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El asegurador

México participó, como siempre, en los Juegos Panamericanos, en esta ocasión celebrados en Lima, Perú, en donde obtuvo 37 medallas de oro, 36 de plata y, claro, fieles a nuestra denominación de origen, 63 de bronce.

El sobresaliente desempeño de la delegación mexicana le permitió a ésta ubicarse en el tercer lugar, sólo por debajo de la aplanadora estadounidense  y de Brasil; el antecedente de una proeza similar se remonta a 1995. O sea que el “error de diciembre” de Zedillo y la Cuarta Transformación de AMLO coinciden, para variar, en algo bueno.

¿Cambiaron las cosas y ahora sí el aparato de apoyo institucional a los deportistas funcionó con eficacia? No  dijimos tanto.

Sí ha mejorado el estímulo económico: hay  dinero para que los deportistas se dediquen de tiempo completo a prepararse y también existe presupuesto para entregar premios a los medallistas: 720,000, 660,000 y 540,000 pesos para oro, plata y bronce,  respectivamente.

Los resultados, medidos por las medallas obtenidas, están en función de lo arduo de la competencia regional en cada disciplina, el cumplimiento de ciclos panamericanos con apoyo del gobierno de los países y la presencia de “garbanzos de a libra”, es decir, atletas excepcionales que sobresalieron más allá del  sistema, los estímulos o apoyos.

Esperados por desarrollo sistemático

El taekwondo  es una disciplina en la cual México ha obtenido   resultados destacados desde hace tiempo. ¿Por qué? Porque es un deporte con categorías, porque somos buenos para el   trompo  y porque existe una estructura institucional que va más allá de instalaciones públicas. Los recluidos niños de las peligrosas ciudades mexicanas son excelentes prospectos que llenan los gimnasios. Además, a los panamericanos no acuden deportistas de Asia o Europa, lo cual facilita la obtención de preseas.

Los buenos resultados en tiro  con arco sí se los debemos a la federación de ese deporte, excepción notable cuando recordamos el lamentable desempeño de dirigentes en volibol, basquetbol, futbol, tenis  y otras disciplinas. En tiro con arco hay varios atletas que cumplieron su segundo o tercer ciclo panamericano.

Clavados en México ha hecho escuela, con apoyo de destacados entrenadores nacionales y extranjeros y el cumplimiento de ciclos por parte de los atletas. Además, está Paola Espinosa,  una clavadista de calidad mundial. Ayudó también la ausencia de los chinos, quienes dominan estas pruebas desde hace años.

Medallas logradas por atletas destacados haiga sido como haiga sido (es  decir, más allá de apoyos)

Las medallas en raquetbol  se deben principalmente a la muy afortunada circunstancia de contar con la mejor del mundo: Paola Longoria. Ojalá nos dure muchos años todavía. Es un regalo de Dios.

Así como sobresalió  Paola en raquetbol lo hizo Crisanto Grajales en triatlón.   Este flaco ganó su segunda medalla de oro en Panamericanos. No te canses, Crisanto, te necesitamos.

Patricio Font es campeón mundial de esquí de figuras. Su familia tiene los medios y la tradición. No necesita federación o apoyos para obtener medallas. Lástima que éste deporte no sea olímpico.

David Álvarez practica   el que tal vez sea el deporte más puro que existe: el  frontón a mano; sólo un muro, una pelota y unas rayas, que incluso pueden pintarse con un ladrillo. Es muy probable que David se gane la vida en los frontones cruzando apuestas con los ingenuos que se atreven a retarlo. Es campeón mundial. Lástima, otra vez, que esta disciplina no sea olímpica.     

Las medallas que no llegaron, por la negligencia de las autoridades deportivas

Si no fuera por la caminata y el boxeo, en algunas olimpiadas nos habríamos  ido en blanco: Munich, 1972, sólo Alfonso Zamora en boxeo; Montreal, 1976, el marchista Daniel Bautista y el boxeador Juan Paredes; Barcelona, 1992, el marchista Carlos Mercenario; y Atlanta, 1996, sólo el marchista Bernardo Segura. El contraste con Lima 2019 es notable: sólo  una medalla de Horacio Nava en marcha; y tres de bronce en boxeo, dos de ellas en la rama femenil. De 45 medallas en boxeo, obtuvimos tres… Y fueron de bronce.

Si México alcanzó nivel olímpico en dos disciplinas para las cuales el físico, el temperamento y la resistencia del mexicano están pintadas, ¿cómo es posible que hayamos desaparecido de tan drástica manera?

Se dice que, si de armar un equipo de futbol  se tratara, bastaría con acudir a la playa de Copacabana un fin de semana y reclutar a 11  brasileños. El papel del improvisado equipo sería, sin duda, destacado. Lo mismo se puede decir del boxeo mexicano: ¿se  imaginan el proceso de reclutamiento de atletas en los barrios populosos de las ciudades mexicanas? Podríamos contar con boxeadores de todas las categorías, dependiendo de la ciudad: ligeros, de Yucatán, Oaxaca, Campeche, Ciudad de México y Estado de México; más  pesados, de Sonora, Jalisco y Sinaloa. Formar un contingente de 100 aspirantes llevaría menos de un año; y el proceso de selección, entrenamiento y puesta a punto, un ciclo de máximo cuatro años. ¿Entrenadores? La Chiquita  González, el    Finito  López, Carlos Zárate, Julio César Chávez y hasta el   Púas  Olivares. Éxito garantizado a bajo costo.

¿Y en marcha?  

En las calles de las ciudades mexicanas se pueden reclutar andarines simplemente observando el ir y venir de los resistentes y correosos representantes de nuestra raza. Cualquier vendedor callejero de fruta o churros es  candidato idóneo. No creo que los rigores del entrenamiento superen las penurias que a diario enfrentan los abnegados integrantes de la economía informal.       

La esperanza de medallas  para México en Tokio 2020 está  únicamente en taekwondo, con Briseida Acosta; y en clavados sincronizados. Los números cuentan que la gran mayoría de los medallistas panamericanos no ganarán medalla en el ámbito  olímpico. Las marcas logradas a escala continental están muy por debajo de las necesarias para acercarse al podio global.

La lección es dura  pero clara: en el sector seguros,  como en las competencias deportivas internacionales, sólo alcanzarán los primeros lugares aquellas empresas que elijan con cuidado la disciplina donde sus características les permitan destacar; y, una vez realizada la selección, recluten, seleccionen, capaciten y desarrollen a una fuerza de ventas capaz de distribuir en los mercados elegidos los productos diseñados.        

Para poder arrojar muchos prospectos al embudo de ventas, las compañías de seguros  dependen en gran medida de los “garbanzos de a libra”, agentes desarrollados sin las aseguradoras, con ellas o a pesar de ellas. El reclutamiento  de agentes es una labor ingrata, pues, como todos sabemos, la alta deserción ocasionada por la pronunciada curva de aprendizaje de la actividad y el “pirateo” de aquellos que despuntan arroja por tierra los rendimientos de la inversión en desarrollo de agentes.

Habrá que encontrar la fórmula que permita contar con un canal que, pese al desarrollo de plataformas de venta directa o de canales alternativos, siga marcando la pauta en la distribución de seguros en México y en la mayoría de los países del mundo.

Las opiniones expresadas en los artículos firmados son las de los autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista de El Asegurador.

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