóstico y el tratamiento de las enfermedades de las personas de la tercera edad. También se ocupa, en la medida de lo posible, de la rehabilitación de estos pacientes.
La palabra geriatría viene del griego geras, ‘vejez’, y iatría, ‘tratamiento’ o ‘curación’. La geriatría se encarga de resolver los problemas de salud de las personas de la tercera edad en el área hospitalaria, en la comunidad y en el hogar.
La gerontología, a diferencia de la geriatría, estudia los aspectos psicológicos, educativos, sociales, económicos y demográficos de los adultos mayores.
En México existen registros que mencionan el año 1979 como inicio de la geriatría, con un servicio de consulta externa en el Hospital General de México; otros autores afirman que fue en 1988 cuando se creó la Unidad de Geriatría dentro del mismo hospital. No fue sino hasta 1994, con el reconocimiento de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), cuando dio inicio la especialidad de geriatría en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán.
El Instituto de Geriatría fue creado por decreto presidencial en 2008. Desde su fundación, el instituto ha dirigido sus esfuerzos a la promoción del envejecimiento saludable y activo de la población mediante la producción de nuevos conocimientos, su aplicación y difusión, así como el desarrollo de recursos humanos especializados en la materia.
Actualmente, la UNAM brinda la especialidad en sedes hospitalarias públicas y privadas, como el Hospital General, el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, la Fundación Médica Sur, el Hospital ABC y el Instituto de Geriatría; y en Guadalajara, Monterrey, San Luis Potosí y Guanajuato también se ofrecen estos estudios. Por medio de la Universidad Nacional, Ciudad de México (CDMX) y zonas aledañas (Estado de México) cuentan con 70 o 75 médicos geriatras de nuevo ingreso al año, y en el resto del país suman alrededor de 20.
Actualmente, en nuestro país se tiene el registro de poco más de 400 médicos especialistas en geriatría, certificados o recertificados, que se encuentran avalados por el Consejo Mexicano de Geriatría.
Podemos estimar que alrededor de 60 por ciento de los geriatras se encuentra en las grandes ciudades y capitales del país (Ciudad de México y su área conurbada, Monterrey, Guadalajara; además de San Luis Potosí y León). Algunas encuestas estiman que en CDMX hay un geriatra por cada 8000 adultos mayores; en Jalisco, uno por cada 20,000; y en Nuevo León, uno por cada 52,000.
México es un país que se encuentra en un proceso evidente de envejecimiento. La pirámide poblacional se ha ido invirtiendo debido a la disminución de la mortalidad y de la natalidad, principalmente, pero también debido a la migración y al incremento de la esperanza de vida, que hoy es de 76 años, en promedio, para ambos sexos.
Para atender a este sector de la población se requieren desde ahora médicos geriatras distribuidos en todo el país. En naciones europeas han calculado que debe haber un especialista por cada 5000 personas de edad avanzada. Con 12 millones de personas mayores de 60 años, en México se requieren hoy alrededor de 2500 profesionales dedicados a esta rama médica.
Según cifras de los dos últimos censos llevados a cabo en México, el porcentaje de población de 60 o más años con derechohabiencia a servicios de salud se ha incrementado de forma considerable. En el año 2000, 48.1 por ciento de las personas de este grupo poblacional contaba con cobertura en Salud; 10 años después, el porcentaje alcanza 71.4 por ciento. Esto significa que los adultos mayores sin derecho a servicios de salud son casi tres de cada 10 personas de este grupo etario.
La población de 60 o más años derechohabiente se encuentra afiliada a diferentes instituciones de salud. En primer lugar, para la afiliación de la población de adultos mayores destaca el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), que atiende a poco más de la mitad de ellos (53.4 por ciento); mientras que la Secretaría de Salud y sus sistemas estatales (incluyendo el Seguro Popular, que en el actual Gobierno está desapareciendo) atienden a 28.1 por ciento. En menor medida, el Issste atiende a 12.8 por ciento de adultos mayores del país. En conjunto, estas tres instituciones velan por la integridad de casi 95 de cada 100 adultos mayores con acceso a servicios de salud.
A inicios de 2010, siguiendo con los datos censales de ese año, poco más de un tercio (35.8 por ciento) de la población de 60 o más años usuaria se atendía en el IMSS; mientras que 33 por ciento recurría a servicios privados, 17 por ciento lo hacía en clínicas y hospitales de la Secretaría de Salud (SSA) y 14 por ciento usaba los servicios proporcionados por el Issste, Petróleos Mexicanos, las secretarías de la Defensa Nacional y de Marina, así como por otras instituciones públicas o privadas.
En 2010, y gracias a la implementación del Seguro Popular, la proporción de adultos mayores usuarios de servicios médicos privados disminuyó 12.8 por ciento; mientras que la de usuarios de la SSA creció 10.8 por ciento. En el caso de los usuarios del IMSS, éstos registraron un aumento de casi 1 por ciento.
