Probablemente, amable lector, el título te parezca equivocado, o hasta imposible de lograr, y seguramente te preguntarás: “¿Cómo empezar este año nuevo a paso lento? ¡Con tantas cosas por hacer! Es absurdo…”
La reflexión que propongo es que justamente el inicio de año nos permite replantearnos diferentes enfoques, y uno de ellos es revisar nuestro nivel de velocidad (o incluso de ansiedad) para lograr resultados y analizar cómo influye esto en nuestro ser.
¿Cuántas conversaciones has escuchado hasta el día de hoy que implican frases como: “Tengo muchísimo trabajo”, “Estoy muy estresado”, “No tengo tiempo para nada”?
El filósofo surcoreano Byung Chul Han menciona que el hombre moderno considera que se está autorrealizando, cuando en realidad se está autoexplotando. No se trata de un ser agotado, sino de un alma agotada.
Así como existe la adicción al alcohol, a las drogas, etcétera, también se puede hablar de la adicción a estar ocupados, a mantenerse enfocados en el hacer, más que en el ser. Existen algunos rasgos que describen este tipo de adicción, y vale la pena revisarlos.
Autoconcepto e identidad
– Los afectados por esta dependencia relacionan valía personal con logros cumplidos (sólo se es valioso si se han logrado resultados).
– Poseen un sentido superficial de autoestima: por estar ocupados o por la función que desempeñan se sienten valiosos. Su atención está dirigida únicamente a la acción.
Relaciones con otros
– Los adictos al hacer pierden relaciones y vínculos importantes.
– Se vuelven predecibles, ya que las amistades prefieren no invitarlos a eventos porque saben que contestarán con el típico: “No tengo tiempo” o “Tengo mucho trabajo”.
– Muestran impaciencia ante ritmos distintos del propio.
Pensamiento característico
– El adicto al quehacer sólo piensa en estar ocupado.
– Poseen un ego hiperactivo: si no están trabajando, sienten que están perdiendo el tiempo.
– El día tiene sentido si y solo si se resuelve una crisis.
Conductas típicas
– Este tipo de personalidades erradican el sufrimiento mientras se está trabajando (actitud evasiva; no se quiere afrontar un dolor personal).
– Su atención está dirigida únicamente a la acción.
– Tienen dificultad para estar en espacios solitarios y en silencio.
Todos estos síntomas corresponden a la neurosis de la desocupación, a la afección que consiste en presentar apatía por no estar ocupado.
Byung Chul Han afirma: “La pérdida de la capacidad contemplativa es corresponsable de la histeria y el nerviosismo de la moderna sociedad activa. El exceso de aumento de rendimiento provoca un infarto del alma”.
El silencio, la calma y la contemplación deben entenderse como un medio para la recuperación de recursos espirituales, como el autoconocimiento, la autocompasión y la creatividad. La filosofía, la cultura y las artes nacen sólo en esos espacios.
Pregúntate entonces: ¿qué espacios puedo ocupar para reducir mi hiperactividad y por lo tanto recuperar mi fuerza espiritual? Cicerón elogia la vida contemplativa, ya que ésta convierte al hombre en aquello que desde un principio debía ser.