Search
Close this search box.

¿Dinero y tiempo tirados a la basura?

Charlemos seguros

El asegurador

No es nada raro que dinero  y tiempo destinados a la capacitación y desarrollo de personal y agentes sean considerados por empresarios y directivos como recursos “tirados a la basura”, y es preocupante que determinadas circunstancias parezcan darles la razón a aquellos que eso concluyen.

Alrededor de este asunto  conversamos con Alejandro Candela Romo, quien, con base en su experiencia como capacitador y desarrollador de directivos, personal y agentes, tiene ideas muy claras sobre lo que detiene o  impulsa la eficacia de la inversión en estos importantes rubros.

Candela Romo es director general y capacitador de Help First  Consultoría Especializada en Desarrollo Humano. Considera, de entrada, que se debe tener presente siempre que, cuando una empresa lo contrata, le paga para lograr resultados, para hacer que las cosas sucedan.

Desde mi perspectiva, le argumento que  muchos cursos de capacitación y desarrollo podrían ser considerados “estériles”, lo cual explica por qué en tiempos de crisis son  éstos los primeros renglones en desaparecer en diversas organizaciones empresariales.

Al respecto, Candela Romo   opina que en la empresa todo se traduce en lograr  resultados, aunque muchas veces dicho enfoque se derrumba por esa  cultura de la justificación que impera en muchas compañías, que lleva a culpar a otros de la falta de eficiencia.    

En este contexto, ¿de qué sirve escuchar: “Me  esforcé”, “Hice hasta lo imposible”, “Me morí en la raya”…, si al final los resultados no se alcanzan, si las cosas no suceden? La única medida  son los resultados, insiste el capacitador.

Y siguió cuestionando de esta manera: ¿De qué sirve alegar cosas como  “actuamos muy tarde”, “estamos más caros”, “la competencia es más barata”, “somos nuevos”, “no tenemos cobertura”, “carecemos de experiencia”…, cuando la contratación de alguien es para que esa persona dé determinados resultados?

La  respuesta más madura de una persona que no da los resultados deseados o no hace que las cosas sucedan  es analizar la experiencia y asumir la responsabilidad, consciente de que, si las cosas no andan bien, éstas no se arreglarán por sí solas, sino que requieren   su iniciativa para cambiar.

Es evidente, indica Candela Romo, que, si una empresa emplea los servicios de alguien, es para que éste realice determinadas acciones que conduzcan a lograr sus fines. Es un hecho que cualquier negocio acerca gente a su estructura para que tales colaboradores den  soluciones, y no para que se pasen la vida culpando a otros o llenándose de justificaciones.

El entrevistado llama  la atención sobre algo que ha visto en la prestación de los servicios que brinda la empresa que dirige: mientras alguien se   pase el tiempo culpando a otros o llenándose de justificaciones, no asimilará el hecho de que la causa de esas deficiencias podría ser su falta de  conocimientos o habilidades, y por ende la actitud necesaria para adquirirlos no existirá.

Es cierto que hay ocasiones en que alguien tenga  conocimientos y habilidades y de hecho no proporcione   los resultados, y eso sucede porque la empresa no tiene delineados los procesos y, por ende, tampoco tendrá definidos  los roles.

Por eso, el especialista en capacitación y desarrollo estima indispensable que, cuando una empresa o  un directivo opten por capacitar a su gente, procesos y roles estén armonizados o, en su defecto,  converjan en un mismo fin antes de proceder a capacitar y desarrollar al personal.

Habría que entender, cobrar conciencia, de que la calidad de lo que entregamos a los clientes es la suma de todo lo que se hace dentro de  la organización, y en esta fase es muy importante no pensar que un especialista de fuera resolverá el proceso, pues esa persona solo hará lo que técnicamente requiera dicha operación,  cuya estructuración, por otra parte, conoce bien quien está dentro de la empresa.

“Lo cierto es que en materia de capacitación buscas que todos y cada uno de tus colaboradores sean  competentes; y con esto queremos dar a entender que conozcan lo que deben conocer y que también sean hábiles  para realizar las actividades que les correspondan. Y en esta fase es muy relevante, por supuesto, el tema de la actitud”, explica Candela Romo.  

Lo cierto, ahonda el capacitador, es que alguien puede conocer mucho de algo; pero, si el proceso está mal, no pueden esperarse buenos resultados; igual puede ocurrir con alguien que conozca pero que no tenga experiencia, sino que solo domine lo conceptual. Incluso puede haber habilidad, pero no   conocimiento (de, por ejemplo, un producto), y ahí tampoco habrá resultados favorables.

Claro está que, habiendo conocimientos y habilidades  pero faltando actitud, nada bueno ocurre. Si no se tiene actitud, uno  está perdido. Es lógico: si alguien no sabe, se le enseña; si esa persona no es hábil, se la  entrena; pero no parece tan fácil modificar una actitud sin un procedimiento adecuado, lo que también puede aprenderse.

Cada uno de nosotros va cambiando de actitud  y va entendiendo que no se trata de tomar un curso por tomarlo, sino que debe partirse de una comprensión previa de qué debilidades o deficiencias serán corregidas como resultado del tiempo y del dinero invertidos.

Entonces  resulta fundamental lograr el reconocimiento, por parte de los eventuales participantes, de sus necesidades de aprendizaje y   desarrollo; todo ello con la finalidad de vencer la resistencia, de dejar de lado la soberbia, de hacer aflorar la humildad.

Lograr ese reconocimiento puede ser un poco arduo  sin los conocimientos y habilidades necesarios, sobre todo con aquellas personas que viven en una zona de confort que las  conduce a rechazar oportunidades de mejora personal y profesional. Seguir procedimientos equivocados puede significar que las personas se cierren al creer  que se las está lastimando.

El reconocimiento que cada persona debe tener de sus necesidades de capacitación, de desarrollo, es algo que resulta más complejo lograr con las generaciones constituidas por personas que se encuentran en la zona cómoda; los jóvenes, las nuevas generaciones, son más flexibles: solo hay que entenderlos.

En primer lugar, hay que asimilar el hecho de  que los jóvenes ya no necesitan un lugar para trabajar, sino simplemente  una ubicación, pues siempre viven apoyados por la tecnología. Su cultura es otra; y, por lo tanto, los métodos para capacitarlos y desarrollarlos deben ser distintos también, lo cual exige adaptarnos   a sus condiciones. En suma, el reto estriba en entenderlos.

Que el mundo ya no es igual ni volverá a serlo es un hecho; y,  por ello, conviene hacer un alto para identificar qué nos hace falta para lograr los resultados apetecidos, para hacer que las cosas sucedan. Solo así acudiremos a las aulas, presenciales o virtuales, en busca de fines muy concretos, y no solo para ver qué nos encontramos.

De lo dicho se desprende un concepto que   Candela Romo aduce como fundamento para introducir a las personas en cursos, talleres o  seminarios, tanto abiertos como cerrados, que ofrece lo mismo en Ciudad de México que en cualquier lugar del país: los diagnósticos, que conducen a que cada persona identifique qué lagunas necesita colmar y por qué debe participar.

El valor de los diagnósticos ayuda a que   tiempo y dinero sean considerados recursos íntegramente aprovechados, no bienes “tirados a la basura”.

No cabe duda: es indispensable  hacer un alto para conocer y entender qué necesitamos y por qué debemos estudiar ciertas cosas y, en ese proceso, comprender la importancia de comprometernos a ser mejores cada día que pasa.

Las opiniones expresadas en los artículos firmados son las de los autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista de El Asegurador.

Califica este artículo

Calificación promedio 0 / 5. Totales 0

Se él primero en calificar este artículo