En el argot de los seguros, la realización de un riesgo, sea incendio, terremoto, robo o cualquier otro de la enorme lista, recibe el poco afortunado nombre de siniestro, que evoca lo oscuro y tétrico del adjetivo con que calificamos aquella acción malintencionada o maligna o aquel suceso causante o acompañado de desgracias.
Hace poco más de dos años escribí dos artículos sobre el “Riesgo Peje”. La corrupción y el endeudamiento del sexenio anterior, evidentes para la mayoría, habían allanado el camino a la llegada al poder del eterno aspirante, después de 18 años de intentos. El modelo de crecimiento, fundamentado en el progreso de los grandes empresarios del país, casi todos miembros de familias con historia, había fracasado. La locomotora fue eficiente para aumentar las fortunas de sus tripulantes, pero no generó el crecimiento requerido ni una distribución más equitativa de la riqueza. Los números contaban mayor pobreza: más de la mitad de la población se ocupaba en una economía informal que generaba menos de la cuarta parte del producto nacional. Empresarios y gobernantes, aliados en busca de un beneficio personal, sepultaron la posibilidad de continuar con el modelito.
Y llegó AMLO. Buenas intenciones, pero una pésima ejecución de las acciones necesarias para transformar esos propósitos en acciones concretas, así como la ausencia de un color definido. Eso nos sumió en un panorama confuso. La popularidad del presidente sigue siendo alta, aunque su partido o, mejor dicho, su movimiento con aspiraciones transexenales cae del favor de las mayorías gradualmente.
Lamentablemente, los números cuentan ya no la crónica de un riesgo, sino la evidencia de un siniestro, con esa cara desagradable que nos gustaría no ver. El afán de un presidente atrapado en dogmas ideológicos que a su vez le sirven para movilizar el resentimiento social y con eso conseguir apoyo de las mayorías se aplicó a la desaparición de instituciones que etiquetó como “neoliberales”, sin evaluar antes su beneficio. La jugada es clara: o estás conmigo o estás contra mí, y yo seré el dador de vidas y haciendas en el país.
Echemos un vistazo.
Dice Mariana Campos, de México Evalúa, en el número de julio de la revista Nexos, que el Fondo de Estabilización de los Ingresos Presupuestarios (FEIP) constituyó ahorros en tiempos de vacas gordas para hacer frente a las épocas de vacas flacas. Lamentablemente, los casi 300,000 millones de pesos ahorrados fueron gastados por la 4T.
El país tuvo un déficit primario de 2008 a 2016, y no fue sino hasta 2017 cuando alcanzó un superávit primario de 1.4 por ciento del PIB, situación refrendada (Campos) en 2018, 2019 y 2020.
El superávit primario es la diferencia entre los ingresos y los gastos del Gobierno, sin contar los pagos por el servicio de la deuda. En otras palabras, lo que Hacienda capta de los contribuyentes nos alcanza para pagar nuestros gastos, pero la deuda contraída en el pasado, con un destino y un beneficio que yo todavía no distingo, nos obliga a incurrir en un déficit.
Cierto es que los dos primeros años del sexenio actual muestran un superávit primario. Sin embargo, haciendo una analogía con el beisbol, el rey de los deportes que tanto le gusta a el Peje, la carrera fue sucia, pues la 4T echó mano del ahorro neoliberal para alcanzar la meta. Eso por el lado de la disponibilidad de recursos. Ahora bien, por el lado de los egresos, si bien es cierto que hubo menor gasto, habría que evaluar si se hizo más con menos, o si solo se hizo menos pero ello fue más visible y estuvo vinculado directamente a la benevolencia del gobierno en funciones.
A raíz de la aprobación de la reforma energética, se iniciaron las licitaciones petroleras en 2013. En la ronda 0, Pemex fue adjudicada por el Estado mexicano con casi la totalidad de las reservas petroleras probadas y alrededor de 80 por ciento de las probables. Le tocó la tajada del león, sin que obstara su probada ineficacia y altos niveles de corrupción. En las rondas uno, dos y tres se celebraron 111 contratos con 73 empresas de 20 países. AMLO respetó los ya otorgados, pero cerró la puerta a contratos adicionales. Con su muy minoritaria participación, las empresas privadas producirán, en 2024, 280,000 barriles diarios, algo inalcanzable para la empresa estatal.
La pérdida neta de Pemex pasó de 9,196 millones de dólares en 2018 a 18,642 millones de dólares en 2019 y 25,518 millones de dólares en 2020. Es la versión petrolera de Nosotros los Nobles. La empresa ya no da, pero los juniors se aferran a sus privilegios, “duramente” ganados. Dirían ellos: “¿No hay con qué pagar mi pensión de mexicano de primera, con jubilación a los 50 años, 125 por ciento de mi último ingreso y sin haber aportado nunca un solo peso? Ése no es mi problema. AMLO está de mi lado”.
