Fue a principios de los años noventa del siglo pasado cuando por primera vez escuché el término procrastinar, cuyo significado es, según el diccionario, “aplazar una obligación o un trabajo”. La palabra se sumó al vocabulario formal que he usado específicamente para referirme al postergamiento de una tarea. Antes de ese descubrimiento, sólo decía o escribía posponer, diferir o aplazar.
No han sido pocas las veces en que he caído en la procrastinación, concepto que, se dice, consiste en posponer deliberadamente tareas pendientes. Ahora bien, en el calificativo deliberadamente disiento, pues considero que en muchas ocasiones procrastinamos de manera inconsciente.
Apenas el martes 7 de febrero del 2023 rompí con la procrastinación al iniciar una sesión de estudio y aplicación orientada a generar un movimiento hacia el progreso personal y empresarial, un evento que me hizo recordar lo que ocurrió cuando fundamos el periódico El Asegurador, en 1984.
La idea de contribuir al crecimiento y desarrollo de personas y empresas no es nada nuevo. Hace ya más de tres décadas que impulsar la efectividad de dichas entidades se hizo presente y se manifestó como resultado de haber tomado el Curso de Formación Social de la Unión Social de Empresarios de México (USEM).
En aquellos días, siendo director del medio especializado en seguros y fianzas, promoví la realización de lo que llamamos Conferencias Regionales, las cuales consistieron en llevar a distintas plazas conferencistas con mensajes dirigidos particularmente a los agentes de seguros y de fianzas.
Las iniciativas mencionadas (junto con otras que omito citar por el momento) estuvieron plagadas de miedos; y postergar mató más de una idea, un proyecto, aun antes de su nacimiento. Puede negarse (como mecanismo de defensa) la presencia del miedo, pero de una u otra manera su presencia se nota. Aplazar es apenas un efecto de ese temor.
Cuando el 4 de julio de 2022 cumplí 70 años de vida, hice un alto para reflexionar acerca de qué podría hacer el resto de mi vida. Pensé en algo que me apasiona y que estriba en ayudar a las personas a identificar, definir y concretar sus más caros anhelos por medio de compartir ideas, conocimientos, experiencias…
No se trata, de acuerdo con mi pensar, de compartir solo mis ideas, conocimientos, experiencias, sino de generar un punto de encuentro para que todo aquel que lo desee (ya sea que forme parte o no de los sectores asegurador y afianzador) se sume a estos encuentros semanales.
¿Por qué titulo esta entrega “Confesión necesaria”? Porque debo admitir que poco antes de iniciar me había rodeado de resúmenes de distinta clase con el afán de no olvidar, de que las cosas se vieran bien, de lucir conocedor…, cuando de pronto recordé algo que revela por qué postergamos, procrastinamos, aplazamos…
Neville Goddard decía, en una de sus conferencias, que iniciar algo nuevo, sea lo que sea, por lo general nos parece difícil porque vemos ese algo desde nuestro actual estado de conciencia; y, claro, desde esa posición solo nos sentimos capaces de ir por aquello que nos genera cierta seguridad, un nivel de relativo confort.
Hace algún tiempo vi la serie Pablo Escobar, el patrón del mal, y en una escena alguien censuró a otro su estado, reflejado en un comportamiento. Ese otro simple y sencillamente dijo, palabras más, palabras menos: “Disculpe, enseguida me pongo en situación”. El pasado suele, en no pocas ocasiones, involucionar.
¡Qué desafío más interesante el que representa salir de un estado de conciencia para posicionarse en otro! Eso experimentaba la noche de la primera sesión, hasta que, de pronto, decidí no voltear hacia atrás y comenzar sin esas muletas representadas por papeles y apuntes en la computadora.
¡Ah, cuánta libertad de cuerpo y de mente sentí al ponerme en situación y concretarme a estar en cuerpo y alma con aquellas personas que confiaron en la idea y se sumaron a esa sesión efectuada en línea! La experiencia resultó, en esa primera sesión, como debía ser, pues es el inicio de un camino que esperamos que sea muy largo.
No está la iniciativa creada buscando de entrada lo multitudinario, por lo menos en lo que a las sesiones se refiere, y esto es con el fin de que pueda generarse un intercambio cálido y ordenado, pues, más que solo saber más, se trata de aplicar lo sabido y de hacerlo con un sentido claro del propósito que anime a cada uno.
La primera reunión estuvo dedicada a examinar el propósito definido, pues, como dijeron los invitados al compartir, sin tenerlo claro, no es posible trazar planes. ¿Cómo ayudar a alguien que no sabe adónde va, que no sabe lo que quiere?
El segundo martes de febrero el tema que se revisó fue Mente Maestra, que plantea que nadie es capaz de lograr un propósito extraordinario en medio de la soledad, y hace hincapié en seis claves para establecer alianzas de la mente maestra que resulten exitosas.
Alguna vez escuché una frase que, ahora sí, cae como anillo al dedo: “Rompe las cadenas una vez y las romperás siempre”. Quizás convenga hacer un alto para pensar, para analizar por qué estamos aplazando, difiriendo, postergando, ese sueño que podríamos abrazar.
Tal vez, como corolario de ese examen, concluyamos que ese anhelo está esperando a que le imprimamos toda nuestra pasión y dejemos de lado la procrastinación.