A la ruedita del hámster ya le sale humo…
La captación de impuestos por parte del Gobierno Federal ha caído en el segundo semestre del 2019, aunque el acumulado todavía se sostiene.
La causa más obvia parece ser la falta de crecimiento del PIB: a menor base impositiva, menor recaudación. Sin embargo, hay otras razones importantes, como la caída de los ingresos petroleros por menor volumen de venta y por menor precio, así como la disminución del IVA por la pérdida de vapor en la marcha del consumo consumo.
El Gobierno mostró una mesura inesperada en 2019, con un subejercicio del presupuesto autorizado. El año 2020 luce diferente, con el aviso de un incremento al gasto para favorecer los programas sociales, bandera de Morena, y el impulso al crecimiento económico del país mediante un gasto mayor en infraestructura.
Lo malo es que las fuentes de recursos del país son pocas y limitadas: nuevos impuestos sólo deprimirían aún más el consumo; y aumentar las tarifas de luz o la gasolina generaría dinero para los más amolados, pero restaría empuje al gasto de la clase media en bienes y servicios. Redistribución a fuerza, con el ejemplo de la rebelión chilena tan fresco, no parece una alternativa inteligente.
Aumentar la deuda para igualar un ingreso a la baja con un presupuesto mayor de gastos nos vuelve a llevar al callejón sin salida de mordernos la cola al endeudarnos más para pagar la nómina, los subsidios a pensiones, los presupuestos de los estados y, ¡sorpresa!, la elevadísima partida destinada a pagar los intereses de la deuda eterna. Es como un jefe de familia que recurre nuevamente al “sablazo” para pagar la tarjeta de crédito, los uniformes escolares y el gasto de su esposa para el próximo mes.
Aristóteles Núñez, a pesar del rimbombante nombre de pila, no es un fifí: nació en Oaxaca y estudió administración industrial y una especialidad en finanzas en el Politécnico. Su eficiencia como cobrador lo catapultó a la dirección del SAT (Servicio de Administración Tributaria) en el sexenio que terminó hace un año. Fue como una ida al dentista: nos dolió, pero también nos procuró un alivio impostergable.
Aristóteles ya no renovó contrato con la Cuarta Transformación; paradójico, pues él es el arquetipo del funcionario eficiente y con compromiso social que tanto alaban en Morena.
Aristóteles Núñez, filósofo predestinado, sostuvo en su despedida: “El deseo o la aspiración de salir adelante de muchos mexicanos está fundada en el pensamiento mágico, en el evento fortuito o en la suerte: sacarse la lotería, recibir una herencia, encontrar el tesoro, robar sin ser descubierto o que alguien superior les dé. Con una mayoría social así, resulta fácil que venga un profeta falso, un redentor, líder demagogo o mesiánico a gobernar el país”.
Para que la cuña apriete, tiene que ser del mismo palo.
Aristóteles y los eficientes jóvenes del SAT aumentaron la recaudación del Impuesto Sobre la Renta (ISR) y del Impuesto al Valor Agregado (IVA) de manera significativa en el sexenio de Peña Nieto: 71 por ciento en seis años, incremento importante, aun con inflación, lo cual elevó la proporción de los impuestos expresada como un porcentaje del Producto Nacional Bruto. Mucho más contribuyentes declararon y pagaron sus impuestos. Si no fue la convicción, el miedo sí que motivó la regularización.
Ahora, sin Aristóteles, maestro de la fiscalización, al frente, sin la ampliación de la base y sin el castigo a morosos y tramposos, incluyendo a varios gobernadores, la 4T tendrá que reducir la marcha a tercera. Ojalá no se les ocurra echar a andar la fábrica de billetes, pues su ineficacia y el castigo a mediano plazo para los más pobres en que ello redunda están comprobados.
A pesar de los logros de la autoridad, la recaudación de impuestos en México no llega a 14 por ciento del PIB, lo cual ubica a nuestro país en el último lugar entre los países de la OCDE, cuyo cobro de impuestos, en promedio, es mucho mayor. Si la tasa máxima de ISR es de 35 por ciento y la única del IVA es de 16 por ciento, no queda duda de que somos pocos quienes pagamos impuestos; la mayoría, léase economía informal, facturas falsas o declaraciones amañadas, busca por todos los medios evadir una obligación que debería ser de todos. Muchos hoyos en la manguera en aras de mantener la “paz social”, amenazada por los bajos ingresos de dos tercios de la población, empobrecido sector que ha contemplado el enriquecimiento de la pequeña minoría de arriba a niveles estratosféricos, apoyada por el presidente empresario de nuestro reciente padecimiento.
El margen de maniobra del Gobierno es reducido, condenado éste por los errores del pasado que consumen una proporción importante del gasto para pagar intereses de la improductiva deuda de otras épocas, el pago de pensiones a los mexicanos de primera y el sostenimiento de la nómina de la burocracia. Puro sacar agua del velero para que no se hunda, pero poca inversión en velas para impulsar su avance.
¿Qué soluciones pueden plantearse para que la nave se mueva?
No podemos plantear soluciones tipo Argentina, de renegociar el pago de la deuda. Tenemos que cumplir con el pago de los intereses para continuar gozando de una calificación que fomente la inversión. Dejar de pagar es dispararse en el pie. ¿Entonces? ¡Deja de endeudarte! Corta en pedacitos la tarjeta de crédito y deja claro que por ahí no va.
¿Tienes una burocracia muy pesada? No despidas personal, pero congela vacantes y olvídate de grandes incrementos de sueldo. Si vivir fuera del presupuesto es vivir en el error, cambia la premisa. Eso sí, no cortes músculo, pues deshacerte de elementos valiosos como Aristóteles te va a salir más caro.
¿Y las aportaciones a los estados? Ya decídete: si le estás apostando al federalismo, ¡hazlo de una vez! Evidentemente, tienes que solicitar la aportación de Nuevo León para ayudar a Oaxaca, pero deja la tibieza de proclamar un federalismo inexistente para continuar con el “clientelismo” que suma alianzas pero te hunde en una situación insostenible. Federalismo o centralismo, pero deja de gastar sin control y de permitir que el ejecutivo de los estados se endeude en beneficio propio. Ya no te puedes dar esos lujos.
¿Eliminar el esquema de pensiones de trabaja 20 años, jubílate y deja de preocuparte, pues yo mantendré tu nivel de vida los siguientes 30 años a costa de los mexicanos de segunda, que sólo disfrutarán algunos años de una jubilación menguada? No es posible, pues hay que aguantar el palo dado, pero cambia el esquema de aquí en adelante y por lo menos alarga la edad de retiro de los privilegiados que esquían remolcados por un bote de remos donde trabaja la mayoría. ¿Que te van a protestar? Pues fájate los pantalones y equilibra un poco la desniveladísima balanza.
Por último, no olvides la necesidad de elevar la calidad de la educación como llave fundamental para salir del atolladero en el largo plazo, y por favor ayuda a Pemex, cuya crónica de muerte anunciada leemos todos los días, a tener un fin productivo. Pensar que la gastada locomotora, obsoleta y con muchos tripulantes, va a remolcar el desarrollo del país recuerda a un avestruz, en este caso ganso cansado, metiendo la cabeza en la arena.