Search
Close this search box.

El riesgo de salir de la pobreza

Más vale prevenir
Picture of Por: Raúl Carlón Campillo

Por: Raúl Carlón Campillo

A mediados de agosto, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) dio a conocer el dato, de suyo positivo, sobre las cifras de población que dejó de ser pobre en este año. La consideración para que 8.7 millones de habitantes hayan logrado superar la pobreza se centra únicamente en el nivel de ingreso alcanzado durante el bienio 2020-2022.La medición bianual que hace Coneval tiene como línea de pobreza ingresos que están por debajo de 4,158.35 pesos mensuales para las zonas urbanas y 2,970.76 pesos mensuales para zonas rurales. Quien supera dicho ingreso, será considerado fuera de los márgenes de pobreza, a pesar de que carezca de acceso a servicios de educación, salud, seguridad social, vivienda y alimentación. El incremento a los ingresos obligará a las personas pobres a seguir enfrentando esos gastos. El lugar dónde vivir y cómo alimentar a su familia tendrán una mejor versión, sin que ello signifique que han abandonado la pobreza en ese rubro.Evidentemente, es un buen dato conocer que cerca de nueve millones de habitantes lograron mejorar sus ingresos, aunque esas personas sufran para mejorar sus condiciones de vida cuando tienen que hacer frente a las carencias en servicios que, en teoría, debieran ser garantizados por el Estado. La movilidad social que permitirían los ingresos mayores queda reducida ante el gasto que deben enfrentar para acercarse a los servicios mencionados, porque este gobierno ha centrado su estrategia en entregar dinero más que en garantizar y mejorar los servicios públicos.En materia de educación financiera o cultura de previsión, razón de esta columna, queda de manifiesto la deuda que arrastramos con toda la población pero, específicamente, con la que ahora es aprobada por dejar de ser pobre. Por obligación, las aseguradoras deben tener disponibles coberturas accesibles pre suscritas en los seguros estandarizados, conocidos como “microseguros”, que se encuentran registrados ante CNSF. Los “combos” en protección de bienes y personas que pueden configurarse con estos planes resultarían atractivos para quien, derivado de los aumentos en el salario, puede disponer ahora de una cantidad determinada para adquirirlos. Insisto en resaltar que el costo de estos productos es a tal grado discreto, que resulta imposible distribuirlos en canales intermediados. Basta con analizar el porcentaje de micro seguros que suman al primaje alcanzado por el sector para concluir que, aunque obligatorios, su desplazamiento se acerca a la nulidad.Asegurar a los antiguos pobres sigue siendo prácticamente imposible a pesar de la existencia de dichos productos. Sin embargo, la complejidad, además de monetaria y logística, es también cultural. En una familia de tres integrantes pertenecientes a este segmento de la población es muy probable que lleguen apoyos directos vía programas sociales, lo que significaría que, sumando los ingresos de todos los integrantes, pudieran acceder a micro paquetes de aseguramiento básico estandarizado con cobertura por fallecimiento e indemnizaciones por enfermedad que distraería, tal vez, el 2% de ese ingreso mensual. Es un hecho que más de ese importe, se gasta en recargas de móviles u otro artilugio que permita comunicarse y distraerse, además del pago que se realiza a empresas usureras por la compra de ese teléfono. La cultura de previsión es una asignatura que, por décadas, ha estado ausente en la lógica operativa de las familias. Muy pocos han sido beneficiarios del seguro de vida de los padres, esposas o esposos que, en su momento, decidieron contratar un seguro por su cuenta. De los que sí lo cobraron, la mayoría proviene de coberturas colectivas al tener el seguro de vida como prestación de la empresa donde se trabaja. El resultado mostrado por AMIS, en su más reciente informe, es contundente. Más del 60% de las indemnizaciones pagadas por covid provinieron de seguros colectivos.La inversión en educación hacia la población es un tema inacabado. La familia, la escuela, el Estado y la sociedad participamos, en alguna forma, con semejante responsabilidad, pero pocos son los que la asumen. La educación financiera resulta fundamental precisamente cuando las personas logran mejorar sus ingresos. A partir de desarrollarla, una persona puede identificar que la movilidad social que ha alcanzado puede garantizarse si se deshace de las pérdidas antes de que ocurran al identificar los riesgos que corre su salud, su patrimonio y su vida, actuando en consecuencia. El riesgo de dejar de ser pobre reside en el importe de gasto que debe afrontar al carecer de servicios básicos que, con los discretos excedentes que ahora tiene, puede resolver con micro coberturas que cumplen cerca de tres décadas de existencia.En entregas anteriores, referí la movilidad social que permite deshacerse de pérdidas anticipadamente. Hoy, con el dato de Coneval, lograr la permanencia de estos antiguos pobres nos brinda la dorada oportunidad de aplicarlo, sólo que, para nuestra desventura, esa población sigue siendo inculta en el tema puro y llano de la previsión. La inversión para culturizar a las personas ha estado ausente en los objetivos de muchas empresas, lo que concentra las posibilidades de comercialización en el mismo segmento poblacional desde hace décadas. La penetración del seguro en la población cede su lugar al incremento tarifario, que da la apariencia de crecimiento, más no de penetración.Ante este escenario, cabe preguntarse si hay aseguradoras interesadas en impartir seminarios de educación financiera a la población, además de cursos de productos, ventas y motivación a sus asesores. Un hecho contundente es la ausencia de cultura de previsión en el mismo gremio de la intermediación. Las estimaciones apuntan a menos del 10% de los más de 80 mil asesores registrados ante CNSF con cobertura patrimonial, en salud y vida.Sin duda, sacar de la pobreza a tal cantidad de personas es un buen resultado, aunque matizado ante la realidad de los servicios de los que carecen y de la falta de cultura de previsión que les permitiría resolverla con seguros privados. Muchos de esos antiguos pobres nunca fueron preparados para tomar decisiones en previsión, lo cual constituye una deuda social que el sector financiero, en su conjunto, tiene particularmente con ellos. Surge entonces el cuestionamiento a nivel sector:¿Estarán las aseguradoras interesadas en invertir para culturizar a este segmento de la población sabiendo que el retorno de dicha inversión será discreto y de muy largo plazo?Finalmente, sólo darle dinero a la gente es insuficiente para que decida asegurarse. Además, es indispensable desarrollarles la cultura de previsión.

Las opiniones expresadas en los artículos firmados son las de los autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista de El Asegurador.

Califica este artículo

Calificación promedio 5 / 5. Totales 1

Se él primero en calificar este artículo