Era Manuel Maestro López propietario y director de la revista Actualidad Aseguradora cuando nosotros, allá por 1979, hacíamos pinitos escribiendo sobre seguros y publicando en la sección Mundo Financiero de El Universal. Fundaríamos El Asegurador años después, en octubre de 1984.
Decía entonces Maestro López, y lo escribiría después en su libro Comunicación y seguro: “Si el gran público no se interesa demasiado por los seguros y posee conocimientos limitados sobre el tema, a los hombres políticos les sucede lo mismo”.
Y planteaba luego objetivos muy puntuales en materia de comunicación para las asociaciones de aseguradoras respecto a los políticos:
- Suscitar su interés hacia los problemas del seguro.
- Proporcionarles los medios necesarios para que conozcan mejor esta profesión y comprendan de manera más amplia su importancia y objetivos.
- Inducirlos, de ese modo, a que concedan al seguro las mejores condiciones de trabajo posible.
Usted, lector, agregue lo que, con el paso del tiempo, podría completar estos apenas tres apuntes.
Mientras resume en pocas palabras eso que pudiera añadir, conviene recordar una advertencia ya añeja: “La gente no cree en aquello que no entiende”.
A riesgo de ser reiterativos, diremos que es evidente que conocer no basta, sino que habrá que imprimirles significación a los conocimientos sobre un tema determinado, el seguro privado por ejemplo, para provocar una respuesta, digamos, hasta cierto punto fundamentada.
¿Qué es el seguro? Si se desean definiciones puntuales, todo el mundo puede recurrir a los diccionarios para conocerlas. Significarlas ya es otro tema. No es tarea que cualquiera pueda y de ahí la llevada y traída asimetría entre el vulgo y quienes acceden a la especialización.
A menudo nos encontramos con hechos y cifras que se quedan ahí, sin la necesaria interpretación, lo cual impide el entendimiento y, por ende, diluye el interés que debiera suscitar lo que de múltiples maneras justifica la gran lucha que a veces se libra por el establecimiento de seguros obligatorios, por decir algo.
Toda compañía de seguros busca, sin duda, comunicar al público con la mayor claridad posible sus ofertas por medio de los canales que utiliza para vender sus productos. Que logre su propósito o no ya es otra cosa. Eso depende mucho, otra vez, del entendimiento que al respecto se tenga.
Claro que esto tiene que ver más con los prospectos y los asegurados; y, en ese contexto, habría que hablar de lo que cada empresa es y hace y de lo que cree ser en un mercado dado.
Pero ¿qué pasa con el desafío de inducir a una autoridad a conceder esas mejores condiciones que requiere un sector para cumplir de manera óptima con la misión de fomentar una administración de riesgos eficaz en la que el seguro (y, en su caso, la fianza, las garantías) sea necesariamente una opción en los casos en que este instrumento se pueda aplicar?
Es inobjetable que quien entra en el campo del seguro, en cualquiera de las funciones que su manejo demanda, termina conociendo en un plazo razonable de qué se trata el tema, pero lo que no puede afirmarse es que termine entendiéndolo.
Claro que conocer y entender algo no obliga a que una decisión necesariamente vaya en apoyo de eso que se conoce y se entiende. Lo único que brinda es la oportunidad de tomar decisiones fundamentadas hacia un lado u otro.
Sucede, y habrá que admitirlo, que muchas veces el concepto se conoce y se entiende pero a la hora de la verdad todo se viene abajo por la participación de alguien que, desde dentro del sector, de una compañía determinada, rompe con lo que es y significa el seguro.
Así, sea por desconocimiento o falta de entendimiento, una acción ineficiente termina por invalidar una afirmación categórica que reza que el seguro es la única institución que puede restituir aquello que perdemos, mediante el mecanismo de repartir entre muchos las desgracias de unos pocos.
Es por ello muy deseable que la Convención de Aseguradores de México (CAM) 2019, de la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros (AMIS), abone la parcela de conocimiento y entendimiento que han labrado las mujeres y hombres del seguro y la clase política.
Como se puede deducir, hay mucho por hacer, muchos caminos por recorrer, hacia adentro y hacia afuera, para que el seguro sea objeto de la interpretación y del uso que merece.