Lo anterior nos puede dar la falsa idea de que las personas de la tercera edad están bien atendidas en cuestión de salud; sin embargo, cuando el ser humano llega a la vejez, las necesidades, los gustos, las actitudes y las aptitudes cambian, por solo mencionar algunas áreas de la vida. La geriatría hace frente a estos cambios y a la fragilidad que puede traer consigo el adulto mayor. No obstante, como hemos visto, existen muy pocos especialistas y, por ende, muy pocos espacios para sus estancias hospitalarias.
No solo se trata de formar especialistas; se trata también de construir espacios físicos amigables para los ancianos, pues, cuando se presenta alguna eventualidad (enfermedad física o mental), ellos se vuelven dependientes y generan costos económicos muy altos de atención médica, familiares y sociales.
En este tipo de pacientes se debe tratar la neumonía de reciente aparición y las enfermedades que ya se tenían controladas (diabetes e hipertensión) antes de que apareciera ésta. Con la nueva condición de salud, estos padecimientos se complican y agudizan, lo que torna difícil el tratamiento de todas las anomalías. Y a esto se debe agregar la falta de apetito, baja de fuerza y pérdida de masa muscular que inevitablemente sobrevienen.
Los padecimientos que más afectan a este conglomerado poblacional son las cardiovasculares, ciertos tipos de cáncer, hipertensión arterial, diabetes mellitus, cirrosis hepática y demencias. Éstas, por cierto, van cobrando más importancia por su aparición en etapas cada vez más tempranas de la vida. Sus consecuencias provocan que los afectados pierdan la capacidad de realizar sus actividades de forma independiente.
La mayoría de las demencias se caracteriza por la alteración de la cognición; por ejemplo, pérdida progresiva de la memoria, del lenguaje (afasia), de la capacidad de realizar tareas (apraxia), de la capacidad de reconocer lo previamente aprendido (agnosia); alteraciones en la planeación, organización de tareas, secuenciación de rutinas y en la abstracción. Para el diagnóstico definitivo del padecimiento, las alteraciones mencionadas deben ocurrir solamente durante un episodio de delirium.
Los pacientes más afectados suelen mostrar incapacidad para la función social y laboral compleja o para convivir con personas poco conocidas. Cuando el adulto mayor está abocado a padecer algún tipo de demencia, el estrato social y el analfabetismo pueden propiciar una exposición temprana a factores de riesgo que aceleran el proceso de envejecimiento y que producen rápidamente multimorbilidad, en particular la cardiovascular, metabólica (como la diabetes) y musculoesquelética.
La cobertura de los sistemas de salud, aun cuando es amplia pero sin los suficientes especialistas geriátricos, provoca un diagnóstico tardío; y la casi nula existencia de un sistema gubernamental de cuidados a largo plazo de este tipo de pacientes transfiere la carga de la atención totalmente sobre los hombros de la familia, lo cual constituye una amenaza significativa para la calidad de vida y la autonomía tanto de nuestros mayores como de sus familiares más cercanos.
En México, como podemos darnos cuenta, no estamos preparados para la atención de los adultos mayores, y toda su compleja situación de salud, pletórica de polidiagnósticos y politratamientos, vuelve sumamente complejo su manejo adecuado.
Por un lado, la falta de médicos geriatras y de técnicos geriatras (fisioterapeutas, cuidadores, etcétera); por otro, la falta de infraestructura hospitalaria; y, como tercera arista, el gran costo económico del cuidado de esos pacientes: todo junto hace de la vejez un problema que va creciendo, como lo hace la población mexicana.
El cuidado de la salud de una persona de la tercera edad sin duda es alto, económicamente hablando; aunque la mayoría tenga alguna derechohabiencia, quien cubre los gastos son sus familiares más cercanos, pues por lo general estos pacientes no son económicamente activos; y, si lo son, su sueldo es tan exiguo que la mayoría de las veces alcanza sólo para lo básico, y se dejan a un lado medicamentos y visitas; ya no se diga al especialista o a cualquier tipo de médico.
Lo arriba expuesto se vuelve trágico cuando se agrega a todo esto el diagnóstico de demencia, pues los costos se elevarán drásticamente; y muchas veces, aun siendo derechohabiente, tal beneficio no basta y se tiene que recurrir a gastos en servicios particulares. A pesar de que la familia o el paciente tenga un seguro de Gastos Médicos, ninguna aseguradora cubrirá los gastos que provoque este padecimiento, por lo que el anciano y su familia se encuentran desprotegidos ante trastornos psiquiátricos propios de la edad avanzada.
Sin embargo, existen coberturas en el sector asegurador que pueden paliar, así sea parcialmente, el gasto de estos pacientes: nos referimos a los ahorros para el retiro. En el mercado asegurador existe una variedad amplia de productos que nos pueden ayudar en esta tarea, pues de lo que se trata es de que se acceda a la posibilidad de vivir una vejez social y médicamente digna.
Enrique W. Alarcón Martínez es médico y director de Operaciones en Médicos Asociados Nocrala Selarom, Dictamed.