Es muy clara la intención de la 4T: el desastroso desempeño de la petrolera de “todos los mexicanos” y de la empresa “de clase mundial” generadora de energía eléctrica que privilegia el uso de hidrocarburos sobre las energías limpias (pero “neoliberales”) para generar electricidad (¡!) continuará como una estrategia de “interés nacional”.
Adiós al Instituto Nacional del Emprendedor (Inadem), creado en 2013 para diseñar y poner en marcha políticas públicas para apoyar a los emprendedores mexicanos mediante el acceso a créditos de la banca comercial, la incubación, creación y constitución de empresas. Necesario dejar atrás el apoyo a 4.4 millones de emprendedores. Adiós a las 500,000 empresas beneficiadas con 614 millones de pesos. Ahora tenemos Jóvenes Construyendo el Futuro. Ellos sí serán agradecidos. Seguro contaremos con su voto y el de su familia, llegado el momento.
Adiós a Proméxico, la agencia de promoción nacional e internacional que atrajo a México el 9 por ciento de la Inversión Extranjera Directa (IED) en sus primeros cinco años de vida. Necesitamos sus 50 millones de dólares de presupuesto, sexta parte de lo que recibe su similar brasileña, para otros fines más “rentables”. Ni hablar, en la feroz competencia por la IED entre muchos países quedaremos atrás, pero yo tengo otros datos y estoy seguro de que ahora seremos más felices.
Adiós al Fondo de Apoyo a Migrantes y el Programa 3×1 para Migrantes. Ambos trabajaban para orientar las remesas de los 11 millones de mexicanos que mandan dinero a su familia y canalizarlas en obras de infraestructura y beneficio social de las comunidades destino, con la aportación del Gobierno mexicano, vía cofinanciamiento.
Adiós al Seguro Popular, creado en 2003. Los 53.5 millones de mexicanos afiliados entraron en 2019 a una “zona gris”: ya no hay Seguro Popular, eliminado por su “pasado neoliberal”; pero el Insabi, la opción de la 4T, todavía no está listo. Los 290 servicios de salud y las 65 intervenciones quirúrgicas de alto costo que beneficiaban a niños con cáncer, personas con VIH, mujeres con cáncer cervicouterino y de mama y a los afectados por un infarto al miocardio, entre otros muchos padecimientos, tendrán que suspenderse y diluirse en la niebla de la burocracia mientras llega alguna solución. Mientras tanto, los pacientes deberán rascarse con sus propias uñas.
Adiós a las 9,566 estancias infantiles que cuidaban a los 300,000 hijos de madres trabajadoras, que ahora tienen que pedir a las heroínas de la tercera edad, abuelas solidarias, que se hagan cargo de los pequeños. Sí les entregan dinero a las madres, pero el presupuesto se redujo a la mitad. La austeridad es un propósito de la 4T, y todos debemos contribuir. Según la Encuesta Nacional de Empleo (febrero de 2021), mientras que siete de cada 10 varones trabajan o buscan empleo, solo cuatro de cada 10 mujeres trabajan o buscan empleo. ¿Por qué? Porque el cuidado de los infantes está a cargo de ellas. El beneficio social de las estancias no puede cuestionarse.
Adiós a los 17 años de existencia del Instituto Nacional de Evaluación de la Educación (INEE), entidad responsable de monitorear al sistema educativo, que se constituyó como un referente en materia de evaluación e investigación educativa en Latinoamérica. La evaluación de aprendizajes y el seguimiento a la calidad de la educación son conceptos neoliberales que deben desaparecer… Y desapareció el INEE. El edificio, vacío, está enfrente de mi casa, y por la ventana observo sus escritorios sin ocupante todos los días. Ya no hay brújula, y ni para qué la necesitemos.
Adiós al Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca). La cuerda siempre se rompe por lo más delgado. Los escritores y artistas pueden esperar y contemplar; mientras tanto, la realización de las intenciones morenistas como consuelo. La integración de sus actividades a la Secretaría de Cultura significa la pérdida de su independencia y el retorno a las peores prácticas nepotistas del pasado. Ya hay retrasos importantes en otorgamiento de becas y apoyos a los artistas.
Adiós al seguro de separación de funcionarios, con una aportación de un peso del Gobierno por cada peso aportado por el trabajador para constituir un fondo con el que se pudiera enfrentar la separación anticipada o el retiro del funcionario público, en este caso no favorecido por los privilegios de los empleados de Pemex, CFE o IMSS, cuya pensión anual, en promedio, es de 1.5 millones de pesos. Adiós también al seguro de Gastos Médicos Mayores. Que los burócratas acudan al Issste, sin importar sus importantes limitaciones de capacidad y recursos. Éstos son solo algunos ejemplos de cómo se va matando a la gallina de los huevos de oro. Pero, así como los resultados económicos de hoy son fruto de la inercia de las acciones u omisiones pasadas, cabe esperar que el destino que nos depara el futuro sea fiel reflejo de la desaparición de estas instituciones y motores de desarrollo económico y social. El presente testifica la materialización del siniestro: el riesgo Peje se va realizando.