En algún momento, todos sentimos frustración por no alcanzar los resultados esperados en determinado ámbito personal o profesional; y, aunque estar fuera de ruta o equivocarse forma parte de la naturaleza humana, muchas de las desviaciones o errores se pueden corregir si aprendemos a plasmar con nitidez cada punto del plan y subordinarlo a una enfocada y comprometida ejecución.
Esto ha dicho Carmen Nava, master de coaching emocional, durante su participación en el seminario Importancia de trazar un proyecto de vida, organizado por la Asociación Mexicana de la Industria de Tecnologías de Información (Amiti).
Nava agregó que el primer punto para definir con claridad un proyecto de vida es realizar un acucioso y reflexivo análisis relativo a quién soy, qué quiero, qué es lo que tengo para iniciar y qué debo incorporar para lograr el resultado. Con este ejercicio se esbozará con mayor claridad la ruta que hay que seguir para estructurar un plan de vida.
Para la instructora en desarrollo emocional, el reconocimiento y la aceptación de lo que uno es como persona es el escalón principal e inicial que aclara los objetivos que se deben alcanzar en el plan de vida. Conocerse, añadió, implica observarnos con una distancia crítica tal que podamos identificar cuáles son las áreas de oportunidad en las que se necesita trabajar.
“Ser consciente de cómo estás y de cómo interactúas con todo el entorno te permite evolucionar hacia el cumplimiento de los objetivos en virtud de que la conciencia solo alcanza un nivel de desarrollo superior cerrando ciclos y asimilando experiencias. En otras palabras, importa más cómo vives cada situación que lo que estás viviendo en sí”, señaló Nava.
La especialista en coaching emocional precisó que un proyecto de vida jamás es estático, sino que va cambiando conforme avanza o madura la idea inicial; y durante ese proceso es importante permitirnos equivocarnos y aprender de esas fallas de ejecución. Eso enriquece el proyecto y a la persona; de ahí, reiteró, la importancia de la autoobservación crítica para sacar el mejor provecho de las experiencias fallidas.
La estructura básica de un proyecto de vida se compone de las siguientes partes: el yo (la persona que lo va a realizar) y su interacción con la salud, la familia, el trabajo, la vocación y la sociedad, y en cada uno de estos roles el individuo puede estar en diferentes etapas de maduración, por lo que es muy importante definir el estado de cada una de ellas para desarrollar dentro del plan general los pasos específicos que se han de dar.
Un punto muy importante que debemos considerar antes de plasmar un proyecto de vida y ejecutarlo es no empezar nada si no existe el genuino propósito de concluir. “Cuando comienzas a desarrollar tu plan con conciencia plena de que lo que harás te satisface, los cambios se vuelven una constante transformación. Sirve mucho pensar positivamente, pero sirve más actuar en consecuencia”, finalizó la experta.