Search
Close this search box.

Confianza: desplome y efectos

Charlemos seguros

El asegurador

Confianza es, en lo general, una palabra más, quizá  muy conocida  pero poco entendida, y menos aun comprendida. Y menos incluso practicada… Quizá ello se deba a que no es objeto  de debate en el ámbito internacional. No obstante, considerada clave en la cohesión de las naciones y en el sano funcionamiento de cualquier tipo de sociedad humana,    su ausencia acrecienta el riesgo de un desmoronamiento de lo que, a pesar de todo, logre  erigirse en algún aspecto de la vida de éstas.             

Confianza y desconfianza son polos opuestos en medio de los cuales suceden muchas cosas positivas y muchas cosas negativas. Estas  últimas de manera más notable en una zona del mundo como   América Latina y El Caribe, donde la fe en los demás,  en su honestidad, fiabilidad y buena voluntad  ha estado situada siempre en un nivel bajo, y sigue en declive.

Confianza es, más que un término, una problemática abordada por Philip Keefer y Carlos Scartascini     en un libro al que puede accederse libre y gratuitamente en www.iadb.org/DIAconfianza. El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) es la entidad que promueve la distribución y la lectura de esta obra, de más de 400 páginas, que borda alrededor del tema de la confianza en  10 capítulos relacionados con el tema.

Ya de inicio el  resumen ejecutivo plantea que la confianza es  la clave de la cohesión social y el crecimiento en América Latina y El  Caribe. Se señala  que la desconfianza reduce la innovación y el crecimiento;     y se hace una observación digna de toda nuestra atención:    la inversión, la iniciativa empresarial y el empleo florecen  cuando los diferentes actores de una sociedad “confían unos en otros”.

Esta obra del BID comienza por plantear una pregunta: ¿qué es exactamente la confianza? Y responde: es la creencia de que otros no actuarán de manera oportunista; no harán promesas que no puedan  cumplir; no renegarán de las promesas que sí pueden cumplir “ni transgredirán las normas para aprovecharse de otras personas que las respetan”.

Sin embargo, los estudios realizados sobre el tema revelan que el oportunismo no es raro, y menos en la zona examinada por los autores. De hecho, Keefer y Scartascini indican  que  la conducta oportunista es una amenaza persistente en todas partes. Y destacan  que, si bien es algo en lo que pueden incurrir todos, son los funcionarios públicos los que tienen más probabilidades de actuar de manera oportunista.

La obra deja en claro que uno de los motivos para que los funcionarios públicos tengan una conducta oportunista deriva del hecho de que no se los obliga a rendir cuentas de su actuar.     Influye también, advierten los autores,  el hecho de que no puedan ser expulsados por medio  de una acción colectiva, precisamente porque entre los mismos ciudadanos no existe la confianza suficiente para emprenderla.

Debemos señalar que los autores afirman  en su libro que el porcentaje de individuos que cree que se puede confiar en la mayoría de las personas (lo que ellos llaman     confianza generalizada o interpersonal) pasó en el mundo entero      de 38 por ciento en el  periodo 1981-1985 a 26 por ciento hoy. Esta misma    medición, en igual lapso, reveló que  en América Latina y El  Caribe la confianza interpersonal registró una caída aún más marcada, pues pasó   de 22   a 11 por ciento.

Las causas y algunas soluciones

“En las sociedades donde las personas creen que los otros no pagarán un precio por una conducta oportunista  es más probable que consideren que los demás no son confiables”, apuntan los autores. Una de sus explicaciones indica que en algunos países las personas tienen sistemáticamente menos información sobre la conducta de políticos, empresas u otros ciudadanos, o bien están sistemáticamente expuestas a información sesgada o no veraz acerca del comportamiento de los otros.

Cuando la información es sesgada, añaden los investigadores, es más probable que las personas tengan ideas exageradas acerca de la fiabilidad ajena, con lo cual se vuelven excesivamente pesimistas u optimistas. En un escenario semejante, se apunta, los políticos populistas les dicen a los votantes lo que éstos quieren oír, pues dichos votantes evitan recibir información que contradiga sus ideas.

No todo está perdido, pero avanzar en terrenos de la confianza demanda      tejer fino, ya que, en primer lugar, existe la necesidad de abordar asimetrías que exigen reformas judiciales. Establecen los autores que la regulación pública puede desempeñar un papel   sobresaliente en ese propósito.

Por otro lado,   en materia de información es preciso eliminar las asimetrías que socavan la confianza. Se requieren,   puntualizan, “organismos del sector público que comuniquen cuidadosamente las decisiones que toman y que asuman la responsabilidad por esas decisiones y sus consecuencias”.

Es conveniente  asimismo  que los países integren las preocupaciones acerca de la confianza y del  civismo en sus iniciativas, para abordar los grandes desafíos económicos y sociales de la región, como el  lento crecimiento, la grave  desigualdad, el cambio climático y la crisis fiscal.

¿Y qué hay de los políticos en esta problemática? La obra expone que, más allá de proponer medidas específicas, los políticos están llamados a observar  un comportamiento confiable, pues de esta manera podrán  influir en el resto del sector público y de la sociedad en general. ¿Utópico? ¿Posible? Baje la obra en la liga que incluimos. El tema merece su interés.

Las opiniones expresadas en los artículos firmados son las de los autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista de El Asegurador.

Califica este artículo

Calificación promedio 0 / 5. Totales 0

Se él primero en calificar este artículo