Napoleón comprendió con facilidad que los hombres son capaces hasta de morir por una condecoración: sacrifican su vida por recibir elogios y por ser recordados con honor. Por el reconocimiento podemos deshacernos de sentimientos de inferioridad y aprendemos a confiar más fácilmente en nosotros mismos.
¿Es positivo obtener reconocimiento? Sí.
¿Es una necesidad básica para darle continuidad a nuestro trabajo? No.
¿Por qué no es necesario el reconocimiento para el desempeño de una tarea?
Imagina por un momento que eres la persona responsable de recoger la basura en el lugar de trabajo en el que te encuentras. Te dedicas a hacer tu labor, cumples con tus horarios; los lugares se encuentran limpios, pero ninguna persona a tu alrededor agradece o reconoce lo que haces. ¿Seguirías haciendo la limpieza como la estás haciendo? Quiero pensar que la respuesta es sí.
Por supuesto que, si un colaborador hiciera un señalamiento positivo a tu tarea, probablemente ese día te sentirías mucho más motivado y entusiasmado a seguir realizándola.
¿Por qué se busca el reconocimiento de los demás? En muchos casos, este anhelo es consecuencia de una formación basada en la recompensa y el castigo. El psicoanalista Alfred Adler fue muy crítico con este esquema porque, según él, provoca una distorsión al creer que, “si nadie va a elogiarme, no estoy obligado a emprender la acción adecuada; y, si nadie va a castigarme, tengo la facilidad de actuar inadecuadamente”.
La realidad es que no sólo vivimos para satisfacer las necesidades de los demás.
Subrayo: el reconocimiento es totalmente útil porque provoca en la persona reconocida un sentimiento de satisfacción y de utilidad; el problema radica en tener hambre de ser reconocido y considerar que sólo si nos reconocen el trabajo que realizamos adquiere un valor de peso.
Una explicación de por qué a veces caemos en una necesidad profunda de reconocimiento (que al no recibirse genera frustración) es que nuestra identidad está conformada desde dos miradas:
* Insight: identificar con claridad cuáles son nuestras fortalezas, tener un autoconocimiento sólido y formado por experiencias, autodescubrimiento y procesos de introspección.
* Outsight: es la opinión de los demás sobre nosotros, es decir, palabras que hemos recibido, elogios compartidos y honores otorgados.
El dilema del reconocimiento tiene dos vertientes:
Cuando el proceso de insight no ha sido fortalecido, el apetito de reconocimiento se convierte en una necesidad aguda de encontrarse a sí mismo.
Si no hay conciencia, hay un hotel de cinco estrellas para el alojamiento del ego, el cual puede moverse en dos líneas: deseo ardiente por recibir alabanzas o hipersensibilidad a las críticas.
Cuando nos preocupamos sólo por la opinión de los demás, terminamos viviendo la vida de otros a causa de las expectativas que se nos imponen.
Cuando el proceso de insight se vuelve el único alimento de nuestra identidad: “Sé quién soy, sé lo que valgo, y nada de lo que digan los demás me provoca una respuesta”. Se puede correr el riesgo de vivir sólo desde la mirada propia, y esto puede provocar arrogancia y desdén hacia los comentarios de los demás.
El arte está en encontrar el equilibrio entre estas dos vistas; agradecer cuando el reconocimiento esté presente y enfocarse en la continuidad del trabajo cuando esté ausente.
El maestro Iván Durán aseveró: “Más vale ser un espíritu anónimo que un ego famoso”.