A pesar de lo que contundentemente está pasando en el mundo en materia medioambiental, la creencia de la gente sobre la urgencia de preocuparnos por el clima sigue siendo variada a nivel global. Especialistas en la materia aseguran que las personas que están enfrentando fenómenos climáticos extremos consideran, en definitiva, que estos cambios sí son una emergencia que hay que atender, en comparación con los que no han vivido situaciones semejantes, señaló Manuel Ostos, socio líder de la Industria de Consumo para Deloitte Spanish Latin America.
Ostos agregó que en las personas que han experimentado múltiples eventos climáticos aumenta 7.5 veces su creencia de que un evento climático de este tipo es una emergencia. Aproximadamente, uno de cada cinco encuestados por Deloitte afirmó haber experimentado tres o más fenómenos meteorológicos extremos en los últimos seis meses y, con base en esto, los modelos sugieren que las probabilidades de que este grupo crea que el cambio climático es una emergencia son más de 20 veces superiores que las de aquellos que no tuvieron una experiencia similar.
Lo increíble es que por décadas se han emitido advertencias urgentes sobre las consecuencias del cambio climático, y todavía, una de cada tres personas continúa sin estar convencida de que esto es una emergencia; sin embargo, ¿qué sucede cuando el calentamiento global pasa de ser un problema lejano para las generaciones futuras a algo que cada vez más gente puede sentir de manera tangible?
Según lo referido por el representante de Deloitte, en 2023, la Tierra experimentó oficialmente su año más caluroso. Entre enero y noviembre de 2023, la temperatura media mundial alcanzó 15.1 °C (59.2 °F), lo que supuso un aumento récord de 1.46 °C (2.63 °F), con respecto a los niveles preindustriales.
Por tal motivo, con el calor llegó un clima más extremo. Desde los incendios forestales en Canadá y la sequía récord en Europa, hasta las inundaciones en Asia. Estos fenómenos meteorológicos ocuparon los titulares de las noticias a lo largo de 2023. Todo ello supone que la tendencia general parece ser clara: olas de calor más severas, sequías prolongadas, tormentas más poderosas y aumento del nivel del mar.
La investigación de Deloitte efectuada en 17 países arrojó que la mayoría de las personas encuestadas (aproximadamente seis de 10) dijo que experimentó condiciones climáticas extremas en 2022 y 2023, particularmente calor extremo en verano, y una de cada cinco personas informó haber experimentado sequías severas, tormentas más frecuentes y poderosas, incendios forestales o humo de incendios forestales, o inundaciones.
Sin embargo, las experiencias climáticas de los encuestados varían mucho en todo el mundo. En 2023, la incidencia general de eventos climáticos extremos alcanzó hasta 85 por ciento en México y tan sólo 32 por ciento en los Países Bajos. Esta brecha se puede atribuir en gran medida a la combinación de calor y sequía. Los países con climas naturalmente más cálidos, como México, Brasil, Sudáfrica e India, experimentan una mayor incidencia de eventos de calor extremo, señaló Manuel Ostos .
Es un hecho que las personas están enfrentando fenómenos climáticos extremos. No obstante, dichas experiencias están cambiando su forma de pensar sobre el cambio climático. Los datos sugieren que sí, aseguró el vocero de Deloitte.
Incluso, el tipo de fenómeno meteorológico es importante. El calor extremo tuvo el efecto más significativo en el sentimiento. Las probabilidades de que alguien crea que el cambio climático es una emergencia son 2.6 veces mayores si experimentó calor extremo (en comparación con el que no lo hizo). La sequía tuvo aproximadamente la mitad del impacto del calor. Las inundaciones, los incendios forestales y las tormentas fueron predictores importantes, pero su efecto general en el sentido de urgencia del cambio climático de los encuestados fue mucho más débil.
Asimismo, dijo, el impacto de estos eventos es potencialmente más notable en países donde relativamente menos personas perciben el cambio climático como una emergencia, por ejemplo, en Alemania (53 por ciento), Australia (52 por ciento) y Estados Unidos (49 por ciento), en comparación con países como Francia (80 por ciento), Italia (77 por ciento) y España (74 por ciento).
De igual manera, 75 por ciento de los australianos encuestados que experimentaron tormentas más frecuentes y potentes en 2023 cree que el cambio climático es una emergencia (23 por ciento más que el promedio nacional). Similarmente, en los Estados Unidos, las inundaciones extremas cambiaron la opinión en 19 por ciento. En los países donde la creencia de emergencia ya es generalizada, el impacto del clima extremo es más moderado.
Todo este escenario hace suponer, agregó Manuel Ostos, que si bien el clima extremo puede moldear las creencias, su impacto en el comportamiento es más confuso. Los fenómenos meteorológicos extremos pueden llevar a los consumidores a adoptar algunos comportamientos sostenibles, pero no todos.
“De casi una docena de comportamientos sostenibles contemplados, los encuestados que experimentaron al menos un evento climático extremo tenían más probabilidades de adoptar sólo cuatro de ellos: comprar localmente, comprar productos sostenibles, pedir menos entregas empaquetadas a sus hogares y comer menos carne (a menudo, siempre que fuera posible). Todos los demás comportamientos no mostraron diferencias significativas”.
Reducir el consumo de energía en el hogar, reducir el desperdicio de alimentos y utilizar menos agua son comportamientos que los encuestados ya practican ampliamente en todo el mundo. Quizás no sea una coincidencia que estos comportamientos muestren diferencias mínimas, antes y después de eventos climáticos extremos, porque, además de ser buenos para el planeta, pueden ayudar a las personas a ahorrar dinero. Debido a que el clima extremo compite con importantes factores de ahorro de costos que hacen que estos comportamientos sean populares, en este caso su impacto se vuelve casi inexistente, apuntó el directivo de Deloitte.
Por el contrario, acciones como comprar productos ecológicos, comer menos carne o pedir menos paquetes tienen características comunes que pueden hacerlas más accesibles para los consumidores que buscan vivir de manera más sostenible. Sin embargo, son generalmente menos populares, menos convenientes y tal vez todavía estén en un auge global a largo plazo, por lo que es más probable que catalizadores como el clima extremo les den un impulso de adopción.
Además, es posible que estas acciones sean accesibles para más personas, particularmente en relación con otros comportamientos como el uso de transporte con bajas emisiones o la energía renovable en los hogares, que podrían no ser una opción viable.
Una dinámica similar aparece en el ámbito cívico. En comparación con acciones como reducir el uso de energía en el hogar, relativamente pocas personas dicen que el cambio climático afecta sus opciones de voto. 45 por ciento de los encuestados que no experimentaron un evento climático extremo dijo que sería más probable votar por un candidato que apoya la acción climática; porcentaje que aumenta a 60 por ciento entre aquellos que han sentido directamente el impacto del clima extremo.
Finalmente, Manuel Ostos apuntó que en la medida que el calor se intensifica, la humedad y la sequía también, el cambio climático es utilizado por los científicos para describir las posibles transformaciones de los patrones climáticos en el futuro.
El lado positivo de todo esto es que en un mundo en el que muchas personas siguen sin estar convencidas de la urgencia que provoca el cambio climático, los nuevos patrones meteorológicos están modificando sus conciencias. “Continuemos avanzando aceleradamente hacia un futuro de hábitos y consumo sostenibles”, concluyó.