Una buena y una mala. La buena es que no es necesario estimar el Producto Interno (PIB) del país para 2019, pues con tomar la cifra de 2018 es suficiente. La mala es que podemos tomar la misma cifra de hace un año porque el crecimiento del que corre, después de varios recortes, ya llegó a cero.
Si no crecemos, va a ser más difícil gastar lo que presupuestamos, pues una economía en recesión técnica no generará al Gobierno los ingresos estimados. Somos, pues, como un hámster en su ruedita, moviendo las patitas con determinación sólo para permanecer en el mismo lugar.
Pero la situación más crítica no está ahí. Cuando le echamos un vistazo al Presupuesto de Egresos de 2020, es imposible quedarse impávidos: gastamos en cosas inútiles. Pero ahí no para la cosa. Estamos pagando las consecuencias de decisiones del pasado que hoy nos pasan una factura enorme. El 20/80 de Pareto se cumple cabalmente: ocho de los renglones a los cuales el Gobierno Federal destina los recursos obtenidos de sus gobernados obtienen 80 por ciento del presupuesto.
“Es inevitable”, adelantará alguno. “La educación, si bien estancada por la cancelación de la Reforma Educativa, necesita muchos recursos”. Sorpresa, sorpresa, pues Educación es un renglón que se ubica apenas en el sexto lugar. “Entonces debe de ser Salud: el envejecimiento de la población y las condiciones derivadas de la obesidad provocan un costo cada vez más alto”. Otra vez nos equivocamos: Salud no aparece ni en los primeros ocho.
¿Entonces?
A la cabeza de la lista están las aportaciones federales a los estados, con casi un tercio del total del presupuesto. Es la reproducción del mismo teatro federal de nómina a burócratas, mantenimiento de lo indispensable y gasto en poderes locales, tan ineficaces como ostentosos, sea Justicia o Legislación. Justicia no requiere explicación, pues ¿de verdad hace algo el poder judicial de los estados, más allá de empujar la carreta cargándoles la mano a los más fregados? ¿Y el legislativo de los estados? Que alguien me aviente a la cara por favor las útiles iniciativas de los diputados locales, esas que benefician a los pobladores de los más alejados rincones del país.
Por supuesto que el titular del ejecutivo estatal se sirve con la cuchara grande. Después del espectáculo del sexenio anterior, es innecesario cualquier debate.
Si nos olvidamos de aquellos empresarios que saben darle la vuelta al tema ese de los impuestos y de quienes ganan menos, es la clase media quien carga con la mayoría de la contribución. ¿Quiénes son los destinatarios de los recursos aportados? Un gasto inútil y un gasto injusto.
Primero el inútil: 11 centavos de cada peso se pagan a los prestamistas del país, sean extranjeros o nacionales. ¿Qué pasó con el dinero que nos prestaron? Tal vez sea posible justificar el 10 por ciento de tan fabulosa suma, ¿pero el otro 90 por ciento? Sabe…
Después el injusto: gracias a las “conquistas sindicales” de las mafias de Pemex, SNTE, CNTE, CFE, IMSS e Issste, los “mexicanos de primera” obtienen una jubilación temprana y cuantiosa. Imposible pensar que un servidor público de esas privilegiadas dependencias genere en sólo 20 años de trabajo (si bien nos va) los recursos necesarios para pagarle una pensión superior a su último ingreso durante los siguientes 30 años (si bien nos va).
¿Quién pone la diferencia? Los mexicanos de segunda, quienes esperan hasta los 65 para jubilarse con un monto con “tope”. ¿Quién nos manda afiliarnos a sindicatos de tan poca influencia? Diecisiete centavos de cada peso captado por el SAT se destinan a pagar pensiones de esos mexicanos que gozan de un privilegio inexplicable e injusto por donde se le vea. O todos coludos o todos rabones. “Es algo ganado y no puede ser retroactivo”. De acuerdo, pero ya párenle: hoy un sexto de la fabulosa suma del presupuesto de egresos se destina a pagar pensiones que deberían ser aportadas por los fondos de pensiones generados. La imposibilidad de generar recursos suficientes para cubrir las pensiones obliga al Gobierno a entrarle con un “cuerno” de proporciones monumentales; son 6,000 pesos al año por cada mexicano, hombre, mujer y niño, para permitir a los jóvenes pensionados vivir a cuerpo de rey.
La discusión del recorte al presupuesto del INE es una manera de mantenernos entretenidos. Aun cuando al instituto electoral se le asigna una cifra fabulosa, superior a los 16 000 millones de pesos, los 2000 millones de recorte equivalen a poco más de un día de intereses de la deuda. Es de risa: nos mantenemos entretenidos persiguiendo afanosamente la bola de estambre mientras el ferrocarril del prestamista nos pasa de largo.
Después de sumar los recursos asignados a los primeros ocho de la lista, es decir, quienes reciben la tajada del león, el resto de los renglones, constituido por secretarías de Estado, entidades “autónomas” (como los poderes Legislativo y Judicial) y una retahíla de entidades “productivas”, consejos, procuradurías, institutos, entidades no sectorizadas, tribunales, comisiones, oficinas y consejerías, se conforman con cuantiosas partidas, que sin embargo palidecen en cuantía frente a los montos de deuda, pago de pensiones a mexicanos de primera y gasto destinado a mantener los hilos del teatro del federalismo.
Estamos metidos en dos problemas gordos.
Mantenemos a varios hijos rebeldes educados en escuelas “patito” que dilapidan lo recibido sin consideración pero con muchas sonrisas y discursos; pagamos lo que nos exigen unos padres jubilados a temprana edad confiados en nuestra benevolencia y recibimos las peticiones de un sinnúmero de pedigüeños, sea el primo de lentes redondos para la publicación de un libro, el sobrino enfundado en una casaca deportiva que necesita uniforme nuevo, el responsable de la elección del nuevo jefe de manzana (quien debe imprimir las boletas) o el emprendedor hermano con una idea infalible para poner un hotel y hacernos millonarios. Además, tenemos que cooperar para los servicios de vigilancia y limpieza del condominio y, muy importante, pagar los numerosos préstamos de alta tasa por un dinero que ya no recordamos adónde se fue.
Por otra parte, el padrecito de la parroquia nos anda buscando para pedirnos que vendamos nuestra casa y decirnos que no lo dudemos, pues el dinero que le entreguemos para sus programas sociales nos ganará el cielo.